Cada día de recolección de residuos, Minako Katsura saca a la calle dos grandes sacos blancos, llenos sólo con material orgánico.
Los otros tipos de desechos, que incluyen latas, bandejas descartables, vidrio y botellas plásticas, los conserva en su casa hasta el día de reciclaje, una vez a la semana.
En cuanto a los periódicos, Katsura los apila prolijamente y los ata para que los recolectores se lo lleven, lo cual ocurre una vez por mes.
Katsura se atiene a las normas municipales de Tokio sobre residuos, que exigen la clasificación de la basura en ocho categorías para facilitar su recolección y reciclaje.
Las leyes fueron elaboradas en los últimos años, en un esfuerzo desesperado por controlar el problema de los desechos en la capital de Japón, cuya área metropolitana tiene 12 millones de habitantes.
Tokio genera 10 por ciento de las 50 millones de toneladas de basura producidas anualmente por hogares y comercios. La cifra no incluye los desechos industriales, de los cuales se produjeron 367 millones de toneladas en 1996.
Las estadísticas que indican incrementos anuales en la producción de desperdicios son alarmantes, porque los sitios de disposición final se están agotando y la construcción de nuevos depósitos enfrenta muchas dificultades.
"Ya no tenemos espacio", dijo Naoko Kubota, funcionaria del gobierno metropolitano de Tokio. "Sólo podremos sobrevivir reduciendo la cantidad de residuos", agregó.
Años de desidia pese a las advertencias de expertos y organizaciones de ciudadanos hicieron que muchas de las mayores ciudades de Japón puedan pronto ahogarse en su propia basura.
El mayor vertedero de Tokio, una isla artificial de 450 kilómetros cuadrados que flota en la Bahía de Tokio, se llenó en sólo ocho años. Fue creada en 1972, con el nombre de Isla del Sueño.
A partir de abril, la capital comenzará a arrojar desechos en otra isla de la bahía, llamada la Nueva Area de Disposición de Residuos. Fue construida a un costo de 3.500 millones de dólares y tiene un área de 390 kilómetros cuadrados.
"Las autoridades estiman que el área servirá como vertedero por unos 15 años, pero si se adoptan medidas estrictas para reducir la producción de desperdicios, probablemente servirá unos 30 años. No podemos hacer más", explicó Kubota.
La construcción de una segunda isla-vertedero atrajo renovada atención hacia el problema de la basura en Tokio. Ahora, consumidores e industrias son exhortados a hacer su parte para reducir la cantidad de desechos.
El gobierno aplicó en abril de 1997 la ley de reciclaje, que constituyó su primer intento por hacer que las empresas se unieran a los esfuerzos por reciclar envases de acero, vidrio y plástico.
Los fabricantes pueden optar entre recibir la devolución de productos usados como aparatos de aire acondicionado, refrigeradores y botellas plásticas o pagar derechos a una asociación de reciclaje bajo la jurisdicción del Ministerio de Salud y Medio Ambiente.
La ley fue considerada un hito histórico pese a las críticas de que, aunque estimula el reciclaje, no tiende a reducir el consumo, y por lo tanto, los desperdicios.
Pero Kubota cree que las normas sobre reciclaje, sumadas a la creciente preocupación del público, producen resultados favorables.
Por ejemplo, la cantidad de papeles recogidos en los 23 distritos de Tokio se duplicaron a 155.000 toneladas en 1995, mientras el aluminio y las latas de acero representaron 77,3 por ciento de los productos reciclados.
Cuatro grandes fabricantes nacionales de autos anunciaron planes para alcanzar el objetivo gubernamental de reciclar 90 por ciento de los vehículos manufacturados entre el año 2000 y el 2002.
Así mismo, los fabricantes de alimentos elaboraron planes para comenzar a convertir los desechos en abono y suministrarlos a las granjas que utilizan fertilizantes orgánicos.
Sin embargo, los expertos señalan que es necesario ir más allá y revisar los hábitos de consumo y envasado para reducir los residuos en primer lugar, y que las empresas deben producir menos desechos antes de procurar mejores métodos de disposición final.
"Todos los esfuerzos de reciclaje y reducción de residuos serán infructíferos si continuamos produciendo y consumiendo masivamente", advirtió Ken Morishita, experto en medio ambiente.
Ciertas prácticas comerciales estimulan el consumo excesivo. La prensa japonesa señala que los fabricantes de televisores no guardan repuestos de sus modelos antiguos para forzar a los consumidores a comprar nuevos en lugar de reparar los que tienen.
Los activistas también se proponen reducir el número de máquinas expendedoras (hay 5,5 millones en Japón) y los restaurantes de comida rápida, que producen gran cantidad de envases descartables.
Aun el envasado de artículos simples debería revisarse. En una sociedad que premia los envases atractivos, las galletas, por ejemplo, son empacadas en sacos individuales de celofán y luego en una caja plástica a su vez envuelta por un nailon. Cuando se compran, son colocadas en otro saco de nailon.
No resulta sorprendente, entonces, que los envases representen 60 por ciento del volumen total de desperdicios, como lo demuestran las cifras oficiales. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/ml/en/98