El rumbo de la apertura comercial de América depende en gran parte de México, según expertos. Su experiencia en negociar con Estados Unidos, uno de los mercados más grandes y protegidos del planeta, lo transforman en actor clave del proyecto continental.
La modalidad que han adoptado las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en las que Estados Unidos marca su poderío, es similar a la que México afrontó a comienzos de la década con Washington y Montreal antes de suscribir el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte.
Guardando las proporciones, el ACLA, que recibirá un impulso en la II Cumbre de las Américas que se realiza este sábado y domingo en Santiago, "mantiene estrecha relación con las temáticas de negociación del TLC", dijo a IPS Germán de la Reza, experto mexicano en materia de integración.
La mesas de discusión sobre agricultura, acceso a mercados, inversiones, compras de gobierno, solución de disputas, propiedad intelectual y políticas de competencia, entre otras creadas para avanzar en el ALCA, son iguales en nombre y alcance a las establecidas en el TLC.
Además, el último tramo de las negociaciones del ALCA se realizarán en México entre el 2004 y el 2005, al igual que sucedió en el caso del TLC en los últimos meses de 1993, cuando el documento, que entró en vigencia en enero de 1994, se pulió en el país latinoamericano.
México marcará en los próximos años la pauta de la negociación del ALCA, vaticinó De la Reza, director de la cátedra Integración en las Américas en la Universidad Nacional Autónoma de México e investigador de la de Estocolmo, quien asistió a la mayoría de las reuniones previas a Santiago.
Fuente y destino de la mayoría de las inversiones e intercambios comerciales de América y el Caribe, Estados Unidos se proclama uno de los promotores principales de la apertura comercial en la región, pero al mismo tiempo es uno de los mercados más protegidos en el planeta.
México sabe que el libre intercambio es una utopía. El TLC y lo que se concertará en el ALCA, acuerdo que debería operar desde el 2005, son en realidad mercados administrados, donde la virtud es ponerse de acuerdo sobre aranceles y otras barreras como normas de origen y políticas de competencia.
Por su experiencia, México es hoy el país que más conoce en el mundo la intrincada madeja de leyes, barreras y condicionamientos al comercio que impone Estados Unidos y es el primer asesor de la región en esa materia, afirmó De la Reza.
Cuando se anunció el acuerdo continental en la I Cumbre de las Américas celebrada en Miami en 1994, México y el TLC se presentaron como los motores del proyecto.
El reforzamiento de los esquemas de integración subregional, como el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Comunidad Andina, no cambiaron esa perspectiva. Los latinoamericanos siguen procurando acuerdos con México, pues lo consideran la puerta principal de entrada al mercado de Estados Unidos.
A pesar que su relación comercial con el sur es mínima, pues más de 80 por ciento de su intercambio se concentra en Estados Unidos, México mantiene una dinámica agenda de negociaciones con América Latina, que incluye visitas presidenciales, como la que realizó esta semana Ernesto Zedillo a Venezuela.
México tiene acuerdos comerciales firmados con Chile, Colombia, Costa Rica, Nicaragua y Venezuela y prepara otros con Guatemala, El Salvador, Honduras, Panamá, Ecuador, Perú y los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
Sindicatos de Canadá, México y Estados Unidos sostienen que no conviene ampliar el TLC o dejar que el ALCA integre esos acuerdos con el correr de los años, pues consideran que el libre comercio perjudica a los trabajadores y destruye las empresas de sus países.
Postura similar expresan políticos de oposición en México, para quienes debería renegociarse el TLC, pues consideran que su país permitió imposiciones comerciales de Washington y alentó el desempleo al aceptar una apertura comercial plagada de candados.
En los documentos del TLC hay más de 900 condicionamientos que limitan en los hechos el libre intercambio.
Los críticos del acuerdo, entre quienes figuran reconocidos académicos, sostienen que el TLC no mejoró los salarios ni el empleo en los niveles previstos, aumentó la dependencia de México a Estados Unidos y criminalizó la libre movilidad de los trabajadores.
Sin embargo, la baja de aranceles y la apertura comercial de ciertos sectores permitió que el comercio de los socios del TLC crezca más de 50 por ciento, hasta llegar a constituirse en uno de los mercados más importantes en el mundo.
El intercambio entre Estados Unidos y México llegó en 1997 a 157.208 millones de dólares, cifra 40.508 millones más alta que el comercio total entre Estados Unidos y América Central y del Sur sumadas. (FIN/IPS/dc/mj/if/98