La intención del presidente de Argentina, Carlos Menem, de que el Mercosur definiera antes de julio una moneda única se encamina al fracaso ante la resistencia de los gobiernos del bloque con el aval de expertos.
A fines de 1997, cuando Argentina asumió la presidencia rotativa semestral del Mercosur (Mercado Común del Sur) en la cumbre celebrada en Montevideo, Menem desconcertó a los asistentes al anunciar que la creación de una moneda común sería una de las metas de su gestión.
El Mercosur, que comenzó a gestarse en 1991, tuvo una vertiginosa consolidación y hoy, constituido en zona de libre comercio y unión aduanera de implementación gradual, se ubica en cuarto lugar entre las potencias comerciales del mundo detrás de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.
Sin embargo, el bloque integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay aún tiene fuertes divergencias macroeconómicas que han generado frecuentes enfrentamientos.
La propuesta argentina había quedado en los últimos meses sumergida por problemas coyunturales, pero la decisión de la Unión Europea de crear una moneda única para once de sus integrantes la hizo emerger.
Cuando el día 2 se anunció que desde el 1 de enero del año 2002 Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo y Portugal utilizarán el euro como moneda única, la miradas giraron hacia el Cono Sur de América.
Poco antes, el 21 de abril, un funcionario de Menem había recorrido por primera vez los países del Mercosur en busca de respaldo gubernamental y político para la propuesta, pero la reserva sobre el resultado de su gestión se mantuvo hasta ahora.
El ministro de Economía de Uruguay, Luis Mosca, fue consultado sobre esa posibilidad el día 11 en una conferencia de prensa en Miami, Estados Unidos. "Ya tenemos una moneda común, que es el dólar", fue su irónica respuesta.
Luego, Mosca consideró "indispensable" que haya "una coordinación macroeconómica" antes de llegar a la moneda única. "Esto me hace pensar en los matrimonios que tienen serias desavenencias y quieren tener otro hijo", volvió a bromear.
Los enfrentamientos comerciales entre los socios del Mercosur han sido frecuentes y de difícil solución ante la inexistencia de mecanismos de solución de controversias eficaces y las reiteradas y frustradas intenciones de ajustar las políticas macroeconómicas.
Rolando Mota Sardemberg, ministro brasileño de Asuntos Estratégicos, opinó que "aún no es tiempo para crear una moneda común" y consideró que antes se requiere "completar la unión adunera".
Un estudio sobre la posibilidad de concretar la unificación monetaria del Mercosur realizado por el gerente de Macroeconomía del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil, Fabio Gambiagi, ubicó esa meta dentro de unos 15 años.
Antes, dijo Gambiagi, es necesario armonizar aspectos macroeconómicos para avanzar en el proceso de integración.
Tampoco la Unión Europea es ajena a estos requisitos, y así lo consignó el diario español El País al preguntarle a Jaques Delors, ex presidente de la Comisión Europea, si no le inquietaba "ver a Europa lanzarse a la aventura de la moneda única sin haberse dado medios para definir una política económica común".
"Lo estoy, y lo vengo diciendo hace meses. Debería haberse planteado como requisito previo a la adopción del pacto de estabilidad el lograr un pacto de coordinación de las políticas económicas", respondió.
El economista Roberto Lavagna, quien fue ministro de Industrias y Comercio del ex presidente argentino Raúl Alfonsín, también condicionó la propuesta a la coordinación macroeconómica y opinó que la unificación monetaria podría concretarse "dentro de 15 o 20 años".
En un artículo publicado por el diario brasileño O Estado de Sao Paulo, Lavagna destacó que esa coordinación es imprescindible como un paso natural del proceso de integración.
La inexistencia de políticas macroeconómicas crea el riesgo de que proliferen los reclamos proteccionistas generados por las asimetrías, y "no avanzar es retroceder", según el experto.
Para Lavagna, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) pondría en jaque al Mercosur si éste se limitara al libre comercio. Antes de llegar a la moneda común se requieren compromisos entre los dos gigantes del Mercosur, Argentina y Brasil, agregó.
Entre estos compromisos se debería incluir una inflación similar a la internacional, un déficit público nominal máximo de 1,5 por ciento del producto interno bruto (PIB) y un límite de tres por ciento del PIB para el déficit externo de cuenta corriente, dijo Lavagna.
Por su parte, la economista uruguaya Rosario Patrón indicó que las transformaciones en Europa provocarán cambios en el mercado de capitales y en el funcionamiento monetario internacional.
Para Patrón, "la existencia de una moneda de reserva de un conjunto de países con los que el Cono Sur tiene lazos comerciales tan importantes como los que lo vinculan a Estados Unidos es un factor que no podrá dejar de tenerse en cuenta en futuras decisiones sobre arreglos monetarios" en el Mercosur.
Sin embargo, añadió, "la consideración de una moneda única requerirá un lapso de maduración de procesos complejos que no dependen solamente de la voluntad política de las partes", aun cuando el Mercosur ha quemado etapas de integración mucho más rápido que Europa.
Pero, a pesar del fracaso de su propuesta, Menem no está dispuesto a retirarse de la presidencia argentina del Mercosur con las manos vacías.
Así, en julio, durante la cumbre del bloque en la ciudad de Ushuaia, en el extremo sur de Argentina, Menem se dispone a impulsar la creación de un banco central y un instituto monetario común del Mercosur como paso previo a la creación de una moneda única. (FIN/IPS/rr/mj/if/98