La guerrilla de América Latina perdió una figura legendaria al morir el sacerdote español Manuel Pérez, jefe del segundo grupo insurgente de Colombia, pero aún levantan las armas otros líderes rebeldes, que siguen alimentando mitos.
A contracorriente del discurso oficial, que considera la guerrilla el eco de un pasado superado, los jefes que quedan, hombres calificados tanto de héroes como villanos, mantienen importante presencia en Colombia, Perú y México.
De dónde vienen, cómo actuan y qué desean, son preguntas que aún se formulan los latinoamericanos sobre esos herederos de las guerras internas que se libraron en varios países entre los años 60 y 80 y que terminaron en la derrota de los insurgentes o en soluciones políticas.
"Feliciano" al mando de Sendero Luminoso y "Eloy" o "Raúl", como cabeza del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), ambos de Perú, permanecen en escena, aunque con influencia política decreciente.
Están además Manuel Marulanda, "Tiro Fijo", en las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el subcomandante Marcos, al frente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de México, el grupo menos poderoso militarmente, pero el que más simpatías ha logrado por su discurso heterodoxo y alejado de la violencia.
La muerte retiró de escena a Pérez, una figura que, según el gobierno de Ernesto Samper, buscaba últimamente caminos hacia la paz. Pérez llegó a Colombia en 1967 a trabajar como misionero, para luego integrarse al Ejército de Liberación Nacional (ELN), un grupo que comandó desde 1983.
Conocido también como "Poliarco", Pérez murió a los 64 años, víctima de una hepatitis. En vida resistió junto a su grupo, integrado por unos 5.000 hombres, ataques masivos del ejército y eludió a cazadores de recompensas que pretendían ganar los 769.000 dólares ofrecidos por su captura.
Según informes procedentes de Colombia, la dirección del ELN pasó a manos de Nicolas Rodríguez, alias "Gabino", sobre cuya actitud ante un eventual diálogo con el gobierno se tejen versiones contradictorias.
Mientras, el ya legendario "Tiro Fijo" Marulanda, o Pedro Antonio Marín, se mantiene como jefe de las FARC, a los 68 años de edad.
Por dar informes y atrapar a Tiro Fijo, que vive en la clandestindad desde los 18 años, el gobierno colombiano ofrece una recompensa de cerca de un millón de dólares.
En Perú también se ofrecen recompensas por los llamados "cabecillas de las bandas de terroristas", como nombra el gobierno de Fujimori a los líderes de Sendero Luminoso y el MRTA.
El gobierno de Fujimori se comprometió a pagar 50.000 dólares por datos que conduzcan a la captura de Feliciano, un guerrillero a quien ningún periodista ha entrevistado ni visto el rostro.
Se asegura que Feliciano, que desobedeció la orden del encarcelado líder senderista Abimael Guzmán de abandonar las armas, no tiene formación política suficiente para desarrollar una línea estratégica.
Hijo de un general retirado, Feliciano se mueve por valles tropicales y riscos de la sierra central peruana con algunos males físicos a cuestas. Según se afirma, está cojo a raíz de una herida mal curada y sufre de los riñones.
El otro dirigente de la guerrilla peruana es Hugo Avellaneda, alias Eloy o Raúl, uno de los fundadores del MRTA, un grupo severamente golpeado en la operación militar de recuperación de la residencia del embajador de Japón en Perú.
El MRTA, que en diciembre de 1996 asaltó y tomó cientos de rehenes en la residencia del embajador japonés, perdió a su jefe Néstor Cerpa y a otros 18 militantes, muertos en el interior de ese mismo edificio por fuerzas de elite, en abril de 1997.
Según Fujimori, el MRTA y Sendero Luminoso no tienen capacidad de respuesta y sus células son débiles y pronto serán capturadas.
Situación diferente es la del subcomandante Marcos, jefe del EZLN, a quien el gobierno mexicano identifica como Rafael Sebastián Guillén, de cerca de 40 años.
Marcos y sus seguidores, a diferencia de los guerrilleros colombianos y peruanos, casi no han combatido. Sólo lo hicieron durante 12 días en enero de 1994, para abrir luego negociaciones con el gobierno.
Ese diálogo está interrumpido desde 1996, pero el gobierno asegura que no habrá más guerra.
"Somos la única guerrilla que ha dado más importancia a las palabras que a la balas", declara Marcos, quien a través de comunicados públicos, su habilidad escénica y demandas de democracia y justicia, conquistó simpatías en todo el planeta.
Rodeado de un halo de misterio sobre su identidad y creando mitos sobre su figura, al igual que lo han hecho, aunque con otra estrategia, los otros líderes guerrilleros del continente, Marcos se mantiene en las primera línea de la política mexicana.
El EZLN no figura en una lista de organizaciones consideradas terroristas que el Departamento de Estado de Estados Unidos difundió en octubre y en la que aparecen, en cambio, Sendero Luminoso, el MRTA, las FARC y el ELN. (FIN/IPS/dc/ff/ip/98