Hace 40 años, el escritor Carlos Fuentes bautizó a la capital de México como "la región más transparente", pero hoy, la urbe se ahoga entre contaminantes, la población envejece antes de tiempo y el cielo azul no se ve casi nunca.
"La región más asfixiante" es el nombre usado ahora por ecologistas y políticos para referirse a la ciudad de México, que esta semana enfrenta su enésima crisis ambiental.
Afectada por un calor sin precedentes, sin vientos que pudieran barrer el humo, los gases de combustión y las partículas suspendidas procedentes de incendios forestales, de los automóviles y de la basura, la ciudad y su zona suburbana huelen a quemado y la visibilidad máxima no supera los 800 metros.
Por segundo día consecutivo, el gobernador Cuauhtémoc Cárdenas aplicó el miércoles pasado el programa de contingencia ambiental, que incluye, entre otras disposiciones, disminución de vehículos en circulación y de la producción industrial, así como la anulación de actividades al aire libre en escuelas y colegios.
"La región más transparente" de hace cuatro décadas, cuando la ciudad tenía menos de cinco millones de habitantes, es en el presente sólo una referencia, un deseo que no se cumplirá, señaló el escritor Homero Aridjis.
La capital mexicana es ahora uno de los conglomerados urbanos más grandes del mundo. Su área metropolitana alberga 20 millones de habitantes.
Como siempre sucede cuando se declara una contingencia ambiental, en esta ocasión grupos ecologistas dijeron que se trata de medidas tardías, los políticos criticaron la ineficiencia de las autoridades, los expertos recomendaron un sinfín de soluciones y los médicos alertaron peligros a la salud pública.
Según la Comisión de Salud de la Asamblea Legislativa de la capital, la expectativa de vida de los habitantes de la ciudad, que ahora fluctúa entre los 69 y 71 años, se reduce entre cinco y 10 por ciento por la contaminación.
La Secretaría (ministerio) de Salud informó que en los últimos días aumentaron hasta 30 por ciento los casos de tos seca y dolor de cabeza. Siete de cada 10 capitalinos presentan alguna afección.
Ubicada a 2.240 metros sobre el nivel del mar, anclada en una zona rodeada de montañas, con más de 3,5 millones de vehículos, decenas de fábricas que emiten toneladas de gases, 20 millones de habitantes y un transporte público ineficiente, la ciudad "mas transparente" semeja hoy una cámara de gas.
La situación, común en gran parte del año, se agravó en los últimos días por el calor y los centenares de incendios forestales que de enero a la fecha afectaron a la ciudad y al país.
Según las autoridades, como nunca antes, la población capitalina enfrenta ahora una alta concentración de partículas suspendidas en el aire.
Este tipo de contaminación agrava los padecimientos respiratorios y cardiovasculares y debilita el sistema inmunológico.
Mientras, las ya frecuente concentración de ozono, que se produce por una reacción química entre la luz solar y la combustión de los vehículos, acelera los procesos de envejecimiento celular y en ocasiones favorece el cáncer de pulmón, advierten los médicos.
La Organización Mundial de la Salud advirtió ya en 1993 que respirar un día el aire de la ciudad de México equivalía a fumar 40 cigarrillos.
La gobernación encabezada por Cárdenas, quien asumió su cargo en diciembre, aseguró que las autoridades realizan todo lo que está a su alcance para combatir la contaminación, pero advirtió que muchas de las estrategias adoptadas son de largo plazo.
Reordenar el tránsito, modernizar el parque automotor, exigir equipos anticontaminantes a las fábricas y mejorar las gasolinas, son algunas de las medidas planteadas.
Algunos investigadores proponen que se instalen en diferentes partes de la ciudad ventiladores gigantes, para empujar el aire contaminado hacia otras zonas. Pero las autoridades responden que sería una medida onerosa y poco efectiva.
Informes oficiales indican que la calidad del aire en la ciudad de México es considerada satisfactoria menos de 30 días al año. (FIN/IPS/dc/ff/en/98