Mozambique aún sufre las consecuencias de la guerra civil y el azote de la pobreza, pero eso no impide el florecimiento de una riquísima tradición de canto, danza y teatro, como lo demuestra una compañía artística que recorre el mundo.
La Compañía Nacional de Canto y Danza de Mozambique (CNCD) fue fundada en 1979, cuando el país aún atravesaba la larga guerra civil que concluyó en 1992.
El elenco comenzó como grupo de músicos, bailarines y narradores procedentes de todos los rincones de ese país, con un territorio diez veces más grande que el de Portugal, nación que lo colonizó.
La compañía recorrió en sus primeros años todo Mozambique e incorporaron así nuevas expresiones culturales a su repertorio. A mediados de los años 80 se consolidaron como compañía profesional, y desde entonces no detuvieron sus actuaciones.
La llegada a Newark, en Nueva Jersey, se produjo en el marco de un festival sobre expresiones artísticas lusófonas, que incluye la presentación e intérpretes procedentes de todas las ex colonias portuguesas.
La CNCD, que en muy raras ocasiones llegó a Estados Unidos, fue invitada como representante de la cultura de Mozambique.
La compañía comenzó su presentación con una canción que describe en portugués los dramas de la guerra civil y los desafíos futuros.
Pero si bien el portugués es idioma de uso común en Mozambique, la mayor parte de las piezas que interpreta esta compañía son en makoa, shona, tsonga y otras lenguas originarias del país africano.
Su interpretación puso en evidencia que la música mozambiqueña puede tocar el espíritu humano en cualquier lugar del mundo.
El repertorio incluyó una serie de danzas tradicionales, incluida la notsay, una pieza que recalca el papel de la mujer en la sociedad de Mozambique. En esta interpretación, las bailarinas, vestidas con coloridas túnicas, cargan canastos, que simbolizan el trabajo rural en esa nación.
Poco después, el escenario fue invadido por guerreros vestidos para el combate, con escudos y garrotes. Mientras cantaban, bailaban la xigubu, una danza con movimientos acrobáticos típica del sur del país, sobre un ritmo de frenéticos tambores.
En el baile de mascaras de los makonde, que refleja el animismo mozambiqueño, una criatura enmascarada surge repentinamente desde el mundo de los espíritus. Mientras la criatura de pelo blanco se mueve, los espectadores tienen la sensación de presenciar un ritual sagrado.
Otra de las piezas interpretadas se basa en la ejecución de un instrumento del sur de Africa, la carimba, que se ejecuta con los dedos. Un músico musulmán la tocaba al tiempo que cantaba una tonada.
La orquesta también tocó la timbira, xylofón de Mozambique construido con barras de madera colocadas encima de cajas de resonancia hechas de calabazas huecas.
Los cantantes, vestidos a la usanza de los mozambiqueños que viajan a Sudáfrica para trabajar en las minas, entonaron una canción sobre la vida de miles de estos trabajadores que permanecen largo tiempo alejados de su familia.
En la gran escena final toda la compañía salió al escenario para ejecutar un enérgico número de canto y danzas que terminó ovacionado por el público de Newark.
La diversidad que refleja el repertorio de la compañía es una muestra adicional de su versatilidad como grupo. El director de la CNCD, David Abilio Mondlane, informó que su próxima escala será en Portugal. (FIN/IPS/tra-en/gc/mk/lc-mj/cr/98