La muerte en Jamaica de una bailarina prestigiosa en el exterior, pero olvidada y pobre en su patria, evidenció la indiferencia imperante en este país hacia la cultura nacional.
Imogene "Queenie" Kennedy conservó un fuerte sabor africano en su danza a lo largo de su carrera y murió a los 70 años el mes pasado, días después de retornar de un festival cultural en Alemania.
Aunque su muerte es considerada una gran pérdida para la comunidad cultural de Jamaica, Kennedy es desconocida para la mayoría de sus compatriotas, cuyo interés en la historia jamaiquina sigue decayendo.
La cultura nacional ocupa un lugar secundario frente a la obsesión con el estilo de vida estadounidense, facilitada por la expansión de la televisión por cable en los últimos cinco años. La televisión jamaiquina está saturada de telenovelas, programas deportivos y videos musicales de ese origen.
La cobertura televisiva de acontecimientos culturales nacionales está limitada a una atención simbólica en agosto, cuando los jamaiquinos celebran su independencia de Gran Bretaña y en octubre, cuando se festeja la Semana del Patrimonio.
Así que no es de sorprender que la pequeña comunidad artística del país reaccione con escepticismo ante los elogios póstumos que ahora se dedican a Kennedy.
Un crítico dijo que la reacción oficial por la muerte de Kennedy es hipócrita, ya que la artista murió en la pobreza en su hogar rural.
Aunque sus logros pasaron prácticamente inadvertidos en su país, el trabajo de Kennedy fue objeto de varias películas documentales de antropólogos extranjeros.
La jamaiquina Antoinette Stines, de la compañía de danza L'CADCO, la describió como una "fuente de inspiración". "Su influencia fue internacional y generó respeto hacia nuestra cultura. Queenie no tendría que haber muerto como una pordiosera", se lamentó.
Stines dedicó la temporada del año pasado de su compañía al compromiso de Kennedy para preservar el interés hacia las formas de danza africanas, sobre todo la "kumina", una herencia de sus ancestros de Africa occidental que llegaron al Caribe a fines del siglo XIX.
Kennedy nació en la localidad jamaiquina de St. Thomas y, aunque nunca visitó la zona de Kikonge, en el Congo, lugar de origen de sus antepasados, su amor por las costumbres africanas atrajo el interés de antropólogos, sobre todo europeos.
Esbelta como una pluma, la bailarina atrajo la atención nacional en primer lugar gracias al ex primer ministro Edward Seaga, quien la conoció en 1962 cuando el futuro político era estudiante de antropología en la estadounidense Universidad de Harvard.
Seaga pasaría tres años con el conjunto kumina de Queenie, mientras aprendía sus costumbres y las documentaba.
La influencia que ejerció la bailarina sobre el estudiante fue tan grande que, a mediados de los años 60, Seaga escribió un poema en su honor, "River Maid" (Doncella del Río), mientras concluía su investigación sobre sociología de la religión en el Caribe.
En el velorio de Queenie, Seaga pidió con urgencia que se investigue y documente la labor de héroes culturales como ella.
Esa actitud sería bien recibida por la comunidad artística que se lamenta desde hace tiempo del tratamiento que recibe del gobierno y el sector privado.
Como Queenie Kennedy, otros grupos y personalidades culturales padecieron la misma falta de reconocimiento, entre ellos la ceramista Ma Lou y grupos de danza creativa como la Compañía Nacional de Danza Teatral.
Incluso la cantante folclórica más prestigiosa del país, Louise Bennett, conocida por su defensa de la enseñanza del dialecto jamaiquino en las escuelas, nunca fue popular.
Es probable que esta tendencia continúe, advierte el dramaturgo Flip Fraser, hasta que los jamaiquinos generen una conciencia cultural. "No hacemos gran hincapié en la cultura, sobre todo en la de origen negra, parece que la damos por sentado", dijo.
La obra teatral de Fraser, "Black Heroes in the Hall of Fame" (Héroes Negros en el Salón de la Fama), causó revuelo en Londres y Estados Unidos, pero en Jamaica pasó sin pena ni gloria.
Aunque Fraser no espera cambios en el futuro inmediato, Bernard Jankee, director del Instituto Africano Caribeño, no es tan pesimista.
"La cultura es una cosa dinámica. Observemos el estilo musical del 'dancehall' que surgió de nuestra cultura tradicional. Otros países fueron influidos en forma significativa por la cultura jamaiquina. Depende de nosotros mantener a nuestros héroes con vida", señaló. (FIN/IPS/tra-en/hc/mk/aq/cr/98