CUBA: Endurecimiento ideológico amenaza apertura cultural

La tendencia del gobierno cubano al endurecimiento ideológico en todas las esferas de la vida puede poner en peligro la apertura cultural que desde hace una década se vive en el país.

Los límites a la apertura cultural pueden surgir de una reunión reservada que la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) realizó el lunes, con participación del presidente Fidel Castro.

La reunión fue organizada para preparar el congreso en que se elegirá el sucesor en la presidencia de la UNEAC del escritor Abel Prieto, designado ministro de Cultura.

Sólo la radio estatal se refirió a la presencia de Castro, que habría pronunciado un discurso de nueve horas, y de momento poco o nada se sabe de las conclusiones del encuentro y de los planteamientos del presidente.

La posibilidad de un retorno a tiempos considerados grises para la cultura cubana domina los medios intelectuales de este país desde la asunción del nuevo parlamento el 24 de febrero.

La ceremonia se efectuó un mes después de la visita del papa Juan Pablo II, que propició un ambiente de tolerancia religiosa y política y planteó la necesidad de abrir un amplio diálogo nacional.

La apertura de las deliberaciones del nuevo parlamento ocurrió también después del indulto a 299 presos, resuelto por el gobierno en enero.

El canciller Roberto Robaina aclaró que el indulto masivo no significaba una apertura política a la oposición interna ni un gesto dirigido a Washington para propiciar una actitud más flexible hacia la isla.

Estados Unidos reclama "cambios fundamentales" en la política cubana como primer requisito para el levantamiento parcial del bloqueo que impone a la isla desde los primeros años 60.

Entre esos cambios figuran la liberación de todos los presos políticos, el respeto a las libertades individuales, la creación de un sistema judicial independiente, la realización de elecciones libres y la desaparición del Departamento de Seguridad del Estado.

Analistas cubanos señalan desde 1995 la posibilidad de una ofensiva ideológica de las autoridades en coincidencia con el comienzo de la reanimación económica tras la crisis que sucedió a la desaparición del bloque comunista de Europa.

Un informe del buró político del gobernante Partido Comunista criticó con fuerza en 1996 a representantes del mundo académico por publicar, dentro y fuera de Cuba, trabajos con criterios alternativos a la línea oficial.

Castro, electo por quinta vez consecutiva al frente del Consejo de Estado, usó su discurso de reelección para, entre otras cosas, atacar las obras artísticas que critican el sistema socialista en aplicación.

El mandatario se refirió a películas realizadas en la isla con recursos públicos, que "no son un llamado a la lucha y a la resistencia" y entre las que se contarían "filmes contrarrevolucionarios".

"Transmitir la idea de que toda revolución y todo socialismo es burocracia y pobreza es desprestigiar las ideas de un país donde se ha salvado la vida a 300.000 niños y la mortalidad infantil está en 7,2 por cada 1.000 nacidos vivos", dijo.

Aunque no mencionó títulos, Castro concentró su crítica en "Guantanamera", la última película codirigida por el maestro del cine cubano Tomás Gutiérrez Alea, fallecido en 1996.

Las palabras del presidente fueron interpretadas como un llamado al retorno del realismo socialista como tendencia dominante en el arte, un hecho superado por la política cultural de este país hace más de una década.

El arte cubano, pasando por la narrativa, la plástica, el cine, el teatro y la canción, se caracteriza por concebir la realidad de la isla como problema y por ser capaz de fundir la tradición con las tendencia más modernas y universales.

"Desgarrada el alma, pero más firme que nunca en mis convicciones revolucionarias socialistas", fue la forma como describió su estado de ánimo el presidente del Instituto Cubano de Industria y Arte Cinematográficos (ICAIC), Alfredo Guevara, en una declaración a la prensa el último viernes.

Guevara, compañero de Castro desde los 19 años, se sintió obligado a salir en la defensa de la actitud y los principios revolucionarios de los miembros de la dirección del ICAIC y de los creadores.

El intelectual dijo estar seguro de que la información al presidente no fluyó "del modo adecuado", y se declaró confiado en lo que catalogó como una pasión de Castro desde su primera juventud: la justicia. (FIN/IPS/da/mj/cr hd/98

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