Los alimentos producidos mediante manipulación genética, que deberían mejorar la calidad y la cantidad del abastecimiento en el mundo, pueden transformarse en una amenaza para el ambiente, la salud y el desarrollo, según investigaciones dadas a conocer en esta capital.
El alerta fue lanzada por científicos que advirtieron sobre las consecuencias inesperadas de las transferencias indiscriminadas de genes entre organismos muy diferentes entre sí, y por la organización Consumers International, que pidió más regulaciones.
El británico Michael Antoniou, un conocido especialista en patología molecular, dijo que la función de los genes es objeto de un estricto control por parte de la naturaleza, con el fin de producir las sustancias adecuadas para una especie, en el momento apropiado, en la cantidad necesaria.
Pero este equilibrio se rompe con los experimentos alimentarios. Antoniou dijo que con el objeto de aumentar la resistencia al frío, en algunos tomates y fresas se incorpora un gen "anticongelante" proveniente de un pez del ártico.
En esos mismos frutos se incorpora un virus vegetal que permite poner en funcionamiento el gen del pez, y un gen marcador que opera como antibiótico.
"Cuando se incorporan a las células reproductoras, los genes introducidos pasan a formar parte del ADN de su nuevo portador… Esto rompe el estricto control genético y el funcionamiento equilibrado que garantiza el cruce natural entre las especies", explicó el científico.
El cruce natural sólo es posible cuando el intercambio de genes se realiza entre especies muy parecidas, pero Antoniou dijo que el uso de transferencias entre organismos que no tienen ninguna relación "esquiva las barreras naturales".
Por su parte Consumers International (CI), la mayor organización de consumidores del mundo, destacó la necesidad de regulaciones y controles con el fin de garantizar que los alimentos genéticamente modificados sean seguros para el consumo humano.
La producción de estos alimentos debe ser cuidadosamente monitoreada para detectar sus efectos sanitarios, socioeconómicos y ambientales, en especial para el mundo en desarrollo, destacó CI, que tiene su sede mundial en Londres.
Un informe difundido por esta organización planteó que el público consumidor debe participar en el proceso de toma de decisiones sobre alimentos genéticamente mejorados, mientras la investigación, desarrollo, producción y comercio debería ser objeto de un marco de regulaciones internacionales.
Estas regulaciones internacionales "son urgentes", precisó CI.
Pero además, los consumidores deberían ser informados sobre los resultados de investigaciones realizadas a este tipo de alimentos. Al venderlos, es necesario colocarles etiquetas explicando de qué se trata, de manera que cada persona decida si quiere o no adquirir este tipo de producto.
"Es necesario crear un símbolo reconocible en el mundo entero, que identifique a este tipo de alimentos", agregó el informe de CI.
A modo de ejemplo, el documento comentó que la manipulación genética puede afectar a los alérgicos, al crear nuevos alergenos o transmitirlos entre especies, como sucedió cuando se traspasaron genes de nueces brasileñas a la soya.
Antoniou comentó que lo mismo puede ocurrir con las toxinas, y recordó que en 1989 las autoridades de salud de Estados Unidos enfrentaron una epidemia del síndrome de eosinofilia mialgia (EMS), atribuido finalmente a un tipo de alimento derivado de una bacteria manipulada genéticamente.
La bacteria estimuló la producción de un aminoácido cuyo exceso creó una nueva toxina. De las 5.000 personas que contrajeron el EMS, 37 murieron y 1.500 quedaron inválidas.
El estudio de CI también apuntó hacia las consecuencias ambientales de la manipulación genética, pues estos organismos pueden "migrar, mutar y multiplicarse afectando a productos tradicionales, pero una vez en uso no se pueden retirar como ocurre con otros productos fallados".
"Las consecuencias a largo plazo de la difusión de especies manipuladas es difícil de predecir, en especial cuando se producen cruces con otras especies", añadió.
Experimentos realizados en Escocia y Dinamarca para probar con una oleaginosa resistente a los herbicidas, permitió determinar que eran capaces de cruzarse con una maleza, lo cual en unos pocos meses resultó en una supermaleza resistente a los productos para combatirla.
Pero en la comunidad científica también existe preocupación por el impacto de los alimentos manipulados genéticamente en el mundo en desarrollo.
El especialista en estudios ambientales de el Centro de Estudios para el Desarrollo de la ciudad irlandesa de Dublín, Tom Campbell, advirtió que uno de los grandes mitos, perpetuado por la industria biotecnológica, es que las cosechas mejoradas con ingeniería genética ayudarán a combatir el hambre en el mundo.
"Las hambrunas no son causadas por escasez de alimentos, sino por la falta de acceso a esos alimentos y por la falta de alternativas de ingresos cuando hay temporadas de crisis", comentó. La biotecnología, por su parte, crea dependencia, aseguró.
Campbell recordó que "la mayoría de los agricultores del mundo en desarrollo tienen una producción pequeña, de una gran variedad".
"Si comienzan a usar semillas manipuladas genéticamente deben cambiar su forma de trabajo y comienzan a depender de una empresa proveedora de semillas, herbicidas, fertilizantes, sistemas de irrigación…".
Puso como ejemplo a los agricultores de la India que usan semillas Monsanto, quienes deben pagar un precio por la tecnología y son obligados a firmar un documento en el que se comprometen a no usar químicos de otras empresas.
El estudio de la CI destacó que los productos desarrollados por empresas de biotecnología se hacen pensando en necesidades del mundo industrializado.
"Los estudios de ingeniería genética no están pensados para mejorar la producción de pequeños agricultores en zonas donde hay hambre y desnutrición, sino para descubrir sustitutos baratos de productos como el cacao, la caña de azúcar y semillas oleaginosas, que cultivan agricultores industrializados", dijo CI.
La organización advirtió que si estos productos sustitutos inundan los mercados mundiales, "las exportaciones de muchos países en desarrollo podrían verse afectadas, con consecuencias graves para su seguridad alimentaria y la supervivencia de los pequeños agricultores". (FIN/IPS/tra-en/jp/pd/lc-ml/sc-en-he-dv/98