La construcción en China de la represa de las Tres Gargantas, que será la más grande del mundo, genera críticas en todo el mundo, pero en este país cada vez es más profundo el silencio impuesto al debate sobre la viabilidad y los peligros del proyecto.
Considerada por sus críticos como la represa más costosa y peligrosa de toda la historia de la humanidad, Tres Gargantas estuvo en la mira de las celebraciones del Día Internacional de Acción contra las Represas en pro de los Ríos, el Agua y la Vida la semana pasada.
La conmemoración fue celebrada el día 14 en al menos 20 países del mundo, donde se realizan 50 campañas destinadas a evitar que se continúen construyendo las inmensas represas que han sido característicos de la última mitad del siglo.
Pero China fue una excepción. En este país no hubo conmemoraciones a pesar de que Tres Gargantas generó el programa de reubicación de población más grande que se haya registrado en toda la historia de la construcción de represas. Aquí no se programaron protestas ni manifestaciones.
Durante los cinco años de la construcción de la represa, los medios de comunicación estatales solo han informado sobre los aspectos más benévolos del proyecto, y destacan que se trata de un símbolo poderoso del surgimiento de una nueva y mucho más próspera China.
El debate público fue silenciado. No se ha permitido que ningún tipo de manifestación de preocupación o de desacuerdo empañe la construcción de la inmensa Represa de las Tres Gargantas, que se levanta en el curso del río Yangtze.
«Le demostraremos al mundo que el pueblo chino es capaz de construir el proyecto hidroeléctrico y de irrigación más grande y beneficioso de todo el mundo», aseguró el primer ministro saliente, Li Peng, cuando presidió hace un año el desvío de las aguas del río Yangtze para poder realizar el proyecto.
Las autoridades chinas estiman que la represa tiene un costo de 25.000 millones de dólares, pero quienes se le oponen aseguran que no bajará de los 32.000 millones.
Sin embargo, el costo humano es aun más grande. La construcción de la represa obliga a reubicar a 1,2 millones de personas que viven a orillas del Yangtze. Según los cálculos quedarán bajo las aguas 320 aldeas y 140 pueblos, junto con algunos de los tesoros arqueológicos más importantes de China.
Los promotores de la represa aseguran que los argumentos a favor de este proyecto son abrumadores. Cuando esté construida, hacia el 2009, la represa será capaz de generar 18.000 megawatts de energía eléctrica, que serán indispensables para responder a la creciente demanda del país.
Agregan que además contribuirá a controlar las inundaciones del Yangtze, que han causado la muerte de unas 300.000 personas en este siglo, y que permitirá desarrollar el interior de China, una zona postergada y pobre.
Pero los críticos no se convencen. Uno de los problemas más analizados es el de la reubicación de casi dos millones de personas, pues existen serias dudas cobre la capacidad y la organización que puede desplegar el gobierno chino para realizar esta enorme tarea.
Un estudio de la Red Internacional de Ríos (IRN), organización radicada en Estados Unidos, contribuyó a generar las dudas. Citó a una de las autoridades chinas involucradas en el proceso según la cual la única manera de mover a la gente es «utilizar a los militares o provocar inundaciones artificiales».
El informe, realizado por el sociólogo chino Wu Ming en enero, estudió la cuarta parte del territorio que resultará parcialmente inundado a causa de la represa, concluyendo que podría ocurrir un desastre si se procede a llenar el depósito formado detrás de ella.
En este documento se afirma que existe falsificación de cifras sobre reubicación, malversación de fondos destinados para este fin, y un «profundo resentimiento» por parte de quienes van a ser trasladados.
Wu Ming aseguró que sólo 50.000 personas fueron reubicadas en los últimos cinco años, aunque las autoridades chinas aseguran que se trasladaron 200.000.
«Si el proyecto avanza, medio millón de personas habrán sido desplazadas para el 2003, y otro grupo similar será desplazado hasta el 2009», dijo el informe.
«El escenario es propicio para que se repitan las desastrosas experiencias de desplazamientos de refugiados ocasionados por represas que se han repetido desde 1949, con reubicaciones violentas en sitios que no son aptos, donde las personas suelen terminar viviendo en extrema pobreza», añadió el documento.
La historia demuestra que la experiencia China con la construcción de represas y los desplazamientos de población ha sido negativa.
El peor caso se registró en los años 50 cuando ingenieros soviéticos diseñaron lo que debía ser la más grande hidroeléctrica de la China comunista en Sanmexnia, en el río Amarillo.
Construida a gran velocidad, ahora se encuentra atascada con lodo, inútil para prevenir inundaciones o generar energía. Se desplazaron 410.000 campesinos para poder construir esa represa.
Se estima que más de 10 millones de chinos han sido reubicados por la construcción de represas durante la era de Mao Zedong, entre 1949 y 1976.
Un estudio realizado por el Ministerio de Recursos Hidráulicos en 1990 reveló que 30 años después 40 por ciento de esos 10 millones de desplazados estaban viviendo en la pobreza.
Los constructores de las Tres Gargantas aseguran que ya han aprendido la lección. Pero el informe de Wu Ming presenta una visión muy diferente al poner en evidencia que las personas obligadas a desplazarse enfrentan un futuro incierto.
«Durante mi viaje por la zona, los entrevistados parecían resignados ante un proyecto que parece inevitable, y muchos de ellos estaban seguros de que la calidad de vida de la gente declinaría cuando fueran reubicados», relató Wu en el informe. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/lc-mj/en dv/98