MEDIO ORIENTE: Iraq, Irán y Siria juntos ante reto turco-israelí

Tres importantes países vecinos de Medio Oriente, Irán, Iraq y Siria, se encaminan con paso firme hacia el fortalecimiento de sus vínculos ante la amenaza común de la alianza en ciernes entre Israel y Turquía.

Las relaciones entre Irán e Iraq, que libraron una guerra entre 1980 y 1988, ofrecen claras señales de mejoría ya que Teherán está cumpliendo su compromiso de liberar más de 5.600 prisioneros iraquíes y Bagdad hará lo mismo con 400 ex combatientes iraníes.

El intercambio de prisioneros comenzó el día 2 y la última entrega se realizó el lunes, cuando Irán devolvió a su país más de 1.500 prisioneros de guerra iraquíes y Bagdad liberó a 89 iraníes.

La relación entre Bagdad y Teherán, regida por la animosidad tras la revolución islámica de 1979 en Irán, ofrece señales de transformación debido al cambio de la situación en la región de Medio Oriente.

Iraq y Siria, cuyas relaciones diplomáticas están suspendidas desde 1980, también se están reconciliando.

Pocos días antes del comienzo del intercambio de prisioneros la semana pasada, Bagdad recibió la visita de un viceministro sirio al frente de un convoy de camiones de ayuda, un singular gesto de apoyo procedente de un país que fue uno de los peores enemigos de Iraq.

El acercamiento entre los tres países vecinos se debe a la amenaza en común que supone la alianza en proceso de Israel y Turquía, coincidente con la negativa del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, de línea dura, a reanudar las negociaciones de paz con Siria.

Las negociaciones fueron suspendidas por su predecesor Shimon Peres, poco antes de las elecciones generales de 1996.

No se producía un intercambio de prisioneros entre Irán e Iraq desde 1990, cuando el presidente iraquí Saddam Hussein liberó combatientes iraníes como parte de un acuerdo para concluir una disputa de límites territoriales por la hidrovía de Shatt al-Arab.

Entonces, tras la invasión de Kuwait en agosto de 1990, Saddam Hussein tenía necesidad de reconciliarse con Irán, su poderoso e irritado vecino.

Esta vez, el arreglo con Teherán surgió debido a la crisis de febrero, generada por la negativa de Iraq de recibir en forma incondicional a inspectores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que debían verificar la eliminación de sus armas de destrucción masiva.

Durante la crisis, Saddam Hussein envió a su ministro de Relaciones Exteriores a Teherán donde, junto con el canciller iraní, se crearon dos comités para resolver los problemas heredados de la guerra de 1980-88 y hallar la manera de profundizar los vínculos.

La conclusión lógica de estas gestiones sería un tratado de paz entre Irán e Iraq. Pero aún queda mucho terreno por cubrir para alcanzar dicha meta.

Aparte del intercambio de prisioneros, existen discrepancias sobre la indemnización que Bagdad pagará a Teherán por la guerra y sobre el destino de 140 aviones iraquíes que fueron enviados a Irán durante la guerra del Golfo, en 1991, para protegerse de las bombas de la coalición de fuerzas liderada por Estados Unidos.

También persiste el espinoso tema de los grupos disidentes de ambos países, en territorio del estado vecino con el respaldo de las autoridades. En Bagdad se encuentra el iraní Mujahedin-e Khalq (Combatientes del Pueblo) y en Teherán la Asamblea Suprema de la Revolución Islámica en Iraq.

Aunque se necesita fuerte voluntad política de ambas partes para resolver estos problemas, los presagios son prometedores.

Cuando Irán invitó a Iraq a la cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica que se realizó en Teherán, en diciembre, Bagdad envió a su vicepresidente Taha Yassin Ramadan.

Yassin fue recibido por el presidente iraní Muhammad Jatami quien, en una serie de reveladores comentarios, señaló que tanto Irán como Iraq son blancos de la estrategia de "contención dual" de Washington.

Esto fue suficiente para que los dos vecinos comenzaran a buscar un acercamiento. Dos meses después, durante la crisis de febrero y mientras las naves de guerra estadounidenses se concentraban en el Golfo, Irán declaró su oposición a las amenazas de ataque aéreo contra Iraq de Estados Unidos.

En esta ocasión, Jatami recibió el apoyo del presidente sirio Hafez Assad quien, durante la guerra del Golfo, sorprendió a los observadores al incorporarse a la coalición contra Iraq encabezada por Washington.

Entonces, Assad argumentó que Saddam Hussein, al invadir a un país árabe como Kuwait, había propinado un golpe al "panarabismo", la doctrina defendida por el árabe Partido Socialista Ba'ath, que gobierna en Siria e Iraq desde los años 60.

Paradójicamente, el Partido Ba'ath se dividió en 1966 y sus alas rivales pasaron a gobernar respectivamente a Siria e Iraq.

Cuando Saddam Hussein invadió Irán en septiembre de 1980, Assad condenó su actitud y arguyó que la medida desviaba la atención del mundo árabe de su enfrentamiento contra Israel y dividía a las fuerzas antiimperialistas.

Assad cortó los lazos con Iraq y respaldó a Irán, al que consideraba como un estado antiimperialista.

La situación ha cambiado 17 años después. Tras la desaparición del bloque soviético en 1991, sólo queda una superpotencia, Estados Unidos, fuerte soporte de Israel.

Israel obtuvo el reconocimiento mundial y fortaleció su imagen internacional al reconocer formalmente a la Organización para la Liberación Palestina en 1993, en el acuerdo de Oslo.

Entre otras cosas, el acuerdo de Oslo alentó a Turquía a forjar lazos militares con las fuerzas armadas israelíes. La amenaza que Israel percibe de Irán, Iraq y Siria disminuyó en forma considerable por la derrota de Bagdad en la guerra del Golfo y las posteriores sanciones de la ONU contra Iraq.

Debido a esta situación, Israel concentró su atención sobre Irán y afirmó a viva voz que Teherán apoya el terrorismo internacional y tiene un programa de armas nucleares.

Por su parte, Teherán está alarmado ante la creciente cooperación militar entre Israel y Turquía, que tiene una frontera común con Irán.

Iraq y Siria también comparten una extensa frontera con Turquía y ambos países reflejan el sentir de Irán. No sorprende entonces que Assad, junto a su política de reconciliación con Saddam Hussein, haya alentado a su aliado Jatami a hacer lo mismo.

Lo que impulsó el acercamiento con Iraq es la comprensión de Damasco y Teherán de que no existe posibilidad de que Saddam Hussein sea derrocado, ya sea por golpe militar o levantamiento popular. Por tanto, Siria e Irán no tienen otra opción que entablar relaciones con él. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/aq-ml/ip/98

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