La presencia por primera vez en 20 años de un jefe de gobierno de Canadá en Cuba tendió puentes económicos con la isla socialista por encima de toda divergencia en el terreno político.
Aunque el primer ministro canadiense Jean Chrétien insistió varias veces en su pedido de cambios políticos al presidente Fidel Castro, en el fondo su visita estuvo marcada por los intereses comunes.
Chrétien, quien permaneció en La Habana unas 40 horas, a partir del domingo pasado, mantuvo dos rondas de conversaciones con Castro, solicitó la libertad de un grupo de presos políticos, y pidió la democratización de la sociedad cubana.
Criticó la situación de los derechos humanos, pero dijo haber visto cambios en la isla, porque un discurso suyo fue transmitido en vivo a la población, y por la libertad que tuvo para escoger con quien reunirse, así fuera la oposición.
Castro, casi todo el tiempo vistiendo su uniforme verde olivo, hizo gala de su tradicional hospitalidad y sólo tras la despedida de Chrétien conversó con la prensa para rechazar cualquier cambio político en la isla.
El mandatario cubano dijo estar "abierto al diálogo y a las experiencias nuevas" y advirtió que "la única manera de no obtener nada de Cuba es ejercer presiones", pero aclaró que "no hubo nungún tipo de presiones" por parte de Chrétien.
"El cambio más grande que ha habido en Cuba es la Revolución", dijo Castro, y se mostró halagado porque Chrétien lo identificó como "un comunista convencido".
Hechas las declaraciones de principios de ambas partes, la visita de Chrétien a La Habana sirvió sobre todo para afianzar la penetración del capital canadiense y la posición de Canadá como el socio comercial más estable de Cuba.
Canadá es el inversor más importante en la isla, con un capital superior a los 600 millones de dólares, es el segundo socio comercial de La Habana, con un intercambio superior a los 500 millones y más de 160.000 turistas canadienses llegan anualmente a este país.
Cuba exporta a Canadá níquel, azúcar crudo, melaza de caña, productos del mar y tabaco, e importa alimentos, estructuras metálicas, maquinarias y accesorios industriales, vehículos, equipos eléctricos, y sulfuro y cloruro de potasio.
Una empresa canadiense, Sherritt International Corp, está considerada la mayor inversionista extranjera en la isla, con un capital comprometido superior a los 500 millones de dólares y negocios en el níquel, el petróleo y las comunicaciones.
Desde 1994, Canadá aplica un amplio programa de acompañamiento de la reforma económica dispuesta por el gobierno de Castro. El declarado objetivo de las autoridades canadienses es favorecer el cambio "económico y político" en Cuba.
La Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional (CIDA) ha aportado en los últimos cuatro años unos 12,5 millones de dólares en proyectos bilaterales, incluyendo unos cinco millones en ayuda alimentaria y cuatro millones para el sector social.
El programa bilateral facilita el diálogo sobre los derechos humanos y buen gobierno, ayuda al mantenimiento de los sistemas de salud y educación y apoya las reformas económicas a través del Banco Central y los ministerios de Economía y Planificación y Finanzas y Precios.
Para Canadá, la isla caribeña es un mercado virgen, en el que pretende afianzas posiciones mientras Estados Unidos mantiene su política de bloqueo de la isla. Los canadienses saben que, de levantarse el bloqueo, una masiva avalancha de capitales estadounidenses se precipitaría sobre la isla.
A su vez, Cuba prefiere crear condiciones privilegiadas para capitales como el canadiense, o el europeo, cuya irrupción tiene un efecto cultural e ideológico menos agresivo que el que producirían las inversiones estadounidenses.
En ese camino, los dos gobiernos anunciaron el lunes pasado la solución de una disputa de cuatro décadas sobre la expropiación de bienes a cinco compañías aseguradoras canadienses, y la negociación de un acuerdo de protección mutua de inversiones.
El primero de los dos acuerdos puso fin al problema de las demandas canadienses sobre las propiedades nacionalizadas en los primeros años del gobierno de Castro.
El tema de la compensación por expropiaciones, uno de los móviles de la polémica ley Helms-Burton, de Estados Unidos, queda finalmente aislado al caso estadounidense, pues Cuba ya había resuelto el asunto con España, Francia, Gran Bretaña, Irlanda y Suiza.
Cuba abre sus brazos al capital canadiense, tan necesario para la recuperación de su economía, que entró en severa crisis a principios de esta década, tras la pérdida de sus principales socios comerciales de Europa oriental.
También logró confirmar la colaboración de Ottawa, socio de Estados Unidos en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en su lucha contra el bloqueo y todo tipo de sanciones económicas unilaterales de alcance extraterritorial. (FIN/IPD/da/ff/ip/98