El viento que sopla en su dirección convierte los bosques del territorio indígena yanomami en el principal blanco de los incendios que azotan Roraima, estado del norte de Brasil en la frontera con Venezuela y Guyana, y amenaza sus poblaciones.
Carlo Zacquini, un misionero católico italiano que vive en la región hace 33 años, destacó que por lo menos dos aldeas yanomamis ya perdieron sus siembras y tuvieron que recurrir a la caza, la recolección de frutas y la escasa pesca en riachuelos casi secos.
El operativo, que ya moviliza más de 1.000 soldados y bomberos, tiene como prioridad proteger "propiedades, el ganado y los poblados blancos", y no a los indígenas, acusó la no gubernamental Comisión Pro-Yanomami.
El diagnóstico de Reinaldo Imbrozio Barbosa, experto del Instituto Nacional de Investigaciones del Amazonia (INPA), se basa en un vuelo de observación que hizo el miércoles. "En las áreas de sabanas no vi ningún foco" y allí se está agotando la biomasa proclive a los incendios, informó.
Su vuelo fue uno de los pocos que pudieron despegar esta semana desde Boa Vista, la capital de Roraima, ya que el humo impidió el aterrizaje incluso de grandes aviones de carrera que representan un medio clave de transporte para el estado.
La humareda cubre la ciudad y se convirtió en un grave problema de salud. La gran incidencia de enfermedades respiratorias duplicó la internación de niños en hospitales.
El fuego en los bosques "con la combustión incompleta" por quemar material húmedo libera más gases y vapores, lo que agrava el problema, señaló Imbrozio.
Los vientos, que soplan hacia oeste y suroeste, evitan una expansión del fuego hacia los países vecinos, pero hacen temer por los yanomamis, una de las culturas más primitivas y preservadas del continente, amenazada también por constantes invasiones de "garimpeiros" (mineros informales).
Los incendios avanzaron decenas de kilómetros dentro de territorio yanomami. Los grandes ríos locales, el Mucajaí y el Uraricoera, son paralelos al avance del fuego y no transversales, por eso no constituirán una barrera natural, se lamentó el investigador.
La gran operación puesta en marcha por el gobierno brasileño hace una semana, tras la gran repercusión internacional del nuevo desastre ambiental, poco puede hacer para contener la quema de los bosques, opinó Carlo Zacquini, un misionero católico italiano que viven en la región hace 33 años.
La batalla contra el fuego y contra factores negativos como la larga sequía, el calor y los vientos, cuenta con bomberos procedentes de todas partes de Brasil y más de 200 expertos de Argentina y Venezuela.
Como suele ocurrir con las cuestiones amazónicas, el combate contra los incendios se convirtió también en problema de soberanía nacional.
Los militares asumieron la jefatura de la operación antiincendios y se opusieron a la ayuda internacional que propone un órgano de Naciones Unidas desde noviembre, defendiendo soluciones internas y la capacidad del país.
Fue necesaria una reunión de la Cámara de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, órgano interministerial que asesora al presidente del país, para dirimir conflictos.
"Toda ayuda internacional es bienvenida, si se ajusta a las condiciones y necesidades locales", resumió el vocero presidencial, embajador Sergio Amaral, al final de la reunión.
La mayor ayuda, cinco millones de dólares para combatir los incendios y minimizar los daños, fue ofrecida por el Banco Mundial. También Alemania, la Unión Europea, Estados Unidos y Paraguay plantearon sus ofertas.
Helicópteros argentinos se revelaron como la única arma eficaz en el combate contra el incendio en el interior de los bosques. Pero tienen efecto limitado, con sus "500 o 1.000 litros de água" en un área tan extensa, se lamentó Zacquini.
Solo buenas lluvias salvarán los bosques, sostuvieron el misionero e Imbrozio. Pero el servicio de meteorología las espera para fines de abril. Con la sequía, hay muchas hojas secas bajo los árboles, combustible que aumenta la velocidad del avance de los incendios y los hace incontrolables.
"El verdadero problema no es el fuego, sino la política de expansión agrícola", que está deforestando la Amazonia, según Imbrozio. Esa actividad ya alcanza las orillas de las tierras reservadas a los yanomami, haciendo más vulnerables los bosques protegidos.
Los incendios son usuales en vastas areas amazónicas hace décadas. Este año se hicieron incontrolables por efecto del fenómeno El Niño que intensificó la sequía, explicó.
Pero otros grupos indígenas de las sabanas y áreas menos boscosas, como macuxis y taurepangs, que dependen de la agricultura y la ganadería de subsistencia, "están pasando hambre", observó el misionero. (FIN/IPS/mo/mj/en/98