Cien años después del nacimiento de Paul Robeson, resurge el interés en Estados Unidos por la vida y obra de aquel artista negro, cuya voz profunda recorrió el mundo.
Robeson murió en 1976 asediado por la persecución y la indiferencia en su país, después de derrochar talento como cantante, actor, deportista y activista político absolutamente fiel a sus ideas.
Ahora, sin embargo, las cadenas de televisión programan documentales sobre Robeson y el correo recibe millares de peticiones para que se emita una estampilla en su honor.
Una exhibición preparada por la Sociedad Histórica de Nueva York y la Universidad de Rutgers recorrerá las principales ciudades de Estados Unidos este año, mientras se editan versiones "masterizadas" de sus canciones y se anuncian libros sobre su vida y arte.
También se reeditó su autobiografía, "Here I Stand" (Esta es mi posición), que fue publicada por primera vez hace 25 años. En ese entonces, The New York Times se rehusó a hacer un comentario del libro.
"El simple hecho de que se haya generado toda esta actividad en torno a la figura de Paul Robeson señala el fin de una época durante la cual fue ignorado", afirmó Moe Forner, director de la galería de arte del centro Martin Luther King de Nueva York.
Robeson, para quien fuera compuesta la famosa canción "Old man river", era el afro-americano más famoso de Estados Unidos en los años 30 y 40. En un artículo publicado hace poco por The New York Times se lo calificó como un "titán americano".
Fue un famoso jugador de fútbol americano, un actor que conquistaba a su público en Broadway, un cantante aclamado internacionalmente cuya voz de barítono estremecía a millones, y un activista defensor los derechos humanos, lo cual le valió el odio de las fuerzas derechistas tras el inicio de la guerra fría.
En 1950 incluso le retiraron su pasaporte, lo cual convirtió a Robeson en una persona sin identidad. Fue colocado en la lista negra y marginado de las salas de concierto y de los escenarios públicos. Sus discos fueron retirados de las estanterías en Estados Unidos.
La Oficina Federal de Investigaciones (FBI) lo asedió sin tregua, prácticamente hasta el momento de su muerte. Pero Robeson nunca flaqueó en sus compromisos políticos y luchó tenazmente contra sus perseguidores.
Uno de los parlamentarios republicanos que formaban parte del hoy criticado Comité de Actividades Antiamericanas le preguntó en una oportunidad por qué no se quedó a vivir en la Unión Soviética, después de varias visitas a esa nación en los años 30 y 40.
Robeson fue lapidario en su respuesta: "Porque mi padre fue un esclavo y mi pueblo murió construyendo este país, y por eso voy a quedarme a formar parte de él igual que usted. Y ningún fascista me va a sacar de aquí. ¿Le quedó claro?".
Esa actitud desafiante, que enfurecía a los fanáticos anticomunistas y al Klu Klux Klan, era típica de Robeson, cuyo padre escapó de la esclavitud en 1860 antes de graduarse de la Universidad de Lincoln y convertirse en clérigo, y cuya madre provenía de una de las familias negras más antiguas y politizadas de Estados Unidos.
En la Universidad de Rutgers, donde casi todos los estudiantes eran blancos, Robeson se convirtió en la mayor estrella del atletismo, para pasar después al campo del fútbol americano, donde fue uno de los mejores del país entre 1917 y 1918. Más tarde se graduó con honores en la Universidad de Columbia, en leyes.
Cuando vivía en Harlem, su esposa Eslanda Cardozo Goode, que fue una conocida antropóloga, lo impulsó a tentar suerte en el teatro. El éxito fue inmediato y se le reconocía un talento formidable.
Robeson fue protagonista de numerosas obras que rompían la taquilla teatral de esos años, entre ellas "Porgy and Bess" y una de sus más famosas intervenciones, "Show Boat". En 1930 obtuvo el papel de "Othello".
La producción se convirtió en la pieza de Shakespeare que se mantuvo por más tiempo en cartelera en la historia de Broadway. Pero hubo que esperar hasta 1943 para que Robeson pudiera besar en el escenario a la blanca Desdémona.
"Este es un papel digno para los actores negros", comentó alguna vez al referirse a "Othello". Era conocida su aversión hacia los papeles estereotipados que se asignaban a los negros en aquellos tiempos, en especial en el cine.
En su participación en obras y películas siempre buscó papeles que desafiaran esos estereotipos, pero en Hollywood no era tan fácil conseguirlos. Reclamaba por la edición de las películas donde participó, que según él, al estar terminadas, volvían a mostrar en la pantalla esos personajes estereotipados.
Cuando se estrenó "Historias de Manhattan" en 1942, Robeson decidió renunciar a Hollywood, e incluso se unió a los manifestantes que protestaban contra la película afuera de los cines.
Su carrera de cantante comenzó en 1925 y quizás sea su faceta más conocida. En Europa era una celebridad, y aún hoy es más conocido allá que en su país de origen.
Durante estos viajes al extranjero también se ampliaban sus horizontes políticos. Fue amigo de líderes anticoloniales africanos, del poeta chileno Pablo Neruda, del dramaturgo alemán Bertold Brecht y del compositor soviético Dimitri Shostakovich, a quien conoció durante un viaje a Rusia invitado por el cineasta Sergei Eisenstein.
En esos tiempos donó parte de los derechos que ganaba para ayudar a los judíos que escapaban de Alemania, mientras su compromiso político se afianzaba. "El artista debe tener una posición", dijo en una manifestación antifascista durante la guerra civil española. Esa frase ahora figura en su tumba.
En ese mismo discurso advirtió que el artista "debe elegir si pelea por la libertad o la esclavitud". "Yo no tuve otra opción", dijo. Su viaje por España incluyó una visita a las tropas republicanas en el frente de batalla.
Después de la segunda guerra mundial, cuando fue sometido a un asedio permanente en Estados Unidos, continuó cantando y hablando a favor de la justicia y en contra de la supremacía blanca, hasta que su estado de salud lo forzó a abandonar la vida pública en 1963.
"Sólo hacía falta un poco de tiempo para que pudiera resucitar", afirmó su hijo, que también se llama Paul Robeson y trabaja en un documental de dos horas sobre la vida de su padre. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/lc-ml/cr/98