El movimiento prodemocrático de Indonesia que obligó al presidente Alí Suharto a renunciar al cargo luego de 32 años tiene más de un parecido con el que fue reprimido a sangre y fuego en Birmania hace diez años.
La agitación prodemocrática en este país acabó entonces con la caída del general Ne Win, quien, como Suharto, había encabezado la dictadura por más de tres decenios. Pero el parangón no acaba aquí.
El traspaso la semana pasada de la presidencia de Suharto a su vicepresidente Bacharuddin Jusuf Habibie recuerda también al modo en que Ne Win entregó el poder a sus subordinados militares que fundaron una junta, el Consejo de Restauración de la Ley y el Orden del Estado.
El órgano, que en 1997 cambió su nombre a Consejo Estatal para el Desarrollo de la Paz, ha gobernado Birmania desde el violento 1988, sin cesar a pesar del triunfo de la opositora Liga Nacional para la Democracia en las elecciones generales del 27 de mayo de 1990.
Los prodemócratas birmanos temen en base a su propia experiencia que el gobierno de Habibie se consolide en los próximos meses si los activistas de Indonesia no insisten en una transición completa a la democracia. Así, continuaría la dictadura con un nuevo nombre.
"En septiembre, cuando Ne Win visitó Indonesia y apareció en público por primera vez en casi un decenio, todos se preguntaban si estaban tomando lecciones de la dictadura de Suharto. Pero, al parecer, es el turno de que Suharto aprenda de Ne Win", dijo Woe Min, del Frente de Estudiantes de Birmania.
De todos modos, los activistas creen que los militares indonesios y los seguidores de Suharto parecen manejar la transición con más elegancia que los generales birmanos de 1988.
Varios miles de activistas fueron asesinados por los represores militares de Birmania después de que Ne Win entregó el poder a sus sucesores.
En cambio, sin contar unos pocos incidentes, los militares indonesios evitaron el enfrentamiento directo con manifestantes prodemócráticos y procuraron un papel más discreto, lo que se atribuye a su intención de impedir que un movimiento nacional opositor derroque a toda la elite militar y empresarial.
"La junta birmana siempre prestó atención a la sofisticación de la dictadura indonesia, con militares que dominan los partidos políticos", dijo un diplomático asiático en Rangún.
También atrae a los generales birmanos el modo en que el régimen de Indonesia, a pesar de sus antecedentes en materia de derechos humanos y las grandes inequidades socioeconómicas, proyectó una imagen de éxito económico del sudeste asiático.
Suharto era alabado como "estadista regional" por gobiernos occidentales, en especial el de Estados Unidos, hasta que la crisis económica y política hizo su supervivencia cada vez más imposible.
Las visitas de Estado entre funcionarios birmanos e indonesios se hicieron más frecuentes esta década, pues los militares en Rangún procuraron respaldo de sus "hermanos mayores".
La junta birmana tradujo y distribuyó la constitución indonesia, que le otorga a los militares completo dominio del mundo político, como modelo para su propio proyecto aún en debate.
Suharto jugó un papel fundamental en la concesión de la integración de Birmania a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). En retribución, empresas indonesias, en especial las pertenecientes a los hijos del dictador, gozan de lucrativos contratos en Birmania.
La política oficial de la ASEAN hacia Birmania, denominada "compromiso constructivo", responde a las intenciones de impedir el contagio de movimientos prodemocráticos a toda la región y de ganar acceso exclusivo a los ricos y poco explotados recursos naturales de ese país, según analistas.
"Las manifestaciones populares en Indonesia son lo que los líderes de la ASEAN, como Suharto, han temido todos estos años", dijo un periodista birmano radicado en Rangún que reclamó reserva sobre su identidad. (FIN/IPS/tra-en/ss/js/mj/ip/98