El flujo de turistas extranjeros a Brasil para participar del carnaval, la gran venta de vídeos y la noticia de que los argentinos buscan promover una fiesta similar, parecen insinuar que este espectáculo, tal como se celebra en Rio de Janeiro, puede ser un producto exportable.
La fiesta cristiana de "adiós a la carne", que se realiza en vísperas de la cuaresma, los 40 días de penitencia y abstinencia de carne previos a la celebración de la muerte y resurrección de Juesucristo, es en Brasil una explosiva y popular manifestación de alegría, liberación erótica, ritmo, color y sueños.
En Rio de Janeiro, la fiesta popular fue ganando forma de espectáculo desde los años 50, cuando las "escuelas de samba" se apropiaron del carnaval, para pasar luego de las calles a un estadio propio, denominado el "sambódromo" o "pasarela del samba".
Los actores son ya multitud. Cada noche de carnaval desfilan por el sambódromo casi 30.000 personas, ante un público que llega como máximo a 70.000.
Los espectadores bailan casi todo el tiempo al igual que los actores y, como en los deportes colectivos, se comportan como fanáticos, dado que las escuelas también compiten frente a un jurado que elige a las mejores cada año.
Los triunfadores del segundo grupo, al igual que en los torneos de fútbol, ascienden a la división principal y los peores de ésta descienden.
Esa fórmula también se implantó en Sao Paulo y la experiencia se extiende a otras grandes ciudades del país, incluso a Manaos, ubicada sobre el río Amazonas.
Sólo en el Nordeste el carnaval evolucionó en otra dirección. Allí sigue siendo participativo, callejero, con millones de personas bailando detrás del "trío eléctrico", un camión de sonido.
Rio de Janeiro transfirió su modelo a otras ciudades del país y también podría exportarlo a otros países.
Miles de turistas extranjeros llegan cada año a esta ciudad para admirar el fenómeno, millones ven el espectáculo por televisión en todo el mundo y otros miles adquieren el vídeo de la fiesta que les permite mirar imágenes de las escuelas de samba.
Las mujeres semidesnudas son la carnada principal.
Ese público que realiza un largo viaje para asistir al espectáculo, y el crecimiento mundial de la industria del esparcimiento y de las emociones, podrían justificar el surgimiento de carnavales similares fuera de territorio brasileño.
Un indicio de esta exportación parece llegar de Argentina. Buenos Aires trata de reactivar su casi perdido carnaval, teniendo como modelo esta vez la fiesta de Rio de Janeiro, según el diario O Estado de Sao Paulo.
Desfiles en las calles del centro y de algunos barrios de la capital argentina se realizan este año durante tres fines de semana, ya que en ese país no existe el feriado de carnaval.
Pese a que en Brasil tampoco existe el feriado formal, la costumbre se impuso y de sábado a martes no se trabaja, a excepción de quienes realizan servicios esenciales.
Mientras en Buenos Aires los corsos son más sencillos con desfiles de murgas, vehículos adornados y bandas musicales, en Gualeguaychú, ciudad de 100.000 habitantes en la provincia de Entre Ríos, ya se hace un carnaval carioca, de acuerdo con el corresponsal de O Estado de Sao Paulo, Ariel Palacios.
En un estadio para 25.000 personas, el "corsódromo", desfilan los participantes con ornamentos y ropas ligeras, acompañados de música de percusión que mezcla ritmos brasileños y argentinos.
La primera vez que la fiesta de carnaval fue suspendida en Argentina se debió a la muerte de la mítica Evita Perón, en 1952, contó Palacios.
Con el fin del gobierno de Juan Perón, en 1995, se reanudaron los festejos de carnaval, pero sin demasiado entusiasmo, hasta que la última dictadura militar (1976-83) los prohibió por temor a actos de protesta. Se rompió así una tradición, que abrió paso a influencias exóticas.
Pero es difícil, o imposible, trasplantar a otros países el desfile de las escuelas de samba tal cual se realiza en Rio de Janeiro. Un espectáculo que dura toda la noche, por diez o más horas, solo es factible en tierra de aficionados radicales.
La elaboración del desfile, desde la elección del tema y de la canción al diseño de los carros alegóricos y adornos, los ensayos de los 3.500 a 5.000 participantes, exige prácticamente trabajar todo el año. Todo eso para una única presentación.
Sólo las escuelas de samba que consiguen los tres primeros premios podrán intervenir en el desfile de las campeonas, pero es demasiado poco para convertir el espectáculo en negocio atractivo. (FIN/IPS/mo/dm/cr/98