La ganadería de Brasil, la mayor del mundo, con 160 millones de vacunos, vive una gran transformación para ganar productividad y capacidad de exportación, y el proceso pude beneficiar también el ambiente.
El liderazgo en cantidad, con un bovino por habitante, poco significa en términos de producción y competitividad. Brasil exportó carne vacuna por 450 millones de dólares en 1997, sólo 2,3 por ciento del total mundial y mucho menos que Argentina.
Tener ese numeroso rebaño no evita a este país la importación de leche y derivados, especialmente de Argentina, cuya productividad en la materia es el triple de la brasileña.
La ganadería dominante en Brasil es extensiva, con los animales sueltos en pastizales inmensos y poco productivos. En gran parte constituye más bien una actividad de conquista y afianzamiento de propiedades rurales que de producción.
Esa situación empezó a cambiar en los últimos cuatro años, a partir de la estabilidad monetaria. La tierra superó entonces su condición de mecanismo de defensa ante la inflación para volver a ser un medio de producción.
La ganadería intensiva, que utiliza establos y la siembra de praderas de invierno, gana terreno. En 1993 englobaba a 1,7 millones de vacunos, que serán más de cuatro millones este año. Es muy poco ante los 80 millones de Estados Unidos, pero ya se refleja en el mercado.
La productividad aumentó y los grandes centros de consumo ya no enfrentan períodos anuales de escasez de carne y alza de precios por la destrucción de los pastizales en invierno, fenómeno que contribuyó al fracaso de un plan de estabilización económica en 1986.
Además, ese proceso pone en crisis la ganadería extensiva, que ocupa amplias areas centrales del país, los llamados "cerrados", de sabanas o bosques bajos y poco espesos.
El aumento de la cría intensiva libera cerca de 80 millones de hectáreas para la agricultura, reduciéndose así la destrucción de bosques de la Amazonia y otras regiones, destacó Eduardo Martins, presidente del Instituto Brasileño de Medio Ambiente, órgano ejecutivo de la política ambiental.
Esa superficie supera en 50 por ciento el área dedicada en Brasil a la agricultura comercial, que se mantiene estable desde los primeros años 80, aunque ha duplicado su producción.
El cambio se refleja también en la depreciación de la tierra, que ya no es empleada como refugio de capitales ante la inflación.
Desde julio de 1994, cuando se adoptó el plan real de estabilización, el precio de la tierra disminuyó 61 por ciento, según el Centro de Estudios Agrícolas de la Fundación Getulio Vargas.
La cría de ganado vacuno pasó a regirse por la misma búsqueda de productividad y competitividad de otros sectores, y también por la apertura del mercado y la competencia de otras fuentes de proteínas.
La avicultura, que respaldada en tecnologías avanzadas logró un alto desarrollo en las tres últimas décadas, conquistó gran parte del mercado interno de carnes. En materia de exportaciones, en 1997 aportó el doble de los ingresos de la carne vacuna.
La fiebre aftosa es otro obstáculo al aumento de la producción y exportación de carne de vacuno, además de los ineficientes métodos de cría.
Pero esa dificultad también empieza a ser superado, según el ministro de Agricultura, Francisco Turra, quien anunció que la Organización Internacional de Epizootias declaró libres de aftosa, aunque con vacunación, a Río Grande del Sur y Santa Catarina, dos estados del sur de Brasil.
Esos dos estados poseen cerca de 15 millones de vacunos. Los principales mercados mundiales cierran sus puertas ante la aftosa, y la certificación lograda podría traducirse este año en el incremento de la exportacón de carne en 100.000 toneladas, calculó Joao Carlos Mirelles, secretario de Agricultura del estado de Sao Paulo y dirigente ganadero.
El ministro Turra cree que la fiebre aftosa será erradicada en todo el pas hacia el 2007, por el esfuerzo actual de vacunación y control de la enfermedad. (FIN/IPS/mo/ff/if/98