El mandato ancestral de ser madre, que subsiste en Argentina pese a los avances de la mujer en todas las áreas de actividad, mantiene a las más pobres al margen de la educación sexual, de los métodos anticonceptivos y del aborto aséptico.
Así lo explicó a IPS la médica Mabel Bianco, autora del libro "Fecundidad, Salud y Pobreza en América Latina" y presidenta de la Fundación para el Estudio y la Investigación de la Mujer.
Esa ley no escrita determina que las mujeres "tienen" que ser madres y, por lo tanto, no necesitan pensar en restringir el número de hijos, no deben evitar tenerlos ni postergar la decisión o interrumpir un embarazo no deseado en condiciones de asepsia, advirtió Bianco.
Como contracara de ese fenómeno asociado a la pobreza crece cada año el número de mujeres de sectores medios y altos que demandan tecnologías de fertilización asistida y, en algunos casos incluso lejos de la edad naturalmente más adecuada para el embarazo, agregó.
En 1997 se efectuaron 2.500 prácticas entre inseminación artificial, fecundación in vitro y otros métodos de reproducción asistida, frente a mil hace cinco años, informó la Sociedad Argentina de Esterilidad y Fertilidad.
"Las mujeres avanzaron mucho en el ámbito laboral, político y económico, pero siguen encerradas en un modelo rígido que supone que deben ser madres, y eso, muchas veces, resulta una verdadera trampa para su salud", alertó la especialista.
El aborto voluntario es la primera causa de muerte materna en Argentina. Cada año se realizan entre 335.000 y 400.000 abortos y por cada dos embarazos que llegan a término hay uno que se interrumpe, según una investigación del Foro de los Derechos Reproductivos
El aborto voluntario está penado por la ley y se realiza de manera clandestina. Las mujeres de mayores recursos pagan a un médico para someterse a una intervención segura y las más pobres recurren a métodos caseros que en un tercio de los casos terminan en la muerte.
Las organizaciones de mujeres demandan la despenalización del aborto pero, hasta el momento, ningún partido político las apoya. Tampoco pudieron conseguir hasta ahora una ley que garantice su educación sexual o su acceso gratuito a métodos anticonceptivos, de manera de evitar un embarazo no deseado.
La Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que exige a los hospitales públicos informar sobre métodos anticonceptivos y entregarlos gratuitamente a las mujeres pobres.
Pero la iniciativa fue frenada el último año en el Senado por el bloque oficialista, que cuestionó la inclusión del dispositivo intrauterino entre los métodos recomendados. Los objetores señalaron que ese procedimiento es abortivo, pese a las explicaciones médicas en contrario.
Además, fue rechazado del capítulo del proyecto que permite la entrega gratuita de anticonceptivos a menores de edad. Los legisladores consideraron que se debe exigir autorización de los padres, y el debate se empantanó.
Hay vacío legal en la materia. Esa ausencia de legislación coloca a Argentina entre los últimos pases del mundo en materia de políticas de procreación responsable junto a Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos, según surge de un estudio del Fondo de Poblacin de las Naciones Unidas de 1996.
Hillary Clinton, esposa del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, recomendó a las mujeres, en ocasión de la visita que realizó junto a su marido a Argentina en 1997, avanzar en los programas de planificación familiar de manera de disminuir la cantidad de abortos y la mortalidad materna.
Argentina es en América Latina el país con mayor número de mujeres en el parlamento, las mujeres son mayoría entre los estudiantes de medicina y aumenta la cantidad de jefas de hogar. Pero los temas de su salud reproductiva son tabú, debido a pautas culturales muy antiguas.
"Además de la trampa cultural a la que se somete a las mujeres exigiéndoles en los hechos ser madres, hay otro problema que es que las personas encargadas de decidir en temas de salud de la mujer piensan que el mercado puede resolverlo todo. Entonces dejan a las mujere pobres que se arreglen como puedan", señaló Blanco.
Así mismo, la contradicción entre las mujeres pobres que ponen en riesgo su vida al abortar y las que demandan tecnologías caras para su reproducción desvirtúa también el papel de los médicos, que comienzan a preocuparse más por capacitarse y desarrollar técnicas para atender a quienes pueden pagar por su salud reproductiva.
En definitiva, la idea subyacente de los encargados de impartir políticas sanitarias, según Bianco, parece ser que "las que puedan pagar métodos anticonceptivos, abortos asépticos y tecnologías caras de reproducción asistida, que lo hagan, y las otras, las más pobres, si no quieren ser madres, que se arriesgen a morir". (FIN/IPS/mv/ff/pr hd/98