Centenares de campesinos bloquearon el jueves la carretera BR-428 en Orocó, nordeste de Brasil, y atacaron 11 camiones que llevaban alimentos con el fin de alimentar a más de 2.000 familias allí acampadas.
Los camiones transportaban frijoles, arroz, fideos, aceite, harina de maíz y otros alimentos que alimentarán "cerca de 2.000 familias de hambrientos provenientes de áreas vecinas", informó Janeide Ferreira de Sousa, dirigente del Movimiento de los Sin Tierra (MST) del estado de Pernambuco.
El campamento de Orocó, a 600 kilómetros de Recife, capital de Pernambuco, se formó a fines de marzo, ocupando la hacienda Acarapá, que los sin tierra aspiran a destinar a un asentamiento por considerarla improductiva en manos de sus actuales propietarios.
El saqueo es producto de "la sequía y el hambre" que azota el interior del nordeste de Brasil sin que el gobierno adopte las medidas necesarias, advirtió de Sousa.
La policía logró impedir el saqueo de algunos camiones, según el comisario local, Adeilton Barros, sin precisar cuántos fueron atacados.
Testigos dijeron que por lo menos seis camiones fueron desviados de la carretera al campamento. Un total de 110 toneladas de alimentos habría sido capturado por los campesinos.
"Fue un robo", opinó el comisario, quien señaló a IPS que las familias del campamento reciben una canasta básica alimentaria del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA), órgano que asienta campesinos en tierras expropiadas por el gobierno.
Pero los sin tierra afirman que, si llega tal ayuda, es insuficiente. Desde el inicio del campamento piden la presencia de técnicos del INCRA para comprobar que el predio es improductivo y que, de acuerdo con la Constitución Nacional, debe destinarse a la reforma agraria.
Adeilton Barros reconoció que la sequía es grave y que dejó en dificultades de sobrevivencia a millones de campesinos. El problema fue previsto "hace dos años" y no se adoptaron medidas preventivas.
Además del campamento de Orocó, hay otro de 1.500 familias en Santa Maria da Boavista, municipio vecino también bajo su jurisdición, informó el comisario.
Para ejercer su misión, él solo dispone de ocho policías. La Policía Militar, principal responsable del orden público, cuenta con 14 efectivos. Con esos recursos humanos "es imposible evitar los saqueos", por la gran extensión del área a ser controlada, se lamentó.
Orocó tiene solo 5.000 habitantes regulares. Es decir, el campamento local de los sin tierra es más populoso que la ciudad.
La carretera BR-428, en el suroeste de Pernambuco, acompaña un pequeño tramo del río Sao Francisco, gran recurso hídrico del nordeste. "Los sin tierra son vivos. Solo invaden tierras 'nobles', en la orilla de los ríos", acusó el comisario.
Las familias acampadas en Orocó y Santa Maria da Boavista proceden del interior de Pernambuco, una de las áreas más dañadas por la sequía atribuida al fenómeno de El Niño.
Los organismos oficiales reconocen que la sequía afecta a 1.209 municipios en los que viven cerca de diez millones de personas, casi un cuarto de la población del nordeste, la región más pobre de Brasil.
Los "flagelados", como suele denominarse a los que abandonan sus tierras secas, buscan el río Sao Francisco no sólo por la abundancia de agua. A unos 150 kilómetros de Orocó se ubica Petrolina, centro de un programa de fruticultura irrigada que trajo gran prosperidad a la región, atrayendo muchos migrantes.
La sequía es un fenómeno periódico en el interior del nordeste brasileño y se agrava cuando El Niño se hace más fuerte. La actual repite una prolongada falta de lluvias en 1983, también reflejo del calentamiento del océano Pacfico.
Este año en algunas áreas se produjo el fenómeno denominado "sequía verde", por el cual llueve poco, estimulando la siembra. Las plantaciones verdes engañan al campesino, agravando sus pérdidas, al incluir las semillas y otras inversiones inútiles.
El gobierno trata de distribuir alimentos, pero son insuficientes y hay dificultades para llegar a todas las áreas. Un movimiento de solidaridad, de la iglesia y organizaciones sociales, programas de generación local de empleos y otras iniciativas tratan de aliviar los efectos de la sequía.
En el pasado, el fenómeno provocaba un gran éxodo de la región en busca de mejores perspectivas en las grandes ciudades del centro-sur del Brasil. Pero ahora tampoco las metrópolis industriales, como Sao Paulo, ofrecen empleos, ya que afrontan una desocupación sin precedentes. (FIN/IPS/mo/mj/ip dv/98