Alí Suharto logró hoy un séptimo mandato como presidente de Indonesia, pero el ritual político hace poco por reducir la creciente presión por reformas políticas y calmar dudas sobre su manejo de la crisis financiera.
En una sesión que transcurrió según lo previsto, las cinco facciones políticas de la Asamblea Consultiva Popular, el cuerpo de 1.000 miembros que elige al presidente, otorgó por unanimidad un nuevo mandato a Suharto, de 76 años.
Suharto, el único candidato a la presidencia, gobernó Indonesia durante 32 años. La aclamación de la Asamblea le dio el séptimo mandato de cinco años como presidente.
Además, Suharto obtuvo de la asamblea un conjunto de potestades de emergencia que le permiten dar pasos necesarios para liderar al país a través de la crisis económica, una medida que refleja preocupación por el creciente descontento social en el cuarto país más poblado del mundo.
Mientras los cambios de dirigencia en Tailandia y Corea del Sur se produjeron en medio del enojo público por los problemas económicos y dieron lugar a nuevos esfuerzos para la reforma, el nuevo término de Suharto envía un mensaje diferente, diciendo que podría haber un poco más de la{ políticas del pasado.
La supremacía de Suharto parece no enfrentar desafíos ahora, pero la confirmación en su cargo contrasta con el torbellino económico y las protestas políticas surgidas por la inflación de 32 por ciento en el país, el estancamiento político y las crecientes filas de ocho millones de desempleados.
La última señal de falta de confianza se produjo el viernes, cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció la decisión de posponer la próxima entrega de 3.000 millones de dólares del paquete de rescate de Indonesia de 43.000 millones, debido a las resistencias de Jakarta a las reformas económicas.
Los críticos afirman que la actitud de Indonesia hacia la reforma no ha sido comprometida, como lo revelan la medidas del gobierno para dejar exento de impuestos al proyecto del "automóvil nacional" y mantener los monopolios que Jakarta había prometido desmantelar.
El FMI dijo que la entrega de nuevos fondos de emergencia no ocurriría al menos hasta abril, tras conversaciones con el nuevo gabinete de Suharto, que pronto será anunciado.
Los críticos alegan que el nuevo mandato no cambia el hecho de que carece de la capacidad de Suharto de producir la recuperación, ya que la confianza de la gente en su liderazgo ha desaparecido.
Nurcholish Majid, académico y director del centro de estudios Paramadina, dijo que Suharto "debería pedir perdón al pueblo, por los errores que cometío durante sus 32 años en el gobierno, y retirarse del poder".
De todas formas, dijo Majid a IPS, aún sin cargos formales, Suharto seguirá siendo tan poderoso como lo fue Deng Xiaoping en China tras renunciar a sus responsabilidades oficiales.
"Suharto es considerado el padre de la nación. Sus sucesores sentirán la necesidad de consultar con él sobre la manera de hacer las cosas", añadió.
Pero estudiantes universitarios que realizaron manifestaciones de protesta quieren cambios más radicales. Este martes, más de mil se concentraron ante la Universidad de Indonesia y criticaron a la Asamblea Consultiva por no adoptar reformas políticas audaces.
"Seguiremos con las manifestaciones hasta que nos escuchen", dijo un estudiante.
Se espera que Suharto designe en el gabinete a funcionarios que comparten sus puntos de vista sobre la forma de resolver la crisis, entre ellos soluciones no incluidas en el paquete del FMI.
El gobierno considera instituir una caja de conversión monetaria que fije la rupia al dólar estadounidense, a pesar de las objeciones del FMI y Estados Unidos, entre otros gobiernos.
La impaciencia de Suharto con los tecnócratas va en aumento, ante la incapacidad de estos para impedir la caída de la rupia. La moneda se sitúa en torno a las 10.000 unidades frente al dólar, en relación a las 2.500 antes de que se desatara la crisis financiera en julio.
Cuatro jerarcas del banco central fueron retirados de sus cargos durante la crisis, entre ellos el presidente del Banco de Indonesia, Soedradjad Djiwandono, despedido el mes pasado.
Las últimas declaraciones de Suharto indican una posición más dura contra la política del FMI y apelan al sentimiento nacionalista, en medio de las difíciles condiciones económicas.
El FMI, que recomienda grandes cambios en la política económica de Indonesia, es criticado por quienes consideran que interfiere en asuntos de soberanía.
Suharto, ante la Asamblea Consultiva Popular el 1 de marzo, declaró que el programa del FMI no está funcionando y pidió el respaldo para su concepto de "FMI Más" que incluye medidas, como la caja de conversión, adoptadas por Jakarta fuera de los parámetros del Fondo.
El domingo, Suharto señaló que las reformas del FMI están basadas en principios económicos "liberales", a contrapelo de la economía indonesia que, según dijo, se basa en el "principio de familia" como lo describe la Constitución de 1945.
En manifestaciones realizadas en Ujungpandang, Sulawesi del sur, más de 500 estudiantes denunciaron al FMI y Estados Unidos por utilizar su peso económico para destruir la credibilidad del gobierno indonesio, lo que condujo a la crisis financiera.
Es probable que la lucha entre el gobierno y el FMI continúe en los próximos meses. Jakarta intenta salirse con la suya asegurándose que continúe su acceso al dinero del FMI y recurriendo a sus propias soluciones económicas, incluso si desagradan al Fondo y otros donantes.
Para los analistas, los militares seguirán siendo una fuerza poderosa a tener en cuenta en el futuro panorama político de Indonesia. Algunos estiman que los oficiales jóvenes están a favor de un ambiente político más abierto, pero personas como Majid piensan que ello sería pecar de optimismo. (FIN/IPS/ky/js/lp-aq/ip-if/98