La designación del moderado obispo Francisco Javier Errázuriz como nuevo conductor de la Iglesia Católica en Chile fue considerada hoy una hábil decisión del papa Juan Pablo II para no exacerbar rivalidades en el clero nacional.
El nombramiento de Errázuriz como arzobispo de Santiago fue bien acogido por sectores progresistas, tanto sacerdotes como laicos, que temían la llegada a la jefatura de la iglesia chilena de monseñor Antonio Moreno, un ultraconservador.
Los grupos tradicionales y de extrema derecha, identificados con Moreno, recibieron igualmente con conformidad el nombre de Errázuriz, a quien ven como un conservador moderado, ajeno a la teología de la liberación u otros planteamientos contestatarios.
Con la designación del nuevo primado, Juan Pablo II puso término a la pugna que se desató en la Iglesia chilena desde que el 12 de febrero el anterior arzobispo, monseñor Carlos Oviedo, presentó su renuncia por motivos de salud.
El obispo auxiliar de Santiago, monseñor Sergio Valech, quien asumió interinamente el arzobispado, tuvo que extremar su autoridad desde entonces para controlar el enfrentamiento entre progresistas y ultraconservadores.
A la postre, el papa habría sido sensibilizado por las cartas que le enviaron 86 laicos y 160 sacerdotes para oponerse a la probable designación de Moreno, que era mencionado como "el candidato favorito del Vaticano".
Los laicos hicieron ver directamente que Moreno, arzobispo de la diócesis de Concepción (515 kilómetros al sur de Santiago), respaldó a la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990) y no se sumó a la defensa de los derechos humanos en ese período.
Los 160 sacerdotes advirtieron a su vez que el nuevo jerarca de la Iglesia chilena debía ser un pastor capaz de completar el proceso de reconciliación, "con facilidad de comunicación y sentido de diálogo", una persona "abierta y acogedora".
La alarma en torno a Moreno se fundamentaba en que tenía poderosos "padrinos" en la curia romana, como el también ultraconservador cardenal chileno Jorge Medina, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la más antigua de las nueve congregaciones de la curia romana.
En medios diplomáticos y eclesiásticos se señalaba que el principal respaldo de Moreno era el secretario de Estado y segundo hombre del Vaticano, monseñor Angelo Sodano, quien encabezó la nunciatura apostólico en Chile durante la dictadura.
Sodano tuvo reiterados choques con el progresista cardenal Raúl Silva Henríquez, primado de la Iglesia chilena hasta 1983 y principal impulsor de las iniciativas de protección a las víctimas de violaciones de los derechos humanos.
Cuando Silva Henríquez debió jubilarse en el cargo, el papa nombró arzobispo de Santiago a Juan Francisco Fresno, con lo cual se evidenció el propósito del pontífice de promover al sector conservador en perjuicio de los progresistas.
Desde comienzos de la década del 80 las sucesivas designaciones de obispos por parte del Vaticano alteraron la composición de la Conferencia Episcopal chilena en beneficio del clero más apegado a las tradiciones.
Con Fresno y desde 1990 con Oviedo, la Iglesia se fue desprendiendo de sus preocupaciones en materia de derechos humanos y, aunque mantuvo su discurso social, se fue concentrando sobre todo en los llamados "temas valóricos".
A comienzos de abril, en una clase magistral en la Universidad Católica de Santiago, Moreno fustigó el "relativismo moral" y aseveró que tras la caída del llamado socialismo real la mayor amenaza para la humanidad es "la alianza entre democracia y relativismo ético".
El gobierno de Eduardo Frei se abstuvo de hacer llegar cualquier sugerencia al papa a través de su embajador en el Vaticano, Javier Luis Egaña, pero en trascendidos de prensa hizo saber su preocupación por el destino del arzobispado de Santiago.
El nombramiento de monseñor Errázuriz, de 64 años y actual obispo-arzobispo de Valparaíso, dejó conforme al gobierno, que este viernes felicitó al nuevo jerarca, perteneciente a la orden de Schoenstatt.
Errázuriz, quien desempeñó gran parte de su carrera en el Vaticano en cargos de confianza papal, reafirmará las posiciones que la Iglesia chilena mantiene en los últimos años en cuestiones como la familia y la educación sexual.
Los entendidos en materias eclesiásticas no dudan que el nuevo arzobispo de Santiago mantendrá la férrea oposición a que el país cuente con una ley de divorcio vincular como la ya aprobada por los diputados, pendiente ahora en el Senado.
Pero al mismo tiempo no cabe duda de que la jerarquía mantendrá una actitud cautelosa en materia de derechos humanos, con un discurso de reconciliación que, si bien no satisface a las víctimas de la represión dictatorial, tampoco exacerba los ánimos. (FIN/IPS/ggr/mj/cr ip/98