Los suicidios causan una muerte por hora en Sri Lanka, más aun que la guerra civil. Esta nación ostenta la tasa de suicidios más alta del mundo, e incluso niños de seis años se quitan la vida.
En los últimos meses se reportaron los casos de tres niños de seis años que se suicidaron ingiriendo insecticidas en el pueblo campesino de Tanamalwila, en el centro-norte de este país.
Uno de los niños tomó el veneno después de ser regañado por su padre, que lo encontró fumando un cigarrillo. Otro se había peleado con un vecino por una fruta.
"El suicidio se ha convertido en una especie de tradición cultural legada por los adultos. Los niños no entienden lo que están haciendo", dijo Karunatissa Athukorale, especialista en suicidios de la Universidad de Peradeniya, al tratar de encontrar una explicación para estos casos.
Athukorale advirtió que una sociedad en la cual la gente se ve forzada a elegir el suicidio en vez de la vida "está afectada por una patología".
En Sri Lanka, un país de 18 millones de habitantes, más de una persona comete suicidio cada hora, estimó Athukorale, muchas más víctimas que las de la guerra civil que causó al menos 50.000 muertes en los últimos 15 años.
Los motivos del suicidio en este país son variados. La pobreza, las enfermedades mentales y el desempleo son considerados los más serios. El método más utilizado es la ingestión de insecticidas venenosos, disponibles en las tiendas, en especial en zonas agrícolas.
La primera ministra de Sri Lanka, Chandrika Kumaratunga, reconoció la gravedad de la situación en el discurso que pronunció por el 50 aniversario de la independencia el 4 de febrero.
Su gobierno creó un grupo de tareas para investigar la elevada tasa de suicidios y que recomendó en febrero controlar la venta de insecticidas. Eso ya sucede en algunas regiones del norte de Europa donde un aumento similar en la tasa de suicidio llevó a las autoridades a imponer restricciones.
Los expertos también plantearon al gobierno la necesidad de mejorar las instalaciones médicas, para que los hospitales y las clínicas sean capaces de manejar los casos de suicidio, así como de realizar programas preventivos de educación en la materia.
Las muertes por suicidio implican fuertes gastos para el gobierno, unos 1.000 millones de rupias (16 millones de dólares) para ayudar a las familias de las víctimas y 3.000 millones de rupias para rehabilitar a quienes sobreviven, de acuerdo con los cálculos de Athukorale.
"Debemos preguntarnos si una nación pobre como Sri Lanka se puede permitir esa pérdida de recursos y de mano de obra", dijo Athukorale durante una conferencia realizada en Peradeniya, en la cual presentó una ponencia sobre el problema del suicidio.
La situación es más grave en las comunidades rurales de este país, en particular entre los colonos de una región árida ubicada en el centro-norte del país, que es irrigada con agua proveniente de una inmensa represa construida en los años 70.
Estos campesinos no son dueños de la tierra que cultivan y, por otro lado, enfrentan los problemas típicos de personas emigradas a una zona que no les resulta familiar, con dificultades para manejar situaciones de alienación, problemas mentales o ruptura marital.
En Sri Lanka la tierra pasa de los padres a los hijos, pero, según el "esquema de colonización" previsto por el gobierno en esta zona, el estado sigue siendo el propietario, que entrega a los campesinos permisos de cultivo que pueden ser legados a un solo miembro del grupo.
Esa reglamentación contribuye a generar problemas en las familias. Esta perturbación fue identificada por Athukorale como una de las principales causas de suicidios en esa región del país.
El investigador también hizo notar que la tasa de suicidios también ha variado a lo largo de la historia independiente de Sri Lanka, pues era mucho más baja durante la época socialista y se elevó desde los últimos años 80, cuando se adoptó la economía de mercado.
El sistema no ha sido capaz de proteger a los pobres y otros sectores vulnerables de la población, lo cual se considera un factor que contribuye a elevar la tasa de suicidios, añadió Athukorale, para quien el problema se agrava cuando la estructura social no favorece la integración entre las personas.
En Sri Lanka hay ministerios a cargo de la seguridad social, de los problemas de la juventud y los niños, pero ninguna de estas instituciones se ocupa de encontrar medios para afrontar el problema de los suicidios. El sector privado tampoco interviene, a pesar de que la situación es crítica.
Se gastan miles de millones de dólares en desarrollo, en áreas como salud, educación, ambiente y equidad de género, pero hasta hace poco tiempo no existía ni siquiera una institución capacitada para lidiar con personas afectadas por la depresión.
Ahora existe la Sumithrayo, que quiere decir "hacer amigos", donde la gente puede llamar por teléfono para solicitar ayuda. Cada año, miles de personas hacen contacto en busca de consejo médico y siquiátrico. (FIN/IPS/fs/an/lc-mj/he/98