La Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica se prepara para terminar su misión investigadora sobre los horrores del apartheid, pero podría dejar más preguntas que respuestas sobre la historia de este país.
La Comisión dejará de existir en julio, después de dos años y medio de investigaciones sobre violaciones de los derechos humanos cometidas bajo del régimen de segregación racial conocido como apartheid, que pusieron al descubierto asesinatos, violaciones, torturas e incluso el uso de armas químicas.
Mientras el proceso se acerca a su fin, queda planteada la pregunta de si valió la pena el trauma de escarbar en el tenebroso pasado de la nación.
"Terminamos, pero tenemos más preguntas que respuestas", confirmó un miembro de la Comisión, Hlengiwe Mkhize. "¿Se conocerá algún día toda la verdad sobre el proceso del apartheid? ¿Por qué hubo millones de sudafricanos que prefirieron desvincularse de nuestro trabajo?". preguntó.
"Hubo algunos que se burlaron del dolor de las víctimas y se refirieron a la Comisión como 'paño de lágrimas', mientras que otros se apresuraron a demandar la reconciliación, pidiéndole a esas víctimas que olvidaran", contó Mkhize.
La Comisión tenía la misión de facilitar el esclarecimiento de la verdad con el fin de colaborar en la reconciliación de los sudafricanos, además de cooperar con las víctimas a través de medidas de reparación y rehabilitación.
La historia de Sudáfrica está marcada por una extrema violencia, y la Comisión debía establecer en la forma más clara posible cuáles fueron sus causas y cuáles fueron las graves violaciones de los derechos humanos cometidas entre marzo de 1960 y diciembre de 1993.
"La Comisión tuvo la misión de retratar en forma muy precisa nuestro pasado, con el fin de liberar a los individuos y a la sociedad de una visión tergiversada de la humanidad, basada exclusivamente en el inhumano legado del apartheid", explicó un experto del Centro de Estudios sobre la Violencia y la Reconciliación, Brando Hamer.
En un estudio sobre el trabajo de la Comisión, Hamer dijo que al develar la verdad sobre las violaciones a los derechos humanos, se pretendía "ayudar a la recuperación de los sobrevivientes, a aceptar lo que les sucedió y a manejar las respuestas emocionales generadas por el trauma".
Pero no está claro si el proceso de esclarecer la verdad fue justo con las víctimas y los sobrevivientes, especialmente porque los causantes de las violaciones a los derechos humanos se rehusaron a revelar los secretos del apartheid ante la Comisión.
Uno de ellos fue el ex presidente P.W. Botha, quien no se presentó ante la comisión y declaró que hizo lo que hizo por el bien de la nación. Este tipo de actitudes ponen en duda las posibilidades de reconciliación entre las víctimas, casi siempre negras, y los blancos que se beneficiaban de la segregación.
A pesar de que el propósito de la reconciliación es muy noble, tampoco está claro si la mayoría negra agredida podrá aceptar alguna vez que un puñado de oficiales de seguridad hayan detenido, torturado y asesinado a 10.000 sudafricanos, mientras 3,5 millones de personas eran obligadas a abandonar sus hogares.
Uno de los aspectos más sorprendentes de este proceso de reconciliación que implica admitir los errores es la forma en que la comunidad blanca niega su vinculación con el apartheid.
Más allá de medios políticos o militares, los blancos no admiten en público que han votado por el Partido Nacional, arquitecto del régimen de apartheid vigente entre 1948 y 1994, ni que alguna vez hayan respaldado ese sistema de segregación racial.
Entretanto, las dudas sobre la cooperación de los ex gobernantes en el proceso de esclarecimiento de la verdad aumentaron tras conocerse la destrucción de 135.000 archivos de las fuerzas de seguridad del apartheid. La Comisión no logró determinar qué sucedió con esa información.
"Las víctimas no estamos satisfechas con la Comisión. Creíamos que la verdad era una condición previa a la reconciliación, pero si no conoces esa verdad tampoco pueden pedirte que te reconcilies con el agresor", planteó Alegría Nyoka, quien participa en el grupo de apoyo Khulumani.
Nyoka perdió a su hermano. Las fuerzas de seguridad del apartheid irrumpieron en su casa una tarde de agosto de 1987, fueron directo hasta el cuarto donde él dormía y le metieron 12 balas en la cabeza.
Después de la segunda guerra mundial, el mecanismo utilizado para esclarecer la verdad fueron los procesos públicos de criminales, conocidos como "los juicios de Nüremberg".
En cambio, en América Latina se establecieron comisiones de la verdad que debían indagar en el pasado pero sin debilitar los acuerdos políticos con el procesamiento masivo de los culpables. En Sudáfrica se actúa de manera muy similar, y es poco probable que haya enjuiciamientos a gran escala.
"¿De qué manera fue beneficioso todo este proceso? ¿O acaso fue el resultado de una concesión política en el marco del acuerdo sudafricano?", se preguntó Nomfundo Walaza, del Centro Trauma de Ciudad del Cabo.
El acuerdo negociado en Sudáfrica para terminar con el apartheid debía generar una "nación arcoiris", un territorio donde gente de todas las razas pudiera vivir en armonía.
Sin embargo, aún no se logra transferir el poder económico en manos de 12 por ciento de blancos hacia la mayoría negra, que representa 75 por ciento de la población.
Walaza considera que el proceso de reconciliación fue "una espada de doble filo" que explotó el sentimiento de las víctimas pero no les entregó una compensación, lo cual puede generar "deseos de venganza".
Al final del proceso se entregarán algunas compensaciones simbólicas a las víctimas, pero el gobierno aún no ha definido cuál será el método utilizado, ni quiénes serán los beneficiarios.
El comisionado Mkhize dijo que, según estimaciones de la Comisión, cada una de las víctimas podría recibir 4.200 dólares en un período de seis años. También se considera la entrega de servicios de atención psicológica, educacional y médica. (FIN/IPS/tra-en/gm/kb/lc-ml/hd/98