Unas 120 aldeas palestinas, un quinto de la población de Cisjordania, no están conectadas a la red de suministro de agua y decenas de miles de personas extraen la suya de manantiales, lo que es una fuente de división entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) e Israel.
Amal Abdel Raouf, como la mayoría de las palestinas de la antigua aldea de Der Sudan, baja casi a diario por un escarpado camino de montaña para extraer agua de una fuente natural.
"Es un verdadero desastre. Parecería que todo lo que hago es ir al manantial a buscar agua y, aun así, nunca hay suficiente", se quejó Abdel Raouf.
Para los negociadores de la ANP e Israel, el problema del agua va más allá de la falta de infraestructura. Temen que la escasez de hoy produzca una gran crisis en el futuro.
De todas las cuestiones que dividen a ambas partes, la disputa sobre el agua, quien la tendrá y en qué cantidad, podría tener consecuencias duraderas. Es probable que las decisiones que se tomen ahora repercutan durante décadas, algo que no ignora el ministro israelí de Infraestructura, Ariel Sharon.
Cuando Sharon, un político de línea dura, señaló qué partes del territorio cisjordano considera que Israel debe conservar en un acuerdo de paz definitivo con la ANP, los puntos de acceso al agua contribuyeron a formar los límites de su mapa.
La ANP sostiene que esas decisiones se deben concentrar en el reconocimiento por parte de Israel del derecho que tienen los palestinos al acceso a los acuíferos de Cisjordania.
Aunque Israel entregó partes del territorio cisjordano a la ANP en diciembre de 1995, mantuvo el control sobre las fuentes de agua. Hoy, si los palestinos quieren perforar un pozo, deben conseguir antes la autorización israelí.
Los palestinos afirman que esta es una situación injusta que les deja menos agua de la necesaria para el consumo básico diario, equivalente a la quinta parte de la utilizada por el colonizador israelí promedio, según cálculos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
La ANP asegura que, de tener el control sobre los acuíferos, podría distribuir el agua entre las aldeas más necesitadas, como Der Sudan, que dependen de manantiales o tanques de agua adquiridos a compañías israelíes.
Cuando ambas partes se reúnen para negociar por el agua, los palestinos casi siempre se concentran en los derechos sobre el agua. "Es la cuestión más importante para nosotros", dijo Fadel Qawash, negociador palestino.
"Con Israel en control, nos permiten un pozo aquí, otro allá, lo que significa que la mayoría de las aldeas de Cisjordania sufren escasez de agua", aseguró.
Por oposición, a ninguno de los 144 asentamientos israelíes de Cisjordania les falta agua. La mayoría de las viviendas tienen jardines y algunas piscinas de natación. Mientras un palestino promedio utiliza 50 litros de agua por día, los colonizadores consumen 250.
Qawash, como muchos palestinos, atribuye la escasez de agua de sus compatriotas al consumo excesivo de los colonizadores. "Si quieren que el desierto sea verde, que usen su propia agua", dijo.
Israel cuestiona la versión de que el agua utilizada por los colonizadores limita el agua de los palestinos porque el principal acuífero de Cisjordania se encuentra en medio de la frontera política del territorio.
Cuando la lluvia cae en las montañas de Cisjordania, se filtra hacia el territorio israelí y hacia un embalse subterráneo que se acumula en ambas partes de la línea divisoria.
Israel recibe 25 por ciento de su agua de este embalse natural y bombea parte de la misma hacia los asentamientos.
"Los asentamientos dependerían de los mismos recursos de agua si no estuvieran en Cisjordania. Su agua no procede de los recursos palestinos", explicó Meir Ben Meir, comisionado del agua de Israel y principal negociador en el asunto.
Además, toda referencia a los derechos sobre el agua suena a los oídos israelíes como soberanía palestina sobre Cisjordania, algo que Israel no está preparado para discutir hasta que comiencen las negociaciones sobre el acuerdo definitivo de paz.
Mientras tanto, Israel pretende limitar las negociaciones a la discusión sobre la distribución equitativa del agua mientras mantiene el absoluto control de los acuíferos.
Israel sostiene que esta es la única forma de preservar las frágiles fuentes de agua y acusa a los palestinos de dañar las fuentes al extraer agua sin permiso, inmediatamente después que los soldados israelíes se retiraron de parte del territorio.
"Muchas manos en un plato hacen mucho garabato", dijo Meir Ben Meir. "Quiero mantener la responsabilidad y la soberanía en una mano, la de Israel", agregó.
Ben Meir sostiene que el problema palestino del agua no radica en los asentamientos o la soberanía, sino en economía doméstica y subdesarrollo.
Muchas aldeas palestinas carecen de conexión con el sistema de saneamiento, calles asfaltadas o líneas de teléfono, sencillamente por su pobreza. La falta de agua se debe a las mismas razones, manifestó el negociador israelí.
En lugar de preocuparse por los derechos sobre el agua, Ben Meir dijo que los palestinos se deben concentrar en el desarrollo de su capacidad para usar y almacenar el agua. Ahora, por ejemplo, solo seis por ciento de las tierras agrícolas palestinas tienen sistemas de riego. El resto depende de la lluvia.
Los expertos estiman que apenas queda un pequeño acuífero de Cisjordania por explotar. Pero cuando los palestinos lo perforaron dos veces, no encontraron agua.
Lo peor es que, para el 2010, la demanda de la población podría utilizar la mitad del agua subterránea disponible en el acuífero compartido de Cisjordania.
Los expertos advierten que esta situación provocaría el colapso del sistema de agua subterráno y llevaría a años de sequía. Para el 2020, se espera que la población de Cisjordania se duplique a 14 millones de habitantes. (FIN/IPS/trae-en/dho/rj/aq-mj/en dv/98