El próximo primer ministro de China, Zhu Rongji, es foco de interés de analistas del mundo que lo creen capaz de llevar a su término las reformas de libre mercado y dar a China un lugar más influyente en el escenario internacional.
Mientras Zhu, el zar económico de China, aguarda la confirmación del Congreso Nacional del Pueblo la semana próxima, observadores aluden a su fortaleza política y manejo detallado de las finanzas.
"Zhu es el hombre adecuado en el momento adecuado. El futuro de la economía descansa en reformas reales y en la confianza en la solidez del sistema financiero. Los antecedentes de Zhu contribuyen mucho a esa confianza", explicó Dali Yang, analista de la Universidad de Chicago.
Pero muchos chinos, no obstante, tienden a rechazar lo que empieza a recordarles un nuevo culto a la personalidad. En las casi cinco décadas en que el Poder Comunista detenta el poder en China, la población china ha visto demasiados héroes laureados a quienes de inmediato se quitó el poder.
"Es popular con los extranjeros", dijo un estudiante universitario en Beijing. "Pero el pueblo chino no sabe mucho sobre él. Es un tecnócrata que habla inglés y comprende la economía, pero esto no lo acerca al pueblo".
Pero cuando sea electo para suceder al primer ministro Li Peng, Rongji deberá hacerse cargo de muchas facetas del desarrollo de China, además de su economía.
Rongji será responsable de asuntos políticos, sociales y diplomáticos. Su principal tarea será acelerar las reformas económicas a un ritmo que no desate los disturbios sociales y mantener la transición del país a una economía de mercado del modo más suave.
Con reputación de pragmático, Zhu es conocido por haber superado los problemas de inflación de China y enfrentar el desafío de asegurar que la economía del país mantenga su equilibrio.
Pero es difícil predecir cuál es la política de Zhu, quien deberá ser confirmado el próximo martes.
Sólo hay un registro de la actitud política de Zhu que podría ser indicativa. Como alcalde de Shangai a fines de los años 80, evitó una repetición del baño de sangre de Beijing en junio de 1989, cuando tanques masacraron a estudiantes que manifestaban en la plaza Tiananmen pidiendo reformas políticas.
En ese momento, la tensión era igualmente alta en Shangai, mientras estudiantes salieron a las calles en respaldo a las protestas de Beijing. Zhun acudió a la televisión para urgir a los manifestantes a dispersarse pacíficamente.
En un lenguaje muy rara vez usado por los líderes comunistas, Zhu dijo: "Nadie puede ocultar la realidad de la historia. La verdad prevalecerá. Muchos camaradas exigieron que usemos la Policía del Ejército Popular e incluso el ejército".
"Como alcalde, hago esta promesa solemne: el gobierno de la ciudad y el Comité del Partido nunca consideró usar el ejército ni considerar la imposición del régimen militar o la ley marcial", aseguró. Su alegato emocional resonó en los estudiantes, quienes regresaron a sus casas sin resistencias.
Pero aún es demasiado pronto para decir que Zhu es en efecto el nuevo hombre para las reformas políticas y la democratización.
Desde que asumió el control de la economía del primer ministro Li Peng en 1992, Zhu avanzó para renovar el anticuado sistema comunista y prepararlo para la nueva era de la China orientada al mercado.
El desafío que enfrenta para balancear la necesidad de reformas y mantener la estabilidad social es enorme. Esta semana, autoridades dijeron que el número de desempleados aumentará 3,5 millones este año, agregándose a unos 11 millones de desocupados.
Durante los próximos cinco años como primer ministro, Zhu deberá cambiar por completo 100.000 empresas estatales endeudadas, generar empleo para los millones que serán despedidos, instaurar un sistema financiero apropiado a una economía de mercado.
Además, deberá hacerse cargo de los efectos colaterales de la crisis de Asia, y asegurar inversiones suficientes para mantener el crecimiento. Sin embargo, Zhu se comprometió a cumplir la mayoría de sus metas no en cinco, sino en tres años.
Es bien sabido que a Zhu Rongji no le faltan enemigos. Su estilo autoritario que no da espacio al diálogo, no lo acercó a muchos burócratas chinos.
En círculos políticos se dice que Zhu, consciente de sus críticos en el gobierno, convenció al presidente Jiang Zemin para que le permitiera sustituir a burócratas a nivel central y local, para dar más espacio para sus reformas. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/lp/ip if/98