IRAQ: Las sanciones permanecen pero el ánimo cambia

El debate sobre las sanciones contra Iraq demostró una vez más que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es uno de esos raros ámbitos en que las circunstancias pueden cambiar sustancialmente y, sin embargo, permanecer iguales.

Por una parte, el Consejo de Seguridad de la ONU extendió el lunes las sanciones vigentes en varias formas desde 1990 sin oposición significativa.

Por otra, existen abundantes señales de que todas las partes del debate sobre Iraq (desde Estados Unidos y los inspectores de armas hasta el propio gobierno iraquí de Saddam Hussein) están cansadas de las acusaciones de escasa cooperación y engaño y de la reiterada amenaza de ataques militares en el Golfo.

Un ejemplo de ello son las declaraciones del canciller iraquí, Mohammed Said al-Sahaf, tras la renovación del embargo pese a los intensos esfuerzos de Iraq por obtener al menos un levantamiento parcial o un cronograma tendente al fin de las sanciones.

En el pasado, funcionarios iraquíes advertían sobre graves consecuencias, nunca especificadas, si las sanciones se perpetuaban. Ahora, sin embargo, Al-Sahaf se limitó a declarar que "el resultado de las deliberaciones del Consejo de Seguridad… es muy decepcionante".

Así mismo, en lugar de amenazar con dejar de cooperar con los inspectores de armas de la Comisión Especial de las Naciones Unidas (UNSCOM), como lo hizo Bagdad en el pasado, el canciller prometió "continuar proveyendo datos y cifras a la comunidad internacional para que pueda romperse este círculo vicioso".

Al-Sahaf no fue el único medido en sus declaraciones tras la decisión del Consejo. El presidente de UNSCOM, Richard Butler, reiteradamente criticado por Bagdad por lo que considera un sesgo favorable a Estados Unidos, expresó su deseo de que "las cosas funcionen con Iraq".

Además, Butler prometió ayudar a aclarar preocupaciones pendientes sobre desarme con rapidez y eficiencia. Así como Iraq prometió destruir sus armas químicas, biológicas, nucleares y sus misiles de largo alcance, UNSCOM también hizo una promesa, señaló.

"Si Iraq nos da su plena cooperación, realizaremos nuestra verificación del desarme con honestidad, con gran competencia y lo más rápidamente posible", dijo Butler.

La promesa implícita a Bagdad es que, si coopera con UNSCOM como lo ha hecho en los últimos dos meses, podrá finalmente obtener el levantamiento de las sanciones.

De acuerdo con la resolución 687 del Consejo de Seguridad, el embargo deberá terminar una vez que UNSCOM haya verificado la eliminación de todas las armas de destrucción masiva de Iraq.

Incluso Estados Unidos, un ardiente opositor de cualquier alivio de las sanciones, adoptó una postura más moderada en los últimos días. Aunque el embajador estadounidense ante la ONU, Bill Richardson, arguyó que no es hora de considerar un fin al embargo, admitió que "hubo cierto progreso".

Más importante, Richardson restó importancia a amenazas anteriores de no cooperación de Iraq, que hace sólo dos meses casi provocaron un ataque militar de Estados Unidos, al decir que, pese a algunas "fanfarronadas" de Bagdad, "no existe una atmósfera de crisis".

Este tipo de declaraciones marca una clara diferencia con respecto al pasado. Las revisiones anteriores de las sanciones fueron tan previsibles que parecían ajustarse a un guión cinematográfico.

Iraq advierte que ya no tolerará las sanciones, Butler sostiene que Bagdad no dice la verdad sobre sus arsenales e Iraq responde llamándolo mentiroso. Richardson advierte que habrá "graves consecuencias" si Bagdad no coopera y la ONU, Rusia y Francia actúan para impedir la crisis.

Esta vez, ese ciclo, que suele terminar con la renovación de las sanciones y la reanudación, aunque de mala gana, de la cooperación iraquí, ofrece curiosas innovaciones.

Un enviado chino, Shen Guofang, fue el primero en indicar que el Consejo de Seguridad debe eliminar progresivamente las sanciones.

Rusia defiende una resolución que declara que Bagdad respondió a las interrogantes de desarme nuclear. Estados Unidos podría estar dispuesto a suavizar esa declaración, sin llegar a rechazarla.

La principal razón del cambio radica en el acuerdo logrado el 22 de febrero por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, con Saddam Hussein, para que permitiera a expertos del foro mundial inspeccionar palacios presidenciales iraquíes.

El acuerdo debilitó el aislamiento internacional de Iraq, por lo que las disputas respecto a las sanciones ahora se limitan a la diplomacia y no a la retórica militar.

Más importante aún es que el cambio diplomático anunciado por ese acuerdo creó una situación por la que nadie quiere volver a la situación anterior.

Por ejemplo, Iraq quizá crea que Estados Unidos y Gran Bretaña mantendrán las sanciones por tiempo indeterminado, pero no está dispuesto a arriesgar la frágil relación que entabló con la ONU y varios estados miembros en los últimos dos meses.

Washington alberga las sospechas de que el régimen de Saddam Hussein seguirá escondiendo armas y Richardson prometió mantener las sanciones hasta que se respondan interrogantes no sólo sobre armas, sino también sobre kuwaitíes desaparecidos desde la invasión de Iraq a Kuwait en 1990.

Sin embargo, Washington no quiere ser considerado como el gobierno que puso en peligro el acuerdo de Annan o impidió el avance del desarme.

UNSCOM también se encuentra en una situación difícil. Butler asegura que la Comisión estará satisfecha con las declaraciones de Iraq sobre su desarme cuando éstas sean "científicamente creíbles".

Pero los inspectores de armas también están bajo presión – sobre todo de China, Francia y Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad- para demostrar que pueden concluir su labor en ciertas áreas de trabajo después de cuatro años de búsqueda minuciosa.

Varios funcionarios y diplomáticos de la ONU creen que el fin de las sanciones, si ocurre, se decidirá este año.

El embargo, que impide el comercio de productos no humanitarios con Iraq, provocó desnutrición y enfermedades en la población en general y se espera que perjudique aún más a los iraquíes a medida que la infraestructura del país se desmorona.

Pero las señales de deshielo podrían desaparecer y resurgir la situación anterior, cuando pocos diplomáticos esperaban que las sanciones se levantaran sin que antes ocurriera la muerte o el derrocamiento de Saddam Hussein.

El ministro iraquí de Petróleo Amir Rasheed, por ejemplo, dijo este martes que los inspectores de armas de la ONU podrán visitar sitios presidenciales en visitas de seguimiento a las realizadas el mes pasado, pero sólo para verificar cuestiones específicas y no para realizar un control indefinido.

La discrepancia sobre la duración de las inspecciones fue uno de los principales puntos de discordia en febrero, y podría serlo de nuevo. Pero, por ahora, nadie quiere hacer demasiadas olas.

Es probable que las relaciones con Iraq se caractericen por gestos de cooperación y palabras más cálidas, al menos hasta la próxima revisión de las sanciones, en octubre. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/ml-aq/ip/98

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