Ante la urgencia y la fatalidad que vive Argentina por las innundaciones del noreste pocos recuerdan las advertencias de ecologistas y meteorólogos, que desde hace largo tiempo denuncian los riesgos de la tala indiscriminada y el aumento del calentamiento global del planeta.
Las lluvias que cayeron este año en el noreste del país provocaron en el último mes el desborde de los ríos de la Cuenca del Plata sobre unas ocho millones de hectáreas, causando 17 muertos y casi 150.000 evacuados, además de pérdidas económicas que el gobierno estima en unos 3.000 millones de dólares.
Pero el ex subsecretario de Medio Ambiente, Héctor Dalmau, aseguró que las innundaciones no son una catástrofe natural sino el producto de la desidia y la imprevisión, y acusó a las autoridades de Argentina y Brasil por no llevar adelante un plan de reforestación de la cuenca.
"Hace seis años debieron haber impulsado programas de forestación en la alta cuenca para favorecer la absorción del agua", dijo Dalmau y agregó que del Mato Grosso hacia el sur la selva perdió más de 50 por ciento de su extensión en 40 años.
Claudio Bertonatti, dirigente de la Fundación Vida Silvestre, dijo a IPS que varios factores desencadenan las innundaciones y uno de ellos es la deforestación en los estados de Río Grande y Santa Catarina, en el sur de Brasil, y en el noreste de Argentina, en particular en la provincia de Misiones.
"Los bosques y las selvas actúan como esponjas que absorben gran cantidad de agua de lluvia", subrayó Bertonatti. "Pero en lo que va del siglo, en Argentina desapareció 60 por ciento de los bosques y en el sur de Brasil, más de 90 por ciento de la selva quedó devastada", según revelan imágenes satelitales.
Dalmau indicó que el bosque absorbía 80 por ciento del agua de lluvia, un fluído que ahora va a engrosar el sistema hídrico, aumentando los caudales de los ríos Paraná, Uruguay, Paraguay y sus afluentes, hasta llegar al Río de la Plata.
La tala indiscriminada fue reconocida en Brasil por el estatal Instituto de Investigaciones Espaciales, que admitió este año que entre 1995 y 1997, en la región amazónica fueron arrasados más de 60.000 kilómetros de selva, una superficie mayor a la de Suiza.
El fenómeno no sólo está relacionado con el latifundio sino con la supervivencia de pequeños agricultores que desmontan la selva, venden la madera y destinan la tierra limpia a que pasten animales y al cultivo de alimentos hasta que se agota el suelo. Entonces migran hacia otra zona, donde repiten la operación.
Lo mismo está ocurriendo en el noreste de Argentina.
"Es un problema asociado a la pobreza", señaló Bertonatti. Muchos de los pequeños agricultores del sur de Brasil y de Paraguay emigran a Misiones, talan selva y bosques, y explotan los suelos que luego con la lluvia se desgastan rápidamente.
"Los suelos no pueden absorber tanta agua de lluvia como lo hacían los árboles y se lavan, es decir que dejan que se arrastre la materia orgánica que hace fértil a la tierra, y entonces la erosión afectará la subsistencia en el corto plazo, forzando a los agricultores a migrar una vez más", añadió.
Del mismo modo opina el meteorólogo Juan Jacinto Burgos, del Centro de Investigaciones Biometeorológicas de Argentina, quien dijo a IPS que las innundaciones en el noreste son consecuencia del fenómeno del Niño, que en los últimos meses mostró su faceta más destructiva y sostenida en este país mediante las lluvias.
"Esta corriente del Niño es identificada ya por los expertos como 'la corriente del siglo' por lo intensa, durable y extemporánea", describió Burgos. El fenómeno de intensas lluvias debió culminar en febrero pero se extendió y podría mantenerse hasta julio, advirtió.
"La corriente del Niño será cada vez más larga e intensa debido al calentamiento del planeta, que provoca el aumento de temperatura de los océanos, mayor evaporación, mayor humedad, tormentas, lluvias e innundaciones", sentenció.
Burgos responsabilizó por el calentamiento a los países desarrollados que siguen generando grandes cantidades de dióxido de carbono producto de la combustión de carbón y petróleo. Sin embargo, precisó que la solución no está sólo en los compromisos que asuman los países industrializados para reducir emisiones.
"Los países en vías de desarrollo también contribuimos al calentamiento global mediante la deforestación de bosques y selvas que son los sumideros del anhídrido carbónico, por lo que deberíamos evitar la tala y reforestar", sugirió el meteorólogo.
Burgos señaló que en los incendios desatados este año en las selvas del sur de Brasil se perdieron unos 40.000 kilómetros cuadrados de bosques, mientras que la explotación de los árboles sigue siendo paralelamente una actividad en auge.
En Argentina, las inversiones en la industria forestal fueron millonarias en los últimos años y se concentraron en las provincias del noreste Misiones y Corrientes, las dos ubicadas en la región litoral, que hoy viven el drama de miles de familias evacuadas por las "inexplicables" crecidas de los ríos.
Empresas de Chile y Estados Unidos, e incluso la angloholandesa Shell, adquirieron en los últimos dos años miles de hectáreas en esas provincias para instalar aserraderos y fábricas de tablones y papel.
Entretanto, miles de evacuados hacinados, enfermos y en muchos de los casos hambrientos, miran al cielo y se preguntan hasta cuando deberán esperar para reencontrarse con lo que quedó de sus casas y volver a empezar. (FIN/IPS/mv/ag/en/98