IRAQ: Sobrevivientes de ataque químico son muertos en vida

Las enfermedades de los supervivientes del ataque de Iraq con armas químicas a la localidad kurda de Halabja en 1988 son similares al síndrome de la guerra del Golfo, según uno de los pocos expertos extranjeros que visitó aquel lugar en los últimos 10 años.

Christine Gosden, jefa de Genética Médica de la Universidad de Liverpool, que fue entrevistada en Londres por IPS, acompañó en enero a Halabja al periodista británico Gwynne Roberts, para filmar un documental para la televisión.

El arsenal de armas químicas de Iraq incluye gas mostaza, que abrasa la piel y los pulmones, y varios tipos de gas neurotóxico, como tabún, sarín, somán y VX.

Todas esas armas, con la posible excepción del VX, fueron usadas en Halabja, que tenía una población de 45.000 personas y perdió 5.000 en el ataque. La mayoría de los restantes "están muy enfermos", dijo Gosden.

Los habitantes de Halabja presentan las mismas afecciones, aunque agudizadas, que los soldados víctimas del llamado "síndrome de la guerra del Golfo", lo cual sugiere que éstos "fueron expuestos a los mismos productos químicos".

Gosden cree que las tropas de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos fueron expuestas a esas sustancias en la guerra del Golfo al destruir depósitos de municiones de Iraq.

Las nubes de humo que permanecieron sobre el desierto durante días estaban cargadas de esos productos químicos, aseguró la especialista, quien destacó que el gas sarín no es inflamable, pero puede evaporarse.

El bromuro de pirostigmina, un antídoto que recibieron los soldados, sólo es efectivo contra el somán, y no ante otros agentes neurotóxicos.

A su llegada a Halabja, Gosden organizó una transmisión radial pidiendo a aquellos con problemas de salud que se acercaran. Más de 700 personas se presentaron el primer día. De ellas, 495 padecían dos o más enfermedades serias.

La especialista calcula que más de la mitad de la población de esa localidad kurda sufre desórdenes respiratorios como asma, bronquitis y fibrosis pulmonar. Eso, y los problemas en los ojos, se deben a la exposición al gas mostaza.

Algunas pobladores de Halabja perdieron la visión, debido a las lesiones que los productos químicos les causaron en la córnea. Otras viven con permanente dolor y comezón. Entre los problemas de la piel se cuentan tumores que se multiplican rápidamente.

Todas esas afecciones fueron causados por el gas mostaza. "Aún 10 años después del ataque, muchas personas sufren irritación de piel, erupciones y una terrible comezón", añadió Gosden.

En cuanto a los defectos congénitos de los niños nacidos después del ataque, Gosden comparó la situación con la de la ciudad vecina de Sulaimaniyah, de población 10 veces superior a Halabja.

La incidencia del labio leporino, de fisura del paladar, espina bífida, los defectos congénitos del corazón, el síndrome de Down y otros desórdenes, es tres veces mayor entre los niños y niñas de Halabja.

La misma proporción se halló en materia de aborto espontáneo y de muerte súbita de lactantes, que Gosden atribuye en gran parte a deficiencias cardíacas no diagnosticadas.

Así mismo, numerosos hombres y mujeres quedaron estériles. . También hay en Halabja muchos niños con leucemia y linfomas y personas con desórdenes neurológicos y psiquiátricos. Se trata de efectos a largo plazo de la exposición al gas neurotóxico, pero ninguno de los afectados recibe tratamiento.

Gosden describe a Halabja como una zona de desastre humano y ecológico.

"Las armas químicas no afectaron sólo a personas, sino que también determinaron mutaciones en plantas y animales. Las víboras son más grandes, agresivas y venenosas, lo que aumentó la cantidad de muertes por mordedura" de esos animales.

"Las langostas son mucho más grandes y devoran cuero y PVC. Las cosechas de granos y frutas disminuyeron" a causa de esas langostas gigantes, explicó Gosden.

Halabja sólo cuenta, para tratara a los enfermos, con un cirujano y una ginecóloga, que perciben el equivalente a 20 dólares por mes.

El hospital no tiene aparatos de rayos X ni instrumentos de desinfección o túnicas para operar y los fármacos y los instrumentos quirúrgicos son escasos.

No existe radioterapia ni quimioterapia para atender a los enfermos de cáncer, y la única opción es la cirugía radical. El hospital no tiene laboratorio y el patólogo más cercano se encuentra en Sulaimaniya.

El centro médico tampoco cuenta con agua caliente ni calefacción.

Para enfrentar el legado del ataque con armas químicas, Halabja necesita dinero, equipos y personal médico, entre ellos un pediatra, neurólogos, psiquiatras y anestesistas, así como instrumentos quirúrgicos y fármacos.

Cuando Gosden y los periodistas se percataron de la magnitud del problema, entregaron al hospital el dinero que tenían, unos mil dólares. Al día siguiente, el lugar tenía calefacción.

"Al marcharnos, dejé todo lo que tenía. Instrumentos, libros, papel y lapicera. La ginecóloga lloró cuando le di mi estetoscopio", dijo Gosden.

"La situación real (de Halabja) es quizá mucho peor de lo que sugiere la información recabada, ya que muchos mueren en su casa, sin diagnóstico, de cáncer y leucemia y de otras afecciones", advirtió. (FIN/IPS/tra-en/jmp/rj/aq-ff/98

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