Una disputa por tierras de décadas de antigüedad entre los grupos étnicos baoule y bete de Costa de Marfil se transformó una vez más en un violento conflicto y dejó una huella de muerte y destrucción a su paso.
Al menos tres personas murieron, 10 aldeas fueron incendiadas y cientos de personas huyeron de sus hogares en Zoukougbeu, en el oeste de este país de Africa occidental, como resultado de los enfrentamientos.
Según informes, los disturbios comenzaron cuando algunos miembros del clan niaboua, que integran la comunidad bete, descubrieron el cadáver de un integrante del grupo en su plantación de cacao.
La creencia de que el hombre fue muerto a fines de abril por un baoule no identificado fue el motivo de los ataques contra aldeas de ese grupo étnico.
Las fuerzas de seguridad confirmaron que cientos de baoules huyeron del área, situada a unos 500 kilómetros de la capital, Abidján. Algunos buscaron refugio en localidades cercanas con protección policial y otros regresaron a su tierra natal en el este del país.
Los betes (el mayor de los 63 grupos étnicos de Costa de Marfil, seguidos por los baoule) habitan en la rica selva tropical del oeste del país.
Las relaciones entre las dos comunidades más numerosas se volvieron difíciles desde que agricultores baoule comenzaron a llegar al oeste en la década de 1960 para cultivar cacao y café, los principales productos agrícolas del país.
Sus anfitriones betes todavía los ven como invasores y, en una reunión de crisis celebrada en Zoukougbeu a principios de mes, los jefes niaboua declararon que todo lo que pretendían era que los baoules retornaran a su región de origen.
No cambiaron de idea ni siquiera cuando el comisionado regional, Al Moustapha, visitó el lugar y urgió a ambos grupos a olvidar sus diferencias y aprender a coexistir. "Costa de Marfil les pertenece a todos ustedes. Aprendan a vivir juntos y no se rechacen", exhortó.
Pese al llamado a la paz de Moustapha, las hostilidades se reanudaron tras su partida.
"En el área hay una atmósfera de incertidumbre", dijo a IPS Joseph Konan, un periodista local que visitó la zona.
"Aldeas que hasta hace poco estaban llenas de vida se han convertido en ciudades fantasma, y sus antiguos habitantes tienen miedo de volver aunque las autoridades locales les garantizaron protección", agregó. (FIN/IPS/tra-en/md/kb/ml/pr/98