PERU: Camélidos andinos, un potencial desaprovechado

Candy es una llama hermosa: su lana es suave y blanca, sus ojos vivaces y su andar elegante. Sus dueños la ataviaron con cintas multicolores en las orejas y le colocaron un arnés para que tire de un carrito de paseo al que todos los niños se pelean por subir.

La escena no tendría nada de extraordinario si no fuera porque Candy vive en Nueva Zelanda, a miles de kilómetros de los Andes, su hábitat natural.

En ese país, como en muchos lugares de Australia, Estados Unidos, Canadá y hasta Colombia, criar una llama o una alpaca como mascota se está poniendo de moda.

Se trata de una moda cara, por cierto. Los dueños de Candy pagaron 15.000 dólares por ella, pero tuvieron suerte porque en el mercado internacional un ejemplar tan fino no baja de los 20.000.

Sin embargo, los beneficios de esta lucrativa actividad no llegan a los criadores peruanos de llamas y alpacas de los Andes, que siguen viviendo en precarias condiciones a más de 4.000 metros de altura.

Los criadores permanecen ignorantes de las nuevas técnicas de mejoramiento genético, incapaces de mejorar su oferta y por tanto, de insertarse adecuadamente en el mercado.

En pleno auge del modelo liberal y la libre competencia, están obligados a vender sus animales al precio base fijado por el gobierno de Perú para las subastas públicas: 750 dólares por alpaca y 500 dólares por llama.

Nunca reciben un centavo más porque los postores, en su mayoría extranjeros, simplemente no ofrecen sumas mayores.

Los especialistas en desarrollo rural sostienen que el sistema condena a los productores a permanecer en situación de extrema pobreza, pero para las autoridades es el único medio de "ordenar el mercado".

El Director del Consejo Nacional de Camélidos Sudamericanos (CONACS), Alfonso Martínez, defiende el sistema porque garantiza a los criadores el pago de un precio mínimo, y aunque reconoce que es bajo para los estándares internacionales, aclara que son los precios fijados por la oferta y la demanda interna.

Perú es pionero y líder en la crianza de camélidos andinos. Posee 70 por ciento de la población de estos animales, diseminados también en Argentina, Bolivia, Chile y Ecuador.

Unas 1.500 comunidades campesinas, que comprenden 40.000 familias en situación de extrema pobreza, dependen de esta actividad.

Con el fin de evitar el creciente contrabando de llamas y alpacas, propiciado por la prohibición de su exportación, en 1991 el gobierno abrió el mercado y obtuvo una demanda inesperada que cinco años después lo obligó a establecer el sistema de subasta.

De acuerdo con cifras oficiales, en 1996 (últimas estadísticas disponibles) se exportaron 983 alpacas a cuatro países (Estados Unidos, Australia, Colombia y España) y 53 llamas a Estados Unidos.

Pero la exportación de estos animales está llena de recriminaciones, suspicacias y acusaciones de explotación y monopolio.

No son pocos los especialistas que temen que una exportación motivada solamente por el afán lucrativo pueda llevar al país a perder un tesoro genético cuyo potencial mayor se encuentra no en la crianza de mascotas, sino en la producción de carnes y fibra.

"Las llamas y alpacas viven en ambientes completamente sanos, libres de fertilizantes sintéticos y contaminación, es decir que su carne y su fibra se convierten en preciados productos ecológicos, algo que no se está tomando en cuenta y nos daría una tremenda ventaja comparativa", destacó el doctor Ernesto Zegarra, experto en genética animal.

Zegarra comparte la inquietud de otros colegas: las llamas y alpacas provenientes de Perú pueden ser mejoradas genéticamente en laboratorios extranjeros, lo que produciría mejores ejemplares y haría fracasar un mercado en pleno desarrollo.

El cruce reciente entre un camello y una llama, en los Emiratos Arabes Unidos, es la prueba palpable del nivel de los experimentos en otras partes del mundo, señaló.

Por su parte, el ingeniero Enrique Moya, experto en camélidos y desarrollo rural, es partidario de la elaboración de un plan de desarrollo de camélidos andinos que incorpore a todas las partes involucradas en la actividad.

Además, el plan debería considerar un manejo adecuado de los recursos naturales, así como el mejoramiento de crianza y de los sistemas de comercialización y mercadeo.

Para los criadores nacionales, la alternativa es exportar o competir en un mercado interno diminuto y con precios irrisorios. El precio oficial de la libra (460 gramos) de fibra de alpaca es de tres nuevos soles (1,05 dólares, al cambio actual).

Cada animal de primera categoría produce un máximo de cuatro libras por esquila, y ésta se realiza cada tres años.

La fibra es vendida a los intermediarios, quienes la venden a su vez a fábricas nacionales y extranjeras por encima de 15 dólares la libra. Moya señaló que el Estado no debe fijar precios ni intervenir directamente, sino, por el contrario, propiciar la concertación entre los agentes del mercado.

Así las cosas, los criadores de camélidos son presa del desconcierto y no saben dónde acudir para que se atiendan sus reclamos de capacitación en producción, selección de fibras y gestión empresarial.

"Queremos asociarnos, no sabemos cómo; queremos mejorar nuestras condiciones de vida, tampoco sabemos", dijo en un español balbuceante un curtido criador quechua-hablante de Pilapata, una comunidad alpaquera de Ayacucho, durante una protesta en esa ciudad por los bajos precios de la fibra de alpaca. (FIN/IPS/zp/ml/dv/98

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