ISRAEL: El aislamiento de la minoría árabe

El escritor árabe Mohammed Ali Taha creció en Israel y en la escuela aprendió sobre Theodore Herzl, el fundador del sionismo, pero no conoció a Salah Eddin, el gran conquistador árabe de Jerusalén.

Taha leyó literatura de los escritores judíos Chaim Bialik y Ahad Ha'am, pero no la poesía del famoso poeta palestino Mohamed Darwish. Incluso estudió la Tora y la Mishna, obras religiosas judías, pero no el Corán, el libro sagrado del Islam.

La falta de conocimiento no impidió que Taha quisiera comprender la rica herencia de su pueblo. En la actualidad, es uno de los escritores más consumados del país y sus libros y parodias se sumergen en la frágil identidad de los árabes en Israel, con el humor de alguien que no guarda rencores.

Pero el silencio de las escuelas sobre la cultura árabe impidió que Taha apoye al sistema de educación de Israel.

El escritor quiere que los ciudadanos árabes decidan lo que sus hijos aprenderán en la escuela. "Nuestra poesía se enseña en escuelas árabes de otros países, pero no aquí. Creo que debemos ser responsables por lo que se enseña en las escuelas", dijo.

En forma creciente, los árabes israelíes, casi un millón en la población de poco más de cinco millones, exigen la "autonomía" cultural y educativa, algo que los fundadores del estado de Israel no habían previsto y que la gran mayoría de israelíes no están dispuestos a aceptar.

"Aquí no se nos reconoce como grupo nacional", sostuvo Azmi Bishara, parlamentario árabe y defensor de la autonomía para los árabes. "Quiero que Israel reconozca mi carácter nacional como árabe para que, al menos, tengamos ciertos ámbitos dirigidos con autonomía".

Bishara se enfrenta a la fuerte resistencia de la mayoría judía de Israel. Pero no es probable que la exigencia se diluya ya que los árabes israelíes son una fuerza política importante.

En el anterior gobierno laborista, los legisladores árabes fueron decisivos para lograr el avance de las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina.

Es probable que el peso político de los árabes-israelíes aumente con el tiempo debido a un sencillo cálculo demográfico. Hace 20 años, uno cada seis israelíes era árabe. Hoy, la proporción es uno cada cinco.

Para Bishara y otros árabes israelíes, su búsqueda de autonomía no elimina demandas de borrar el legado de Israel de discriminación contra los árabes.

En 1948, 150.000 árabes que permanecían en el nuevo estado de Israel después de la guerra se convirtieron en ciudadanos. Pero en 1965, fueron mantenidos bajo un gobierno militar restrictivo, e incluso el traslado de una villa a otra requería un permiso especial del ejército.

Durante décadas, políticas gubernamentales crearon una subclase que todavía exite. Las municipalidades árabes recibían un tercio de la cantidad de dinero del gobierno recibido por las ciudades judías, y sus escuelas carecían de fondos y sus viviendas eran inadecuadas.

Este legado puede verse en las derruidas calles de localidades árabes, la deserción de las escuelas superiores, las estadísticas sobre la pobreza.

En cuanto a los derechos civiles, no siempre son aceptados como iguales por la mayoría judía de Israel. Una encuesta de opinión de enero entre 400 adolescentes judíos reveló que casi la mitad cree que a los árabes deberían negárseles ciertos derechos.

Casi uno cada cinco de los encuestados (19 por ciento), dijo que todos los árabes deben ser expulsados de Israel.

Aunque los jóvenes árabes de Israel hablan hebreo, frecuentan los centros comerciales, adoptan los códigos de vestimenta israelíes y escuchan música israelí, no se sienten aceptados.

"Los israelíes no me dejan sentir israelí", dijo Ali Zbeidat, un árabe de la villa Sakhnin, en la región de Galilea. "Nos dan la ciudadanía, pero realmente no somos parte de este estado".

El resultado es una crisis de identidad que líderes como Bishara intentan resolver. "Lo siento entre los jóvenes. La juventud está teniendo problemas reales con cuestiones de identidad", dijo Bishara.

"El problema es que Israel no ofrece una identidad a los árabes", agregó. "La definición del estado no deja lugar a la identidad israelí. Es todo identidad judía".

La única forma de solucionar la crisis sería cambiar la definición de Israel como "estado judío", para que fuera un estado "para todos sus ciudadanos". Esto incluiría cambiar la bandera israelí, que tiene la estrella judía de David, y su himno nacional, HaTikva, que se refiere a un judío que anhela regresar a Zion.

Para muchos israelíes, esas demandas plantean el espectro de futuros llamados árabes por la autonomía territorial o, peor, demandas de secesión de regiones como Galilea, donde los árabes son mayoría. Muchos afirman que estos cambios son menos que posibles.

"No puedo imaginar a una mayoría de judíos votando por abolir la definición del estado", dijo Alouph Hareven, un judío israelí que trabaja para la organización Sikkuy, de lucha por la igualdad entre árabes y judíos.

En la villa Sakhnin, en Galilea, Emin Abu Rayya, curador del Museo del Patrimonio Arabe, señala una oxidada guadaña una vez utilizada por agricultores árabes. Cerca se ven viejos arados y recipientes de cerámica.

Hace ocho años, Abu Rayya abrió el museo para que los jóvenes árabes israelíes aprendan sobre sus raíces. "Quiero preservar las tradiciones árabes", explica. "Quiero evitar que nuestro patrimonio desaparezca". (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/lp/ip hd/98

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