El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) concluyeron sus reuniones de primavera en esta capital y, aunque reconocieron las inquietudes de los países más pobres, las pasaron por alto para buscar mecanismos que incrementen las ganancias de las instituciones de crédito.
Los asuntos relativos a las potencias industriales del Grupo de los Siete (G-7) dominaron las conversaciones finalizadas el viernes entre ministros de finanzas y directores de bancos centrales de todo el mundo.
Entre las cuestiones analizadas estuvieron las gestiones de Japón para estimular la economía nacional e impulsar el comercio en el sudeste asiático, golpeado por la crisis financiera. Pero la preocupación por Asia sólo ocupó parte de las conversaciones.
El Departamento de Comercio de Estados Unidos reveló el viernes que el déficit comercial mensual de ese país alcanzó en febrero la marca de 12.100 millones de dólares debido a la abrupta caída de las ventas a Japón.
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Robert Rubin, ante el temor de que la noticia provocara una reacción política, solicitó a Tokio que redoble sus esfuerzos para impulsar la economía japonesa.
Funcionarios japoneses reaccionaron con irritación y declararon que ya habían tomado medidas significativas mientras cuestionaron la exactitud del pronóstico del FMI para este año de un crecimiento de cero por ciento, en el mejor de los casos, para la economía japonesa.
La perspectiva económica de Japón podría tener importantes consecuencias para el resto de Asia y las regiones que dependen del comercio o la inversión con los países asiáticos.
Por esta razón, las prioridades de la mayor parte del continente africano y otros países con bajos ingresos fueron, por lo general, soslayadas en las conversaciones.
Una de estas prioridades es la iniciativa para reducir la deuda de los Países Pobres Fuertemente Endeudados (PPFE), que se encuentra estancada a pesar de que se anunció que Bolivia, Guyana y Uganda serían favorecidos por la medida este año.
Los países en desarrollo aglutinados en el Grupo de los 24 emitieron un comunicado que expresa su preocupación por las "demoras y dificultades" que tiene la iniciativa PPFE para conseguir dinero.
El Grupo de los 24 se inquietó por la actitud de los gobiernos acreedores reunidos en el Club de París, ya que éste retrasó el alivio de la deuda de Mozambique durante casi un año debido a una disputa sobre la distribución de la reducción de lo adeudado, informaron funcionarios.
Al final, el Banco Mundial tuvo que reunir 100 millones de dólares para cubrir el déficit del Club de París y funcionarios de la institución advirtieron que a Guinea Bissau, Madagascar, Nicaragua, Ruanda y Santo Tomé les esperan dificultades similares.
Sin embargo, el Comité Interino del FMI y el Comité de Desarrollo del Banco Mundial pasaron por alto estos problemas.
El Comité de Desarrollo declaró el viernes su complacencia por "el creciente ímpetu" de la PPFE. Los miembros evadieron la cuestión del Club de París y, en su lugar, "destacaron la importancia de los aportes adicionales" para ayudar al necesitado Banco Africano de Desarrollo a cumplir con su parte.
El Comité Interino se concentró en la utilidad que tiene la iniciativa como instrumento para imponer los programas de ajuste estructural como condición de la reducción de la deuda. El jueves, el FMI alentó "a los países que puedan calificar para la PPFE a adoptar con celeridad las necesarias medidas de ajuste".
El presidente del Comité Interino, Philippe Maystadt, viceprimer ministro y ministro de Finanzas y de Comercio Exterior de Bélgica, reconoció los informes que concluyen que los programas de ajuste estructural provocaron en los países más pobres una sensación de pérdida de control sobre sus economías.
Mientras los países de bajos ingresos fueron dejados de lado, las propuestas para elevar el costo de los préstamos del Banco Mundial encolerizaron a los accionistas de medianos ingresos.
El Banco pretende reforzar sus ingresos debido a la decreciente demanda de sus préstamos comunes y al repentino incremento del desembolso de dinero a los países del sudeste asiático.
Pero la institución espera entregar este año 9.000 millones de dólares más que lo calculado hace sólo cuatro meses. Como resultado, sus ingresos netos podrían descender a menos de 900 millones de dólares, frente a los 1.300 millones de 1997.
El presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, pidió a los miembros que consideren medidas para aumentar el ingreso neto de la institución. Entre las propuestas se incluyen elevar las tasas de interés de los préstamos.
"Si el Banco cambia su política relativa a los servicios de préstamo tradicionales y pretende hacer ganancias con sus prestatarios, se alejará fundamentalmente de su misión de desarrollo y perderá el apoyo y la confianza de muchos de sus clientes", declaró el ministro chino de Finanzas el viernes.
"Comprendo la renuencia de los prestatarios a aumentar los costos", declaró Rubin ante el Comité de Desarrollo del Banco Mundial.
"Pero, como principales beneficiarios de una institución con finanzas sólidas, los prestatarios tienen un interés personal en fortalecer la capacidad del Banco para mantener su posición financiera y su capacidad de préstamo", añadió.
Este enfoque sobre las obligaciones de los países en desarrollo permeó la discusión sobre las reformas que necesita la "arquitectura", o los mecanismos institucionales, del sistema financiero mundial, en la que destacaron las propuestas para que los gobiernos permitan que el FMI tenga acceso a sus cuentas.
El Comité Interino respaldó el "Código de Buenas Prácticas de Transparencia Fiscal" propuesto por el FMI y que pretende limitar el secreto presupuestal de los gobiernos. El órgano también propuso que el consejo ejecutivo del Fondo considere códigos similares para la política financiera y monetaria.
Este tipo de medidas deberían fortalecer el control que tiene el FMI de las economías de sus miembros, frente a las críticas que recibió porque no previó la caída del peso mexicano en 1994 y la actual crisis financiera del sudeste asiático, comenzada en julio.
Los países en desarrollo recibieron con agrado las medidas, pero insistieron en que se debe poner el mismo énfasis en un "control más efectivo de las políticas de los países industrializados que afectan importantes variables monetarias y financieras internacionales", como el movimiento de capital.
Esta inquietud surge debido a que el FMI pretende modificar su estatuto, lo que le permitiría impulsar la liberalización de los mercados de capital, señalaron funcionarios. (FIN/IPS/tra-en/aa/mk/aq-ml/dv-if/98