Alí Suharto asumió formalmente la presidencia de Indonesia en 1967, recibiendo una economía en ruinas, en un situación similar al estado de desesperación en que se encuentra el archipiélago del sudeste de Asia.
Suharto reclutó a un equipo de economistas educados en Estados Unidos para controlar la inflación desbocada, que había alcanzado una tasa de 1.000 por ciento ese año, estabilizar la moneda, frenar la deuda externa, atraer la ayuda extranjera y estimular la inversión.
El ingreso por habitante era menor a 100 dólares y casi 70 por ciento de los indonesios vivían por debajo de la línea de pobreza.
Más de tres décadas después, Suharto, de 76 años, completó el ciclo. El 21 de mayo, abandonó el poder en un ambiente parecido a cuando lo tomó, con la economía en descontrol y el país lleno de incertidumbre.
En la actualidad, la economía se encuentra en caída libre, con una inflación de 50 por ciento anual. El ingreso por habitante descendió de 1.300 dólares a 300 dólares en menos de un año.
Pero hasta el momento en que la crisis financiera del sudeste asiático socavó su poder fundamentado en el crecimiento económico, Suharto, a menudo llamado el padre del desarrollo indonesio, había transformado a Indonesia en una economía "tigre".
En perspectiva, estos logros quizá mitiguen el juicio severo que muchos indonesios tienen sobre Suharto, aun cuando condenen la represión de la actividad política, la falta de libertades y la corrupción que caracterizó a su régimen.
"Es muy pronto para escribir una historia de Suharto. Los efectos completos de su legado aún no se pueden ver", dijo Adam Schwarz, autor del libro "Una Nación en Espera: Indonesia en los Años 90".
"Vale la pena analizar cuáles cosas funcionaron y cuáles no en el gobierno del Nuevo Orden de Suharto", añadió.
"Suharto se merece el crédito por lograr la estabilidad social y política que es un requisito previo para la continuidad del desarrollo nacional", sostuvo Abdurrachman Wahid, presidente de Nahdlatul Ulama, la mayor organización musulmana de Indonesia.
La pragmática administración económica que adoptó Suharto, el aumento de la inversión y la productividad laboral, su poder de exportación y el crecimiento de las industrias de petróleo y gas generaron un crecimiento promedio del producto interno bruto (PIB) superior a siete por ciento anual hasta 1996.
Entre 1965 y 1988, el crecimiento económico y un exitoso programa de planificación familiar se juntaron para elevar el PIB por habitante 4,3 por ciento por año.
En ese período hubo grandes inversiones en el sector energético, las telecomunicaciones y la infraestructura. La riqueza petrolera financió la construcción de escuelas, centros de salud y mezquitas, y los nueve años de enseñanza obligatoria para todos.
Indonesia se benefició con las ganancias inesperadas por la suba de los precios del petróleo en 1973. Sólo en 1974, Indonesia recibió 4.200 millones de dólares por la venta de petróleo, o un sexto de su PIB de entonces.
El gobierno prestó especial atención a la agricultura. Suharto se crió en el medio rural y recordaba cómo el régimen de Ahmed Sukarno, fundador del país, se había desestabilizado por la escasez de arroz.
Entre 1974 y 1984, Indonesia dejó de ser el mayor importador de arroz del mundo y alcanzó la autosuficiencia, un logro que también se perdió.
El éxito conseguido por Suharto al solucionar los problemas económicos dejados por Sukarno fue la razón principal de su buena imagen en el exterior, a pesar de su gobierno autoritario y su pésima conducta en materia de derechos humanos.
En septiembre, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) elogió los esfuerzos contra la pobreza del gobierno de Suharto.
Aun en la actualidad, la reducción de la pobreza lograda por Indonesia no tiene parangón. En 1970, 60 por ciento de la población era pobre, frente a 11 por ciento en 1996, en un período en que el número de habitantes aumentó de 116 millones a 200 millones.
Suharto sobrevivió una crisis de liderazgo en enero de 1974, cuando disturbios populares en Yakarta revelaron la disconformidad del público con el creciente dominio económico de inversores extranjeros y empresarios de origen étnico chino.
Las fuerzas armadas intentaron presionar al presidente, pero Suharto superó la crisis.
Mientras, Suharto utilizó la riqueza del petróleo para subsidiar nuevas industrias como el acero, el cemento y los químicos.
El líder respondió con rapidez a la caída de los precios del petróleo a mediados de los años 80 y comenzó a diversificar la dependencia del producto y a estimular la capacidad exportadora de Indonesia.
Durante más de tres décadas, la seguridad del gobierno de Suharto garantizó a los inversores un ambiente cordial.
Pero la estabilidad era superficial y las brechas comenzaron a aparecer a medida que Suharto envejecía y se aislaba. Las diferencias entre ricos y pobres aumentaron y los indonesios resintieron la riqueza y la protección que gozaban los amigos, la familia y los aliados en las fuerzas armadas de Suharto.
La represión de Suharto, como la prisión sufrida por los disidentes, la invasión de Timor Oriental y la violación de los derechos humanos en esa ex colonia portuguesa, socavaron su gobierno.
Las instituciones de gobierno, entre ellas el parlamento y un sistema político en que el Estado autorizaba la existencia y las actividades de partidos políticos "opositores", apenas tomaron cuerpo durante el régimen de Suharto.
Suharto sentía un fuerte compromiso hacia las personas sin poder, como los agricultores, "pero no pudo controlar los intereses de sus aliados, allegados y familiares", opinó Hari Sitompoel, periodista del diario en inglés Indonesian Observer.
Por esta razón, los manifestantes que condujeron a la renuncia de Suharto concentraron su ira en tiendas de venta de automóviles y hoteles que se cree son propiedad de los hijos y amistades del ex presidente.
"No hay duda de que la corrupción tolerada y alentada por Suharto irritó a los indonesios, socavó la competitividad de la economía y debilitó la efectividad de la burocracia al erosionar la legitimidad del gobierno", añadió Schwarz.
Suharto, que nunca celebró elecciones pluralistas, logró la legitimidad y la permanencia en el poder gracias al crecimiento económico. Cuando la crisis del sudeste asiático erosionó la expansión de la economía, el régimen del líder se tambaleó.
Suharto fomentó el crecimiento económico de Indonesia, pero finalmente, las décadas de represión de la oposición y las instituciones democráticas se acumularon en su contra. (FIN/IPS/tra-en/ky-js/js/aq-lp/ip-if/98