Los argumentos ambientales podrían resucitar el Programa Nacional de Alcohol (Proálcool) de Brasil, surgido a fines de los años 70, cuando el mundo vivía su segunda crisis de petróleo y el precio del barril pasaba de 30 dólares.
En esa época, el objetivo era crear una alternativa a la gasolina para mover los automóviles. Así, se desarrollaron tecnologías para la producción de alcohol en gran escala y motores de ciclo OTO capaces de consumir el nuevo combustible: el alcohol hidratado.
La producción de vehículos a alcohol por la industria brasileña llegó en la década de 1980 a casi 80 por ciento de los 700.000 coches que salieron de las montadoras en 1987 y 1988.
Aunque el programa tenía claras ventajas desde el punto de vista ambiental, su espacio sólo fue preservado mientras el precio del petróleo se mantuvo alto.
Entre 1973 y 1982, Brasil gastó 52.000 millones de dólares en importaciones de petróleo, un valor muy cercano a la deuda externa de la época, que se situaba en 60.000 millones.
La caída del precio internacional del petróleo hizo que el gobierno dejara de incentivar la producción de vehículos a alcohol hasta que ésta casi se detuvo en 1997.
Según datos de la industria, el año pasado se produjeron poco más de 10 vehículos a alcohol. Aun así, todavía hay más de dos millones de coches a alcohol andando por Brasil.
El empresario Lamartine Navarro Jr., presidente de la Sociedad de Productores de Alcohol (Sopral), señaló que la desconfianza de la industria en Proálcool comenzó a fines de los años 80.
El alcohol y la caña de azúcar son productos del mismo proceso agroindustrial, y según las variaciones de precios o intereses políticos puede producirse uno u otro, explicó Navarro Jr.
"A fines de los años 80, con la crisis de la deuda externa, el país precisaba dólares, y el precio del azúcar estaba alto en el mercado internacional", dijo.
No obstante, el gobierno subestimó el consumo de alcohol para combustible e incentivó una mayor producción y exportación de azúcar.
"Entonces, faltó alcohol en los centros de abastecimiento e los consumidores se sintieron inseguros", explicó Navarro Jr.
Desde entonces, con la caída en los precios internacionales del petróleo, la industria invirtió sólo en la producción de vehículos a gasolina. (En Brasil no se puede tener automóviles de paseo a gasóleo.)
El resultado más visible de Proálcool fue el incremento de 22 por ciento de alcohol en la gasolina en sustitución del plomo, para control del octanaje del combustible.
"Con eso se resolvió el problema ambiental del plomo, un contaminante peligroso", dijo el presidente de Sopral, que es ingeniero especialista en combustibles.
A comienzos de este año, el entonces ministro de Industria y Comercio, Francisco Dornelles, propuso retomar la producción y venta de vehículos a alcohol mediante la reducción a chatarra de la flota antigua, pero el proyecto parece haber nacido sin ningún futuro.
El secretario de Medio Ambiente de Sao Paulo, Fávio Feldman, es partidario de la reanudación de Proálcool pero señala que existe una fuerte oposición a los proyectos de reducción a chatarra, principalmente porque "todavía, los autos populares en Brasil son los autos viejos".
Feldman opina que Proálcool debe ser retomado no en base al argumento de la economía de divisas, sino porque el alcohol es un combustible mucho menos contaminante que la gasolina.
Datos de Cetesb, un organismo de control ambiental del estado de San Pablo, el más rico de Brasil, demuestran que la reducción de emisiones tóxicas del alcohol en relación a la gasolina es muy grande.
Por ejemplo, el alcohol no emite azufre ni benceno, y muy poco monóxido y dióxido de carbono. Además, 34,7 por ciento del volumen de emisiones de motores a alcohol está formado por oxígeno.
Las grandes ciudades brasileñas, principalmente Sao Paulo, con más de 15 millones de habitantes, enfrentan graves problemas de contaminación causada por vehículos.
Desde el invierno de 1996, la ciudad adoptó un plan, por orden de la Secretaría Estadual de Medio Ambiente, por el que 20 por ciento de la flota se mantiene fuera de las calles de Sao Paulo cada día de la semana, en base a los números de chapa.
El objetivo consiste en evitar que los índices de contaminación atmosférica alcancen niveles alarmantes.
Ante ese cuadro, el gobierno paulista exige desde comienzos de este año que todo nuevo vehículo comprado para el estado funcione a alcohol. Se trata de la primera medida oficial de rescate del programa de utilización de combustible renovable en esta década.
La industria automovilística afirma que no tiene nada contra Proálcool y que la producción de vehículos movidos con ese combustible no es mayor simplemente porque el consumidor prefiere coches a gasolina.
Navarro Jr. cree que eso es sólo una verdad a medias, ya que los industriales "deben mantener dos líneas de producción de motores y vehículos para cumplir las normas de Proálcool".
El alcohol es más corrosivo que la gasolina para las partes metálicas del automóvil, y por lo tanto esas piezas precisan un tratamiento diferenciado, agregó. (FIN/IPS/tra-en/awm/ml/en/98