FILIPINAS: Los telares son una tradición en extinción

La hora de la siesta es implacable en esta localidad rural de Filipinas, pero mientras los campesinos descansan protegidos del sol, Lucía practica la tradición ancestral de tejer a mano las exquisitas telas que han hecho famosa a la región.

Los telares de mujeres filipinas como Lucía se mueven durante la mayor parte del día para producir esos rollos de telas coloridas.

Pero su perseverancia ahora está amenazada por la modernidad, pues hay signos claros de que la elaboración artesanal de telas es una tradición en extinción. "No es que la gente compre menos, sino que no hay quien use los telares", se lamentó el presidente de la cámara de comercio de Vigan, Mario Gasser.

La agricultura es el principal medio de subsistencia en el norte de Filipinas, aunque para muchas mujeres de las provincias de Abra, La Unión e Ilocos, donde está ubicada Vigan, la elaboración de telas no es una simple afición, pues su producto es famoso en todo el país y aún en el extranjero.

La habilidad para realizar el tejido artesanal de telas se pasa de una generación a otra e implica una maestría en el uso del telar. Gasser dice que ante la falta de interés "hay problemas en transmitir el conocimiento" relacionado con un arte tan complejo.

En pueblos como Vigan, los habitantes alegan que los jóvenes no tienen interés en aprender la técnica del tejido, y prefieren conseguir trabajos en las ciudades, en fábricas y oficinas. A esto se suma una escasez crónica del capital necesario para lanzar iniciativas de negocios exitosas.

Para muchas mujeres, el arte de tejer telas es una fuente de ingresos importante en sus hogares. Lucia, por ejemplo, suele estar apurada para terminar con su trabajo pues debe cumplir con los pedidos de un comerciante que le solicita rollos de 10 metros de largo.

Sin embargo, no es un negocio demasiado bueno para las esforzadas tejedoras. En el comercio minorista, el metro de tela proveniente de esta región se vende a unos 2,5 dólares por metro, pero la artesana que lo tejió obtiene apenas 26 centavos. Los ingresos mensuales rara vez superan los 80 dólares.

Los bajos ingresos, sumados al hecho de que es un trabajo complejo y tedioso, contribuyen a ahuyentar a los jóvenes, quienes buscan mejores oportunidades.

La desaparición de una tradición tan importante para la región preocupa a las autoridades locales, que incluyeron a la industria del tejido de telas en sus planes de desarrollo. En Ilocos, por ejemplo, se distribuyen telares manuales a los estudiantes, con la finalidad de estimular su interés en ese oficio.

También hay medidas más concretas, como el decreto provincial que obliga a utilizar la tela local, conocida como "abel-iloko", en la elaboración de uniformes para estudiantes y maestros de escuelas públicas, así como en los que utilizan empleados gubernamentales.

La decisión está enmarcada en la celebración del centenario de la independencia de Filipinas, que se conmemora este año.

En Abra se produce otro fenómeno interesante. Las telas producidas allí se han convertido en productos codiciados de ferias comerciales y se exhiben en desfiles de modas, en especial después de que fueran adoptadas como materia prima por la famosa diseñadora de Manila, Patis Tesoro.

Antiguamente, estas telas se utilizaban sólo para la confección de vestuario, pero ahora su uso se ha diversificado y se producen servilletas, manteles y sábanas.

Los diseños utilizados por los artesanos varían de un pueblo a otro. En Ilocos se prefieren los cuadros y las rayas, mientras que en Abra suelen incorporarse imágenes de deidades antiguas.

Las telas mejor tejidas pueden durar generaciones y se convierten en parte apreciada de las herencias. "Mejoran a medida que pasa el tiempo", asegura un comerciante de "abel-iloko" en Manila.

Pese a la escasa retribución económica, algunas tejedoras han logrado traspasar la barrera para convertirse en empresarias.

La compañía de tejidos Rowilda comenzó así. Su director Dominic Panela dice que ahora se preocupan de "apoyar el trabajo de las tejedoras suministrándoles el hilo y pidiéndoles que nos surtan de productos".

"Nuestro mercado es fundamentalmente nacional, pero también recibimos pedidos del extranjero", agregó.

Panela espera que sus hijos, al menos, no se alejen del arte del tejido. "Les he estado enseñando, y hasta ahora la respuesta fue positiva", comentó. (FIN/IPS/tra-en/tr/cb/js/mk/lc-ml/dv-cr/98

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