Los actos de violencia se intensificaron en Nepal debido a la renovada ofensiva de un movimiento guerrillero de inspiración maoísta que desde 1996 intenta fundar un estado republicano en el reino del Himalaya.
La violencia insurgente y la represión policial costaron la vida a unas 144 personas desde principios de 1996 y en las últimas tres semanas dieron lugar a atrevidos golpes de la guerrilla.
Los rebeldes maoístas detonaron bombas caseras en varios distritos, quemaron vehículos del gobierno y asesinaron con armas de fuego y cuchillos al menos a seis personas por ser, supuestamente, "informantes" de la policía.
El ala política de la insurgencia maoísta, el Frente del Pueblo Unido, convocó el lunes a una huelga general por una larga lista de reclamos que incluye la anulación de un controvertido tratado firmado con India, por el río Mahakali.
La huelga prácticamente convirtió a Katmandú en un pueblo fantasma con pocos transeúntes y escasos vehículos en las calles. La mayor parte de los negocios mantuvieron sus puertas cerradas.
La policía informó que hubo actos de violencia esporádica y la quema de vehículos en Katmandú. También se reportó que hubo violencia e incendios en otras localidades.
La agudización de la violencia ocurre unas semanas después de que el proscripto Partido Comunista de Nepal, de tendencia maoísta, dirigido por el arquitecto Baburam Bhattarai, celebrara dos años de su campaña, la "guerra del pueblo".
Desde que comenzó la campaña a principios de 1996, la insurgencia y la represión policial costaron 144 vidas a ambos bandos, entre ellas las de 24 policías, según datos proporcionados por la organización Sociedad por los Derechos Humanos y la Paz.
Observadores que visitaron zonas afectadas por la violencia en los distritos rurales de Rolpa, Rukum, Salyan y otros, cuentan historias de pobreza absoluta y desigualdad social que alejan al campesinado del proceso político.
"Los problemas que los maoístas pretenden resolver son auténticos. Pero el método que eligieron está equivocado, la violencia no tiene propósito", opinó el ex presidente del parlamento, Daman Nath Dhungana, quien visitó varios de los distritos afectados.
Varias organizaciones de derechos humanos, entre ellas Amnistía Internacional, con sede en Londres, atribuyeron las violaciones de los derechos humanos y la matanza indiscriminada a la insurgencia maoísta y a la policía por igual.
Un informe de la Sociedad por los Derechos Humanos y la Paz sostuvo que ambos bandos "son igualmente culpables por la violencia". Su presidente, Krishna Pahari, ex presidente del capítulo de Amnistía en Nepal, declaró a IPS que la violencia renovada amenaza la paz en el reino.
"Tendría que haber un esfuerzo concertado para alcanzar una solución política a la crisis, pero nadie, ni los maoístas, ni el gobierno, se lo toman en serio", aseguró.
A Pahari también le preocupa la actitud de ciertas organizaciones de derechos humanos y políticos que pintan a los maoístas como víctimas. "Ambos bandos cometieron graves violaciones, pero lo desconcertante es que se intenta justificar los asesinatos perpetrados por los maoístas".
La reanudación de la violencia es un golpe para el gobierno de centro-derecha de Nepal, que exhortó a la insurgencia al diálogo.
El ministro del Interior Jum Bahadur Jadka, tras apostar a una solución de línea dura para la crisis durante gran parte de su administración, adoptó un drástico cambio de política la semana pasada al pedir el diálogo con la guerrilla, durante una visita al Parlamento. Hasta el momento, la insurgencia no respondió.
De todas maneras, Jadka nombró un equipo de tres personas, con activistas de los derechos humanos, para contactar a los maoístas y solicitar su participación en las negociaciones. El legislador comunista y defensor de los derechos humanos Padma Ratna Tuladhar integra el grupo.
"No estamos seguros de si los maoístas tomarán en serio esta propuesta de negociación", dijo Tuladhar.
"La dificultad yace en el propósito de la insurgencia de obtener un Estado republicano, mientras la posición del gobierno no incluye la discusión de dicha posibilidad. Hacerlo sería arremeter contra la monarquía constitucional", añadió.
Otros activistas no son optimistas sobre las negociaciones. No es la primera vez que Jadka convoca a los maoístas a la mesa de diálogo ya que, a fines de 1996, la guerrilla rechazó una propuesta similar.
Pero esta vez, la inquietud tiene que ver con la falta de interés de ambos bandos en las negociaciones. "Tememos que utilicen las conversaciones como herramienta de propaganda", dijo Pahari. "El gobierno dice que quiere hablar, pero sigue matando en forma indiscriminada a la gente".
"Los maoístas aseguran que no se oponen a las negociaciones, pero insisten en su campaña de violencia. Ello demuestra que nadie quiere negociar", sostuvo Pahari. (FIN/IPS/tra-en/sp/rdr/aq-ml/ip/98