La sequía provocada por el fenómeno de El Niño, que agravó incendios en bosques amazónicos, amenaza ahora a 9,5 millones de habitantes del noreste de Brasil, donde multitudes hambrientas ya protagonizaron varios saqueos de supermercados y depósitos de alimentos.
El gobierno decidió distribuir canastas básicas de alimentos en las áreas más afectadas, ante un informe de la Superintendencia del Desarrollo del Noreste (SUDENE) según el cual 1.209 municipios – 70 por ciento del total- viven una situación crítica por la escasez de agua.
Esta es la peor sequía en la región desde 1983, cuando hubo también fuerte actividad de El Niño, calentando las aguas del océano Pacífico, señaló el centro de estudios climáticos del Instituto de Investigaciones Espaciales de Sao Paulo.
Entre febrero y abril las lluvias cayeron a la mitad del nivel promedio y en el estado más afectado, Pernambuco, a 35 por ciento, según mediciones del Instituto Nacional de Meteorología.
Ante los primeros saqueos, la Compañía Nacional de Abastecimiento, del Ministerio de Agricultura, solicitó protección del Ejército y reducción de las existencias en sus almacenes.
Los militares deberían ser enviados "para distribuir alimentos a la población" y no defender almacenes, reaccionó el obispo católico Orlando Dotti, quien defendió el derecho de saqueo en "casos extremos de hambre".
El obispo argumentó que la doctrina social de la Iglesia Católica admite ese recurso cuando se trata de la sobrevivencia de las personas, recordando que ya Santo Tomás de Aquino, hace más de 15 siglos, sostenía la prioridad de la vida sobre el derecho de propiedad.
Dotti hizo estas declaraciones en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal brasileña, que tiene lugar desde el miércoles pasado en Indaiatuba, a cien kilómetros de Sao Paulo, y concluye el viernes.
La Conferencia, que criticó la lentitud de las acciones sociales del gobierno, enviará un documento al presidente Fernando Henrique Cardoso, reclamando asistencia urgente a las familias amenazadas de hambre en el noreste. La miseria es responsabilidad gubernamental, apuntó Dotti.
Esta posición fue adoptada también por obispos considerados conservadores y que se supone poco inclinados a temas sociales y críticas al gobierno, al contrario de Dotti, un conocido miembro de la corriente progresista del clero brasileño.
Obispos considerados conservadores o moderados, como Amaury Castanho, que actúa en la periferia de Sao Paulo, ratificaron que "robar para comer, cuando se tiene hambre" es admitido por la doctrina cristiana y en caso de extrema necesidad los bienes se hacen comunes.
El Movimiento de los Sin Tierra (MST), que impulsa la reforma agraria invadiendo predios improductivos y sedes gubernamentales, decidió también apoyar los saqueos, si el gobierno no adopta medidas inmediatas.
La situación es más crítica en el interior de los estados de Ceara y Pernambuco, donde la sequía es más fuerte y los pequeños campesinos perdieron casi toda la cosecha y el ganado. En Ceara ya se registraron saqueos en 13 ciudades.
Para aliviar la crisis, el gobierno decidió distribuir canastas básicas en cerca de 500 municipios en mayo y otras 500 en junio. La meta consiste en beneficiar a 979.000 familias -casi cinco millones de personas-, según el secretario de Políticas Regionales, Fernando Catao, quien reconoció la emergencia.
La operación tiene un costo estimado en cerca de 120 millones de dólares.
Pero la SUDENE recomienda además acciones de efectos permanentes, como la perforación de miles de pozos artesianos y el mejor aprovechamiento de las aguas disponibles, con la construcción de presas.
El noreste es la región más pobre de Brasil. Con unos 45 millones de habitantes y clima semiárido en gran parte de su territorio, abastece al resto del país de mano de obra poco calificada y barata, en migraciones que se intensifican en períodos de sequía como el actual. (FIN/IPS/mo/ag/en-pr/98