El río Tietê, que interna a los paulistas en el Mercosur por la hidrovía Tietê-Paraná y que ayudó a los portugueses a mover hacia el oeste la línea del Tratado de Tordesillas que dividía América del Sur entre Portugal y España, será aún por décadas una cloaca a cielo abierto.
Aunque en siglos pasados fue la principal vía de comunicación con el interior brasileño, el río se degradó en los últimos 50 años hasta convertirse en un canal cercado de sucias avenidas y cargado de desechos industriales y domésticos.
Ni siquiera inversiones de 4.000 millones de dólares previstas en un proyecto de descontaminación del río financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial garantizan que el curso de agua recobre vida en el trecho que atraviesa Sao Paulo, la mayor ciudad de América del Sur.
Según el ingeniero Eduardo Luis Serpa, de la Compañía de Tecnología y Saneamiento Ambiental de Sao Paulo (Cetesb), pasarán décadas antes de que la ciudad alcance un punto de equilibrio en el uso del río y éste pueda tener una buena calidad de agua.
"Aunque 90 por ciento de todo el material residual que va a parar al río reciba tratamiento, lo cual se considera excelente, en Sao Paulo un 10 por ciento equivale a los desechos producidos por una ciudad de 1,6 millones de habitantes", señaló Serpa.
El Tietê tiene 2.400 kilómetros navegables y más de 6.000 kilómetros de riberas. En cuanto a la hidrovía Tietê-Paraná, atraviesa 220 ciudades brasileñas y tiene un área de influencia de 800.000 kilómetros cuadrados, con un ingreso promedio por habitante de 5.000 dólares.
Como si eso fuera poco, a lo largo de la hidrovía hay 10 usinas hidroeléctricas que generan 25 millones de kilovatios, con 10 esclusas que permitirán en breve la integración directa entre los cuatro países del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) y Bolivia, uno de sus asociados.
A pesar de su gran importancia geoeconómica, el Tietê, como la mayoría de los ríos brasileños, no fue preservado del punto de vista ambiental al establecerse las ciudades en sus márgenes.
El ingeniero Gaudino Inácio de Souza, también de la Cetesb, ofreció una explicación histórica para el hecho: la cultura del colonizador portugués dejaba los ríos en los fondos de las casas, para arrojar los desechos.
De hecho, ése fue el tratamiento recibido por los principales ríos de Brasil y por el Tietê en particular. El trecho que atraviesa la metrópolis de Sao Paulo fue rectificado y disminuido de 40 a 20 kilómetros.
"La llanura y la pérdida de sus meandros redujeron la velocidad del río", explicó Serpa. Eso, según él, restó oxigenación a las aguas y facilitó la sedimentación del cauce.
El Tietê excede todas las escalas de medición de la calidad del agua. Su contaminación supera el grado cuatro, el mayor de la escala.
El grado cuatro determina que el río puede ser utilizado para navegación y para abastecimiento urbano después de un tratamiento avanzado.
En resumen, la gran hidrovía Tietê-Paraná tendrá un trecho no navegable dentro de la metrópolis de San Pablo porque, entre otras cosas, la calidad del agua no lo permite.
A pesar de la indiferencia histórica en relación al río, los habitantes de Sao Paulo parecen estar aumentando su conciencia sobre el problema.
Una encuesta realizada por el Servicio Social de Comercio (Sesc), que reúne a empresas comerciales dedicadas a la educación y el ocio, reveló que 91 por ciento de los paulistas adultos creen que la contaminación del río es un problema grave. (FIN/IPS/tra- en/awm/ml/en/98