La cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) terminó en esta ciudad británica y grupos activistas consideraron "decepcionantes" los planes de los jefes de gobierno para reducir la deuda externa de los países más pobres.
El G-8 está integrado por los siete países más industrializados del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón) más Rusia.
El resultado de la cumbre "es una decepción enorme para los 70.000 participantes de la cadena humana en Birmingham y los cientos de millones que sufren en el mundo bajo la carga de deudas impagables", dijo Ann Pettifor, directora de Jubileo 2000, que agrupa a 70 organizaciones no gubernamentales (ONG).
La coalición propone que el G-8 cancele la deuda externa de los países más pobres.
Los jefes de gobierno de los ocho países concluyeron la cumbre el domingo con propuestas para incluir a los 41 países pobres más fuertemente endeudados (PPFE) del mundo en una medida para reducir la deuda denominada iniciativa PPFE.
Pero los activistas de las ONG, 70.000 de los cuales se congregaron en Birmingham el sábado y formaron una cadena humana de casi 10 kilómetros para protestar por la política del G-8 frente a la deuda, sostienen que la iniciativa PPFE no logrará reducir la pobreza de los países más pobres.
La iniciativa implica que los países se sometan a un régimen de disciplina financiera durante tres años y reduzcan su gasto social, de acuerdo con los llamados Programas de Ajuste Estructural del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En la actualidad, sólo Bolivia, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guyana, Mozambique y Uganda califican para participar en la iniciativa PPFE que, con fondos de unos 3.000 millones de dólares, reducirá su deuda a "niveles sustentables", según el Banco Mundial.
Pero las medidas que los países deben adoptar para calificar para la iniciativa PPFE son demasiado exigentes y afectan a los más necesitados de los países pobres, aseguran los activistas.
Los líderes del "G-8 comparten la responsabilidad por la deuda externa y ahora se lavaron las manos y pasaron la culpa a los países pobres", dijo Pettifor.
"Ahora los países más endeudados deberán saltar obstáculos aún mayores para calificar para la iniciativa que en Mozambique entregará menos de 40 centavos de dólar por persona al año", añadió.
Los países ricos deben convencer a sus propios pueblos de que la ayuda destinada a los países más pobres se dedica a los proyectos contra la pobreza, declaró a la prensa el primer ministro británico Tony Blair, actual presidente del G-8.
Los líderes del G-8 cooperarán con las instituciones financieras multilaterales, como el Banco Mundial y el FMI, y otros acreedores para asegurar que "cuando los países califiquen (para la iniciativa PPFE), obtengan la ayuda que necesitan, para garantizar una solución duradera a sus problemas de deuda".
Los jefes de gobierno también propusieron que el Banco Africano de Desarrollo realice su propia contribución a la iniciativa PPFE.
La deuda "es una forma moderna de colonialismo y esclavitud", exclamó Wangari Mathaai, de la organización ecologista Cinturón Verde, de Africa.
El costo total de la iniciativa PPFE asciende a 7.400 millones de dólares, incluidos 1.600 millones del Banco Mundial, 800 millones del FMI y 1.700 millones de otras agencias multilaterales.
Los miembros del G-8 pidieron a sus países que cancelen la deuda bilateral relacionada con la ayuda externa y se comprometieron a realizar las metas acordadas en el ámbito internacional para universalizar la educación primaria y reducir la mortandad materna e infantil en los países pobres.
La declaración del G-8 es "moderada y decepcionante", según Tony Juniper, de la organización ecologista Amigos de la Tierra. "Los más pobres del mundo seguirán soportando una carga inhumana y muriendo en forma innecesaria", señaló.
"El alivio de la deuda prometido (por el G-8) tiene tantas condiciones y lleva tanto tiempo acceder a él que sólo conformará a los contadores y no contemplará las necesidades humanas", añadió Andrew Simms, de la ONG Ayuda Cristiana.
Aparte de la deuda, los líderes del G-8 analizaron otros problemas, como la crisis financiera del sudeste asiático. Pero las ONG también criticaron sus propuestas para erigir una "nueva arquitectura financiera".
"La nueva arquitectura financiera, como la vieja, tiene el fin de impulsar las economías del G-7 (el G-8 menos Rusia) y sus compañías trasnacionales", dijo Juniper.
"La vieja arquitectura no les funcionó. Al G-7 no le interesan los pobres, sino la economía mundial. Sólo se refieren al problema porque la crisis del sudeste asiático comenzó a afectar sus propias economías", añadió.
Las ONG también criticaron a los líderes del G-8 porque ratificaron su confianza en el papel del FMI, en el contexto de las gestiones internacionales para recuperar la estabilidad del sudeste asiático, y reiteraron la necesidad de liberalizar los mercados de capital de los países de la región.
"Es como pedirle a los países en desarrollo que se internen en el océano Atlántico con barcos construidos como el Titanic. No debemos permitir que estos países se hundan al navegar por aguas tormentosas", señaló Martin Khor, director de la organización Red del Tercer Mundo.
No es posible que los países en desarrollo puedan liberalizar sus mercados de capital mientras fortalecen sus sistemas bancarios, aseguran activistas como Khor.
La única forma de fortalecer los sistemas financieros de los países en desarrollo es enlenteciendo y no acelerando el proceso de liberalización, según los activistas, para que puedan soportar la volatilidad monetaria y las actividades de los especuladores financieros.
Pero la declaración del G-8 se manifestó en contra de las "fuerzas proteccionistas de corto plazo" que se podrían desatar en el sudeste asiático.
"Esta actitud sería nociva para las posibilidades de la recuperación. Decidimos mantener abiertos nuestros mercados y pedimos a los demás países que hagan lo mismo", dijeron los líderes del G-8. (FIN/IPS/tra-en/dds/rj/aq-ml/dv/98