Los principales problemas de contaminación con residuos peligrosos se presentan actualmente en los países en desarrollo, en particular en América Latina y el Caribe.
Esos productos pueden llegar a generar graves consecuencias para la salud humana, como enfermedades congénitas y ciertos tipos de cáncer.
Documentos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y de organismos especializados señalan que en las zonas mineras y en los campos agrícolas latinoamericanos hay altos niveles de contaminación de suelos por metales pesados y plaguicidas, respectivamente.
Así mismo, en ríos como el Amazonas, que atraviesa Perú y Brasil, se registran índices de contaminación por mercurio mucho más elevados que lo tolerable, como consecuencia de la actividad de la industria aurífera.
En cuanto a la contaminación del aire, llega a grados particularmente alarmantes en ciudades como Sao Paulo, México y Santiago de Chile.
Un estudio coelaborado por los técnicos Rob Mc Connell, ex director del Centro Panamericano de Ecología y Salud de la OPS, y Fernando Díaz Barriga, investigador en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí de México, destaca la gravedad de los problemas ambientales actuales de América Latina y el Caribe.
"En las décadas pasadas, los principales problemas de contaminación con residuos peligrosos estaban localizados en los países industrializados", pero los controles aplicados y la "deslocalización" de las actividades más contaminantes los trasladaron a regiones como América Latina y el Caribe, indican.
Los autores del trabajo, difundido en el último número de la revista D+C, editada por la Agencia de Cooperación de Alemania, destacan la responsabilidad de los países industrializados en la exportación de residuos peligrosos, en particular derivados de la industria petroquímica.
También subrayan el desarrollo en las propias naciones latinoamericanas de tecnologías propias que en diversos rubros ya no se encuentran en regiones más desarrolladas.
México y Brasil, por ejemplo, cuentan ahora con tecnología propia para producir plaguicidas que han dejado de ser elaborados en países industrializados por su alto efecto contaminante y para venderlos a otras naciones del Sur.
Es el caso del DDT, del cual México es uno de los tres últimos países en el mundo que lo continúa elaborando.
Los plaguicidas son también un buen ejemplo de la exportación de productos peligrosos desde el Primer al Tercer Mundo, indican McConnell y Díaz Barriga.
Citan en ese sentido estadísticas internacionales según las cuales 30 por ciento de los plaguicidas comercializados por transnacionales en los países en desarrollo están prohibidos en el mundo industrializado.
El reciclaje doméstico de baterías de vehículos, la incineración de sustancias químicas, el uso de aceite de plomo para el vidriado del barro y la amalgama de oro con mercurio son ejemplos de industrias propias de los países en desarrollo altamente nocivas para el ambiente y la salud humana, afirman.
En América Latina se carece de estudios precisos sobre los niveles de contaminación atmosférica con hidrocarburos, la polución de ríos por plaguicidas o del suelo con sustancias orgánicas, algunos de los problemas más graves que en la materia se registran en esta región.
La precariedad de los laboratorios especializados instalados en el área y el elevado costo de las investigaciones requeridas explican en parte esa carencia, observan McConnell y Díaz Barriga.
No obstante, destacan esfuerzos que se han ido llevando a cabo en el área gracias a acuerdos de cooperación establecidos entre gobiernos latinoamericanos, la OPS, organizaciones no gubernamentales y agencias de cooperación de diversos países industrializados.
Algunos de ellos han permitido identificar problemas particulares y comenzar a instrumentar soluciones. En Ciudad de México, por ejemplo, estudios que determinaron la presencia en niños de niveles de plomo 50 por ciento superiores a los máximos tolerables como consecuencia del uso de gasolina con ese metal.
A raíz de esas investigaciones, el gobierno mexicano decidió realizar las inversiones que se requieren para eliminar el plomo del combustible.
Otro estudio, llevado a cabo con aportes de la OPS y del Banco Interamericano de Desarrollo, concluyó que de concretarse esa meta México estaría ahorrando 967 millones de dólares al año en gastos en salud.
La eliminación del plomo de la gasolina, un producto que en grandes cantidades puede afectar el coeficiente intelectual en especial de los niños, es uno de los compromisos a los que arribaron los presidentes de los países americanos en la Cumbre de Miami, en 1994.
En las cercanías de La Paz, un monitoreo realizado por el gobierno boliviano y la OPS permitió determinar el nivel de contaminación generado por tres pequeñas empresas metalúrgicas cuya actividad había generado protestas de organizaciones sociales.
El estudio registró una fuerte proporción de niños con niveles elevados de plomo y arsénico en la sangre, susceptibles de causar daños neurológicos.
La presentación de sus resultados permitió el establecimiento del primer diálogo entre el Poder Ejecutivo, organizaciones no gubernamentales y la industria boliviana para adoptar dispositivos de control de la emisión de residuos peligrosos.
En Brasil, Costa Rica y Nicaragua, una iniciativa común entre los gobiernos, la OPS y agencias de cooperación europeas permitió elaborar un sistema de vigilancia epidemiológica de intoxicación con plaguicidas, particularmente relevante en Brasil, al ser el mayor mercado potencial de plaguicidas del mundo.
De acuerdo a McConnell y Díaz Barriga, "estos esfuerzos tendrán un impacto en la medida en que sirvan de modelos para la implementación de políticas a nivel de gobierno y para promover inversiones accesibles para el control de residuos peligrosos a nivel de industria y de comunidades".
"El control de residuos tiene que se ser implementado dentro de las limitaciones actuales de América Latina", señalan. (FIN/IPS/dg/ag/en-dv-if/98