La violencia que se desató en Kosovo puso en evidencia la falta de compromiso del gobierno de Serbia cuando se trata de discutir sobre los derechos de la etnia albanesa, mayoritaria en aquella provincia.
También revela el fracaso de cinco años de negociaciones internacionales sobre los Balcanes, un resultado deprimente pero previsible.
Si no se insiste con mucha urgencia en los esfuerzos diplomáticos para resolver los problemas de la antigua Yugoslavia habrá seguramente habrá nuevas acciones de "limpieza étnica", cuya única incógnita es cuál será la magnitud de la masacre.
Tras el desmembramiento de la antigua Yugoslavia, el comunismo fue rápidamente reemplazado por el nacionalismo, con lo cual no hubo ninguna oportunidad de conquistar una verdadera democracia.
Uno de los resultados más visibles de este proceso fue el conflicto entre serbios y musulmanes en Bosnia-Herzegovina. Pero también hubo lucha entre croatas y bosnios, y entre Serbia y Croacia.
Esos conflictos determinaron la polarización de la población y la reubicación de decenas o cientos de miles de personas que habían tenido la desgracia de habitar en un territorio étnicamente "equivocado".
La limpieza étnica no fue mera consecuencia de una estrategia, fue su motivación principal. Esos bolsones de población radicalizados y étnicamente homogéneos son un escenario perfecto para que el desarrollo del nacionalismo.
En cuanto a la situación de Kosovo, una provincia a la que se denomina "la cuna de la cultura serbia", fue manipulada por el presidente de la nueva Federación Yugoslava (Serbia y Montenegro), Slobodan Milosevic, quien estimula demandas nacionalistas cuando le resulta conveniente.
Más de 90 por ciento de los dos millones de habitantes de Kosovo es albanesa, pero Belgrado tiene el control y lo ejerce con firmeza. Los problemas comenzaron en 1989, cuando Milosevic suprimió la autonomía de Kosovo.
Durante casi una década los serbios han mantenido a la región bajo control militar, lo cual incluye castigos y violaciones de derechos humanos, juicios políticos y el cierre de medios de comunicación, escuelas y otras instituciones cívicas albanesas.
Las manifestaciones de violencia de principios de esta semana en Kosovo, que causaron la muerte de 16 personas, y la decisión de algunos albaneses de tomar el camino de las armas por la vía de un difuso "ejército de liberación", sdon otras demostraciones de la tétrica lógica que impera en los asentamientos pos-yugoslavos.
Este panorama ha llevado a las potencias occidentales a tratar de manejar la dinámica de las políticas étnicas en la ex Yugoslavia, pero en ningún caso se han opuesto a ellas, ni tampoco lograron desactivarlas.
Eso se observa con claridad en los acuerdos de Dayton, patrocinados por Estados Unidos, que preservan principios étnicos de la política Bosnia.
En otros tiempos esto era conocido como apartheid. El acuerdo de Dayton acepta la existencia de un territorio bosnio serbio, lo cual incluye una serie de consideraciones constitucionales que basan el poder político en condiciones étnicas, y de esa forma entrega una clara señal de que esos principios son aceptables.
La crítica de los acuerdos de Dayton se refuerza a la vista de los resultados de su implementación, en particular la libertad de que aún gozan algunos de los criminales de guerra más connotados o la falta de acciones para contribuir al retorno de los refugiados.
Y mientras la violencia permite a los serbobosnios el reconocimiento político y un puesto en las mesas de negociación diplomáticas, los albaneses de Kosovo permanecen al margen.
Los albaneses han sacado sus propias conclusiones sobre el resultado de estos acuerdos. Para comenzar están muy frustrados porque durante una década fueron disciplinados y tuvieron una actitud pacífica, con lo cual no obtuvieron ningún respaldo político concreto.
Así que ahora Kosovo pasa por un momento muy difícil, ya que el conflicto podría agravarse. Años de discusiones sobre "diplomacia preventiva" o "mecanismos de alerta prematura" para los Balcanes, no han arrojado ningún resultado.
Desde el punto de vista de la opinión pública, todo parece indicar que el conflicto de Kosovo seguirá la misma ruta que han tenido otras luchas en los Balcanes.
Sin embargo, para los albaneses, y en particular para una impaciente juventud que está dispuesta a lograr un cambio mediante manifestaciones e incluso con las armas, la situación actual es inaceptable.
Una de las dudas generadas por la situación que se vive actualmente en Kosovo es el futuro de la estrategia pacífica impulsada por los dirigentes de la etnia albanesa. Mientras, el tiempo se acaba y cada vez es más difícil avanzar hacia acuerdos para una solución política.
Los albaneses no tienen ejército, pero en los últimos meses, algunos grupos demostraron que pueden desestabilizar la provincia.
Si bien es cierto que provocar la violencia serbia puede atraer cierta atención internacional sobre Kosovo, también es verdad que puede producir una terrible tragedia, si se producen movimientos masivos y repentinos de población.
Pero además, es necesario considerar la posibilidad de un contraataque de Belgrado.
Hay varios elementos que contribuirían a moderar la respuesta serbia: tres derrotas militares seguidas debilitaron el interés de la población por la guerra, Milosevic sería objeto de fuertes críticas internacionales si hay violencia y, finalmente, dadas las condiciones demográficas de Kosovo, se cree que esa región se ha "perdido".
Sin embargo la racionalidad es ajena a la política en los Balcanes, y los extremistas serbios ya dibujaron mapas con divisiones para Kosovo, mientras en su memoria aún almacenan los recuerdos del verano de 1995, cuando 200.000 serbios fueron expulsados de Croacia en un fin de semana. Podría ocurrir de nuevo.
Durante la guerra de Bosnia, algunos observadores consideraban inevitable la intervención extranjera, y advertían que mientras ese hecho más se retrasara, más alto sería el costo de la guerra.
Lo mismo podría aplicarse al caso de Kosovo, especialmente por el riesgo de que el conflicto se contagie a Macedonia y aún más allá. Un activista de derechos humanos de Belgrado ha destacado la necesidad de realizar una nueva negociación, al estilo de Dayton, para la provincia de Kosovo.
Eso implicaría llevar a cabo una gran conferencia con participación de todas las partes involucradas en el problema de Kosovo, con el fin de lograr un acuerdo con respaldo de la comunidad internacional.
Pero aún debería demostrarse si Estados Unidos, la Unión Europea y otros protagonistas de este tipo de negociaciones han aprendido la lección y son capaces de buscar acuerdos antes que comience el derramamiento de sangre, o si van a esperar hasta que todo haya ocurrido, con un resultado inevitable.
(*) Anthony Borden es codirector del Instituto para Periodismo en Transición y editor de su revista, Transitions