La epidemia de dengue que hace un año se extiende por América Latina llegó a Brasil, donde castiga incluso a algunos de los estados más ricos del país.
En Minas Gerais se diagnostica un caso de dengue por minuto y ya se notificaron 53.000 víctimas. En Rio de Janeiro, se registra un caso cada diez minutos.
Las primeras víctimas caen en Sao Paulo, donde ya se han diagnosticado dos casos de dengue hemorrágico, la variedad más grave de la enfermedad, con frecuencia mortal.
La epidemia es el desafío más urgente que afronta el nuevo ministro de Salud Pública, el economista José Serra, considerado por muchos probable sucesor del presidente Fernando Henrique Cardoso para las elecciones del 2002.
Pero, como ya ocurrió en Caracas, el dengue no se ha limitado en Brasil a los barrios pobres, pues también atacó el selecto barrio del Jardín Botánico de Rio de Janeiro, donde residen ricos empresarios, artistas e intelectuales.
En el famoso balneario de Buzios, a dos horas de Rio de Janeiro, ya se han registrado más de 200 casos de la enfermedad.
Con el avance del dengue, el mosquito que lo transmite, el aedes aegypti, se convirtió en emblema de las fallas del sistema de salud pública brasileña, a tal punto que el gobierno convocó al ejército para combatir a este diminuto enemigo.
Mientras Serra aparece en la portada de los diarios observando especímenes de aedes aegypti encerrados en tubos de ensayo, unos 2.000 soldados se preparan para recorrer los barrios pobres en busca de aguas estancadas.
Un camión dotado de un gigantesco pulverizador de insecticida, una especie de versión finisecular de los tanques tan temidos en otros tiempos en América Latina, recorre las calles de Rio de Janeiro.
El ejército librará este sábado su batalla contra el mosquito en Duque de Caxías, populosa ciudad satélite de Rio de Janeiro donde oficiales y soldados impartirán casa por casa instrucciones sobre el combate contra el aedes egypti.
Farmacéuticos y biólogos del ejército se encargan de analizar el desarrollo de la epidemia a través del diagnóstico y la ubicación de los mosquitos.
En un lago del parque de Flamengo, en la residencial zona sur de Rio de Janeiro, vecinos preocupados por la epidemia colocaron grandes carteles con la leyenda "Criadero de mosquitos del Ayuntamiento".
Pero el germen de la corrupción parece tener en Brasil efectos más graves sobre la salud que la picadura del aedes aegypti.
El gobierno destina unos 20.000 millones de dólares anuales a la salud pública, cantidad que sería más que suficiente si una buena parte no quedara atrapada en las redes de una mafia formada por hospitales, clínicas, laboratorios y proveedores de medicamentos.
En su primera iniciativa moralizante, el ministro Serra destituyó a los coordinadores provinciales de la Fundación Nacional de Salud de los estados de Rio de Janeiro y Pará.
Un nuevo director de Salud de Pará prometió al asumir este miércoles terminar con la "mafia de la salud", pero nueve horas más tarde renunció al cargo sin explicar claramente los motivos. (FIN/IPS/rs/mj/he/98