Aruba se convirtió en uno de los mayores éxitos turísticos del Caribe en menos de 15 años, aunque algunos exigen cautela ante las posibles consecuencias sociales del crecimiento explosivo del sector.
Los empresarios esperan que, con un desempleo inexistente y la atracción ejercida por la prosperidad del mercado en los países vecinos de América Latina, la ex colonia holandesa no desarrolle, a medida que crece su economía, los síntomas del deterioro social.
Hasta ahora, todo va bien. La delincuencia se encuentra muy por debajo del promedio del resto del Caribe y la pobreza es un fenómeno apenas visible. Pero algunos recomiendan cautela.
"Estamos en un momento en que nuestra economía se debe consolidar. Pero una de las presiones que tuvimos fue un enorme ingreso de trabajadores extranjeros en nuestra pequeña comunidad", dijo el empresario Roly Sint Jago.
"Cuando hay 10.000 extranjeros en una economía, la situación social se ve presionada", sostuvo.
La mayoría de los observadores calculan que la cantidad de inmigrantes asciende a más de 10 por ciento de la población total de 85.000 personas. La mezcla generó el uso de múltiples idiomas e intercambios culturales que se extienden más allá de las costas del Caribe.
El idioma oficial es el holandés, pero también están generalizados el inglés, el castellano y el dialecto local llamado papiamento.
"Hemos importado mucha mano de obra de otros países y ello cambió la cultura", dijo el funcionario de relaciones públicas Antonio Leo. "Esta situación preocupa mucho a la población de Aruba".
Pero la naturaleza del desafío no es nada nueva. Aruba siempre fue un lugar de diversidad cultural.
Hasta 1985, la refinería de Lago, perteneciente a la trasnacional petrolera Exxon, ubicada en el pueblo de San Nicolás, en el sudoeste de la isla de 193 kilómetros cuadrados, era la principal fuente de ingresos y empleo y el centro de la actividad económica del país.
Cuando se instaló la refinería en 1928, atrajo a cientos de inmigrantes de todas partes del Caribe anglófono y creó una economía que fue el orgullo del grupo de las Antillas holandesas.
San Nicolás se convirtió en un microcosmos del Caribe y ahora hay planes para construir un museo de la región allí. En los años 40, durante la actividad pico de la refinería, esta empleaba a unos 7.000 trabajadores de 56 países distintos.
Eso fue hasta que Exxon se retiró del país en 1985. Entonces, muchos ciudadanos de Trinidad y Tobago, Granada, Jamaica y otros trabajadores de países angloparlantes también se fueron, pero a medida que se expandía el sector turístico, un número creciente de colombianos y venezolanos se trasladaron a Aruba.
Ahora, una vez más, el panorama social de la isla sufre una metamorfosis. Aruba se convirtió en uno de los mercados de turismo de mayor crecimiento de América, lejos de la recesión económica que provocó la partida de Exxon.
Un año después del cierre de la refinería, Aruba se convirtió en parte autónoma del reino de Holanda. Fue un acuerdo político que dejó al gobierno local con responsabilidad sobre todos los asuntos nacionales, a excepción de la defensa y las relaciones exteriores.
Entre 1985 y 1991, el año en que la empresa Coastal Corporation reabrió la refinería, el territorio autónomo se dedicó a aprovechar la fortuna subyacente en sus playas, de las más hermosas del Caribe.
"La crisis en Aruba fue el comienzo de lo que, para nosotros, fue un largo proceso de experimentación", dijo el primer ministro Henny Eman. La apuesta al turismo parece haber funcionado.
En 1996, el turismo aportó 74 por ciento de las divisas de la isla y empleó a más de 14.000 personas.
El producto interno bruto asciende a unos 1.700 millones de dólares por año y el ingreso por habitante ronda los 18.500 dólares. Aruba se encuentra entre los 25 países con mayor desarrollo humano, según los últimos cálculos.
La capacidad hotelera aumentó de 2.000 plazas en 1986 a 7.000 en 1998 y el ingreso de turistas alcanzó la marca de 640.000 el año pasado. El gobierno de Eman pretende que los beneficios del crecimiento alcancen a todos.
"La cuestión es administrar las consecuencias sociales del desarrollo económico", opinó Sint Jago.
"El desafío de consolidar la economía y mantenerla en crecimiento es social. También debemos considerar la posibilidad de graduar la expansión, porque existe el riesgo de recalentar la economía", advirtió.
No obstante, el turismo de Aruba es celosamente observado por el resto del Caribe. La isla figura en el lugar número 14 en el sector en América. En la región caribeña, sólo la superan República Dominicana, Bahamas, Jamaica y Cuba, mucho mayores que la pequeña isla. (FIN/IPS/tra-en/ot/wg/cb/aq-lp/if/98