El gobierno de India, dominado desde hace seis semanas por la ultraderecha del Bharatiya Janata (Partido Nacionalista Hindú) indignó al mundo con cinco pruebas nucleares carentes de una lógica estratégica.
Las pruebas, tres explosiones el lunes y dos el miércoles, cerca de la frontera con Pakistán, demostraron un potencial tecnológico destructivo que redujo la estatura mundial de India y seguramente causará al pueblo serias dificultades económicas, comprometiendo la seguridad del país.
Es obvio que las pruebas no están relacionadas a genuinas consideraciones de seguridad. En los últimos años, no hubo deterioro del ambiente estratégico indio. Por el contrario, se produjo cierta mejora en relación a los vecinos, en especial Bangladesh, y, vitalmente, China.
Ni Pakistán ni China han adoptado posiciones más beligerantes contra India. Citar su limitada cooperación nuclear es tan ilegítimo como decir que India es cliente de Rusia por importar sus últimos aeroplanos y querer comprar sus reactores.
La nuclearización abierta viola la línea política del gigante de sur de Asia, que a pesar de muchas vacilaciones y presiones durante años mantuvo la continuidad de su política, el rechazo a conceder la legitimidad a las armas nucleares.
Incluso en el duro debate sobre el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, India no vaciló en su posición.
En 1995-96, exigió ante la Corte Internacional de Justicia que el uso y la amenaza del uso de armas nucleares fuera declarado violatorio de la ley internacional y no esencial para la seguridad de ningún estado.
El actual gobierno de la minoría, liderado por un partido que sólo logró un cuarto de la votación popular, rompió la tradición sin una revisión de las necesidades de seguridad de India ni una evaluación de las amenazas que puede enfrentar.
A diferencia de 1974, cuando la primera explosión nuclear de India fue declarada "pacífica", las de esta semana se destinaron al desarrollo y el refinamiento de ojivas nucleares. El motivo fue ganar una popularidad barata mediante un nacionalismo beligerante.
La ausencia de un mandato democrático para esta decisión aumenta su gravedad, y el uso de una imagen de Buda, ya que el 11 de mayo fue aniversario de su nacimiento, habla de una ideología insana en el partido gobernante.
Las pruebas son parte de un proyecto del BJP por construir un estado de seguridad nacional, una entidad superpoderosa y autoritaria en que la democracia, los derechos humanos y el pluralismo son secundarios al orden, la conformidad y la homogeneidad artificial.
Este proyecto busca una estatura mundial a través de las armas de destrucción masiva.
El BJP cree que las armas nucleares son una moneda efectiva del poder, y que la amenaza de causar daños inconmensurables mediante tales armas es legítima.
La Corte Internacional declaró la amenaza de uso de armas nucleares incompatible con las leyes internacionales, por violar toda consideración sobre la "justicia en la guerra". Aún así, el BJP proclama que las pruebas nucleares son un "logro histórico", fuente de "alegría" y causa de celebración.
Las pruebas indias se hicieron en un momento en que el mundo expresó su disgusto y desarrolló una norma político-legal contra las pruebas nucleares. Desde el fin de la guerra fría, hubo una débil pero creciente propuesta de favorecer la restricción nuclear.
Más de 20.000 armas nucleares han sido retiradas o desactivadas. Sudáfrica, Brasil y Argentina desmantelaron sus programas y Ucrania, Belarús y Kazajstán se deshicieron de las suyas.
Incluso las cinco potencias nucleares están bajo creciente presión para el desarme. Encuestas de opinión revelan que entre 66 y 64 por ciento de los estadounidenses y británicos quieren el desarme.
La apuesta nuclear del BJP es autodestructiva por otro motivo. Es capaz de desatar una carrera nuclear ruinosa, o para ser precisos, dos carreras. Una menor con Pakistán y otra mayor con China, cuya economía es tres veces mayor que la de India.
El gobierno de Nueva Delhi ya gasta el doble en los militares que en salud, educación y servicios sociales, y estimaciones indican que mantener su actual posición inflará 40 por cieto los gastos militares.
Una carrera armamentista implicará grandes reducciones en gastos sociales vitales, en detrimento de la gente, lo cual socavará aún más la seguridad y el potencial de desarrollo de India.
El gobierno ya concitó la imposión de sanciones de Estados Unidos, y otros países, entre ellos Japón y Ausralia, con pérdidas para Nueva Delhi estimadas en 21.000 millones de dólares.
Un informe del ministerio de Finanzas indio de 1995 estableció que le economía se atrasaría entre cinco y 10 años en caso de duras sanciones internacionales. Pero la situación podría ser mucho peor en este momento. (FIN/IPS/tra-en/pf/rdr/ip/lp/98