El trabajo femenino en la industria del vestuario de Bangladesh está asociado a jóvenes casi esclavizadas en talleres oscuros y calurosos, pero tiene la ventaja de postergar la edad del matrimonio y el primer hijo.
Si bien la explotación de las mujeres es endémica en este país, es un hecho que más de un millón de jóvenes y niñas logran romper con la tradición y consiguen salir de sus aldeas para trabajar en la industria de la ropa en Dacca.
El beneficio más visible es la generación de un salario para ayudar a sostener familias pobres o para ahorrar dinero con el fin de nutrir sus dotes matrimoniales.
Pero también les permite postergar el matrimonio, que habitualmente se celebra a los 12 años e implica tener hijos de inmediato. De esa manera, estas mujeres experimentan la sensación de ser adolescentes.
Además hay un beneficio adicional: al postergar el matrimonio se evitan los riesgos del embarazo cuando el cuerpo aún no está preparado. En un país pobre como Bangladesh, esto puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Población informó que Bangladesh tiene la mortalidad materna más elevada del sur de Asia.
Por cada 100.000 nacimientos, 850 madres mueren durante el parto, y el riesgo se cuadruplica en el caso de las adolescentes.
La especialista en población Sajida Amin advirtió que el trabajo remunerado otorga confianza y capacitación y le permite a las mujeres más autonomía sobre su futuro, incluso mayor influencia cuando se trata de decidir sobre temas como embarazos o anticonceptivos.
Algunas obreras de Dakha confirmaron esa hipótesis.
"Confío en poder convencer a mi futuro esposo sobre la necesidad de tener solamente dos", comentó Aleya, una operadora de maquinaria, al referirse a sus futuros hijos. "Los hombres no piensan, es la mujer la que debe explicarles el uso de anticonceptivos desde el primer día".
Un informe del Consejo de Población de Dacca, titulado "Transición de las mujeres obreras de Bangladesh hacia la edad adulta: consecuencias para la salud reproductiva", reveló que la mayoría de ellas desea una hija y un hijo, con un intervalo de tiempo considerable entre ambos.
Bangladesh tiene una de las densidades de población más altas del mundo, pero está experimentando una reducción en el tamaño de las familias, después que el promedio de hijos bajó de siete a 3,3.
Y las obreras de la industria del vestuario pueden influir en esa tendencia al retrasar la edad del primer embarazo. Los investigadores descubrieron que prefieren familias más pequeñas, motivadas por la aspiración de educar a sus hijos y su potencial como generadoras de ingresos.
La confianza en sí mismas no es una cosa fácil para las mujeres de un país donde la sociedad estimula los casamientos entre jóvenes y es común la práctica del "purdah", la reclusión obligada de las mujeres.
A pesar de que las obreras viven con sus padres o parientes hasta el momento en que se casan, sus actividades en un medio donde también hay hombres genera suspicacias, lo que a veces las obliga a ocultar su trabajo de futuros esposos o vecinos, mientras se justifican con el argumento de su dote.
Pero las actitudes cambian. Una supervisora soltera llamada Shanti dijo a los investigadores que "en este país cuando no trabajas eres una niña buena, pero una no puede conformarse con ser una niña buena, es necesario hacer algo y valerse por una misma".
Otra estrategia para justificar el trabajo es considerar a la fábrica como un espacio protegido.
"Estas mujeres redefinen la 'purdah', ven a sus supervisores hombres como si fueran guardianes y los tratan de 'tío', lo cual les da seguridad y contribuye a hacer menos tenso el hecho de trabajar con esos hombres", explicó Sajida Amin.
Aunque los salarios son miserables, algunas mujeres logran mejorar sus ingresos con estratégicos cambios de una fábrica a otra, o mediante promociones para trabajos que requieren saber leer y escribir.
Debido a que la educación permite acceder a trabajos mejor pagados, muchas mujeres están comenzando a valorarla.
"Yo dejé de estudiar después de la clase V (10 a 14 años) porque mi padre era religioso y no creía en la educación de las niñas, pero ahora sé que si me educo puedo ganar más", comentó una operadora de maquinaria en un taller de vestuario.
Por supuesto, el tema del trabajo femenino en Bangladesh también tiene un lado oscuro.
Las mujeres representan 90 por ciento de la fuerza de trabajo empleada en las fábricas de ropa, el primer rubro en ofrecer un salario a jóvenes solteras.
Pero los investigadores dicen que el motivo principal de los empleadores es que las mujeres están dispuestas a aceptar condiciones de explotación y largos turnos laborales a cambio de salarios muy bajos que los hombres rechazarían.
Además prefieren a las solteras sin hijos, que son "más dispuestas a aprender, no se preocupan de cuánto ganan sino de tener lo suficiente para un vestido nuevo, sin compromisos que les impida hacer horas extra", admitió un empleador que pidió no mencionar su nombre.
De esta forma, los dueños de las fábricas también pretenden evitar el costo de las licencias maternales a los cuales están obligados por ley.
Pero la explotación no se limita a las fábricas. Shefali, una veinteañera que trabajó desde los 13 años para ayudar a su familia y ahorrar para su dote, ejemplificó esto al acusar a su padre de haberla estafado.
"Trabajé mientras mis padres postergaban el matrimonio por 13 años, entendía que me estaban utilizando pero no protesté porque lo sentía como una obligación", dijo Shefali a Panos.
El matrimonio, sin embargo, no cambió las cosas. Su esposo, descontento con el monto de la dote, quiere que vuelva a trabajar, con lo cual ella se siente como "un aparato de hacer dinero".
Las consecuencias pueden ser peores. En Bangladesh se han registrado numerosos ataques con ácido contra mujeres, y muchas de las víctimas que a veces mueren o resultan mutiladas son obreras, y se presume que es una reacción de los hombres contra sus deseos de superación.
En uno de los casos que fue denunciado por la organización no gubernamental Naripokkho el agresor era un esposo deseoso de castigar a su mujer por dejar a su hijo con su madre mientras ella cumplía largos turnos laborales.
Para unas pocas afortunadas, el trabajo también representa una vía de escape. Hasina abandonó a un esposo abusivo, que quería vivir de sus ganancias. "Cuando lo abandoné con mi hija me sentí sola, pero fui fuerte y tenía experiencia laboral, así que pude sobrevivir".
Sajida Amin identificó otro beneficio que puede derivarse del trabajo femenino, la oportunidad de experimentar la adolescencia.
A diferencia de las jóvenes rurales que pasan del control de sus padres al de sus maridos, las trabajadoras de la ciudad logran disfrutar de un período intermedio de independencia, en el cual no son ni hijas, ni esposas ni madres.
Una obrera lo resumió así: "Mis amigas casadas deben usar el sari, pero yo puedo andar por ahí con el shalwar kameez", que consiste en pantalones sueltos y una túnica, asociados con un aspecto moderno.
"Ellas no pueden salir de sus casas, mientras que yo viajo a mi aldea cuando quiero. Ellas no tienen tanta confianza en sí mismas como yo, que aprendí un oficio y tengo un trabajo. Para ellas, la vida es estar en un rincón de la casa y cocinar durante todo el día", dijo. —— (*) IPS pone a disposición de sus suscriptores este material por un acuerdo de distribución con la institución internacional de comunicación Panos Features, de Londres. (FIN/PANOS/tra-en/rbr/dds/lc-ml/pr-lb/98