ARGENTINA: Prostitutas organizadas obtienen una gran victoria

En Argentina la dictadura terminó en 1983. Sin embargo, las prostitutas que trabajan en esta capital tuvieron que esperar 15 años para que les llegara la democracia: ahora festejan porque desde este mes caminan libremente por las calles.

"Estamos muy contentas, empezó la democracia para nosotras, se hizo justicia y ya no nos molestarán más", dijo a IPS Elena, una prostituta de 48 años activa militante de AMAR, la Asociación de Meretrices de Argentina.

AMAR se creó hace unos años para defender los derechos de las mujeres a la salud, la prevención y la jubilación, pero su máximo objetivo siempre fue uno: la derogación de los edictos, una herramienta en manos de la policía para detenerlas en la calle.

Las constantes detenciones de las mujeres, que debían pasar hasta 24 horas en las comisarías, les permitieron tomar contacto y organizarse en una de las primeras agrupaciones de meretrices de la región, junto con la que nació poco antes en Uruguay.

Las trabajadoras se asociaban a AMAR, participaban de las reuniones en un local que les cedió el Congreso de Trabajadores Argentinos, frecuentaban a parlamentarios y políticos, y asistían a debates televisivos para reclamar que se despenalice su oficio. Al fin, lo lograron.

Elena explicó que la derogación de los edictos dispuesta este mes por la Legislatura de la ciudad significa que ya no podrán ser detenidas por presunto "escándalo en la vía pública" y, además, que la policía verá esfumarse una de sus principales fuentes de ingresos.

Los edictos eran como la peste para unas 10.000 mujeres que trabajan en las calles de Buenos Aires. En nombre de esa reglamentación, la policía las detenía en una esquina, en un restaurante o incluso por su vestimenta o llevar preservativos en la cartera.

"Las Naciones Unidas recomiendan que no se penalice la prostitución sino a los proxenetas, pero aquí siempre había sido al revés, a los dueños de saunas y a la policía que nos explotaba les quedaba el negocio y a nosotras nos perseguían", dijo Elena.

Muchas mujeres, que esperaban hasta la noche para trabajar, comenzaban con una detención, lo que significaba perder el día. Por eso, la mayoría se avenía a pagar los 50 dólares exigidos como "peaje" por la policía para trabajar en zonas habilitadas por ellos.

Según Elena, las prostitutas que trabajan en las calles son las más desprotegidas debido al acoso de la policía, que actúa como un verdadero "proxeneta institucional". Le siguen las que se colocan en casas de masajes o saunas, que son obligadas a trabajar hasta 15 horas por un sueldo fijo.

Los vecinos de algunos barrios poblados de travestis y prostitutas no festejaron la derogación, no tanto porque consideraran eficientes los edictos para evitar el merodeo sino porque temen una avalancha proveniente del interior del país.

Los vecinos se quejan particularmente de los travestis. Unos 4.000 viven en Argentina, aunque son menos los que viven de la prostitución. La derogación de los edictos también los benefició, ya no serán detenidos por "portar vestimenta contraria a su sexo".

"No puedo creerlo, voy a poder retomar mis estudios secundarios, ir a un cine o presentarme a un trabajo sin que me denuncien a la policía", celebró Belén Correa, de la Asociación de Travestis Argentinos.

Cuando los vecinos protestan porque los travestis viven concentrados en hoteles cercanos a sus barrios, ellos se defienden.

"Nadie le alquila un departamento a un travesti, y por eso tenemos que caer en esos hoteles que nos cobran 500 dólares al mes por una habitación con baño y cocina compartidas", alegó Correa en un debate.

Elena considera que pese a la conquista, la resistencia de algunos grupos de vecinos podría derivar en un retroceso. "La policía hace su 'lobby', confunde a la gente, y los políticos y legisladores se dejan llevar por las presiones", advirtió.

Por eso, en estos primeros días en que trabajan con libertad y ya no son detenidas, siguen militando intensamente en AMAR junto a otros grupos humanitarios, para defender las conquistas. Ahora, una de sus primeras metas es extenderla a todo el país, para evitar la temida migración hacia Buenos Aires.

"En Argentina, todos queremos pertenecer al Primer Mundo, pero pocos saben que en el Primer Mundo las minorías son respetadas mientras que acá, no sólo no respetan nuestro trabajo, que aunque muchos lo nieguen tiene una fuerte demanda, sino que nos castigan por ejercer un oficio", remató Elena. (FIN/IPS/mv/ag/hd-pr/98

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