PERU: La cocaína gana terreno entre los ejecutivos

Guido R. era un ejecutivo de una empresa transnacional de 33 años, con trajes de medida, automóvil último modelo y un lujoso departamento. Sus exabruptos, cada vez más frecuentes, con el personal eran tomados como parte de una agresiva y exitosa personalidad.

Pero paulatinamente, Guido se había convertido en adicto al clorhidrato de cocaína, un problema cada vez afecta a más hombres de negocios en América Latina y se convierte en otro filón del del narcotrafico, con la aparición de servicios que entregan la droga en las oficinas de los consumidores.

Se estima que dos por ciento de los adictos a alguna droga en América Latina son ejecutivos consumidores de clorhidrato de cocaina y su consumo va en aumento.

En Perú, una investigación realizada por una organización no gubernamental especializada en el uso de drogas en 1993 demostró que 4,1 por ciento de los consumidores varones eran adictos a la cocaína y pertenecían en su gran mayoría a capas sociales altas. También registró 0,2 por ciento de consumidoras mujeres.

Cuatro años después, otra medición encontró que el consumo del clorhidrato había aumentado a más de seis por ciento en los varones y casi a dos por ciento en las mujeres.

El consumo de cocaina entre ejecutivos es un problema que trasciende a los paises productores del alcaloide, como Peru, Colombia o Bolivia, e incluso a America Latina. Informes procedentes de Argentina, Chile y Estados Unidos, dan cuenta de un aumento del uso de clorhidrato en ese sector social.

En Estados Unidos se estima que 10 por ciento de los altos ejecutivos han consumido cocaína al menos una vez en la vida. Las cifras pueden parecer exageradas, pero expertos sostienes que ejerce fuerte atractivo en personas expustas al estres y una sobrecarga de trabajo.

"Sentia que la mente se me aclaraba, tenia mas ganas de trabajar, pensaba con mas claridad', recuerda Guido -quien pidio mantener en reserva su identidad. El esta sometido actualmente a un tratamiento de desintoxicacion en una clinica especializada.

"Bastan dos gramos de cocaína para sentir grandes efectos", dice el doctor Milton Rojas, del Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas (CEDRO).

Pero esos "grandes efectos" pronto se transforman en un síndrome orgánico cerebral. El ejecutivo se torna agresivo e irracional, se vuelve inabordable, no quiere hablar con nadie, pelea, agrede verbal y hasta físicamente a sus trabajadores', precisa.

Eso sucedió en el caso de Guido, que en una ocasión golpeó a un subalterno que discutió una orden. Pero una tarde aspiró unos gramos de cocaína en su oficiana y sufrió una taquicardia que puso al descubierto su adicción.

"La cocaína aumenta la presión arterial y la frecuencia cardiaca y provoca la reducción del calibre de las arterias coronarias y por consiguiente, el corazón recibe menos sangre y menos oxígeno", dice el cardiólogo Carlos Tafur.

Según el médico, un tercio de los adictos a la cocaína que sufren un infarto tienen coronarias sanas.

Sin embargo, el cierre súbito de las arterias por la contracción de los músculos de la pared, la obstrucción por elementos minúsculos de la sangre que forman grumos o la insuficiencia de oxígeno son suficientes para que se produzca el infarto.

El primer caso de infarto al miocardio después de consumir cocaína fue reportado en 1982. Pero desde entonces, se han reportado más de un centenar, siendo la edad promedio 31 años, es decir, muy por debajo de la edad en que suelen producirse los infartos por enfermedad al corazón.

La aparición de entregas personales está contribuyendo a expandir el consumo de cocaína.

Un informe televisivo emitido recientemente por un canal peruano ofreció detalles de una modalidad que empieza a ponerse de moda: el ejecutivo llama a un número confidencial y solicita la entrega de la droga o confirma la cita para determinada hora, y de inmediato un repartidor se pone en camino.

El precio no es problema. En las zonas tradicionales de expendio de Lima, barrios de clase alta o media alta, el gramo se consigue desde 10 dólares. Los servicios de reparto a la oficina la ofrecen en 15 o 20 dólares, con garantía de alta pureza, según los propios usuarios.

Un adicto usa generalmente entre dos y cinco gramos de cocaína al día.

Lo que resulta sorprendente es la impunidad con que actúan estos servicios. La prensa suele contactarlos con relativa facilidad, pero la policía no logra ubicarlos.

"Es muy difícil infiltrarlos, ellos saben con quien trabajan, sólo les interesan clientes de clase A, son muy discriminatorios y cuentan con la complicidad de sus clientes, a quienes no les gustan los escándalos", comentó un analista. (FIN/IPS/zp/ag/ip/98

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