El director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Jacques Diouf, comienza este domingo una visita a Venezuela, dentro de su campaña mundial por "alimentos para todos".
La Conferencia Mundial sobre Alimentación de noviembre de 1996 estableció como meta para el 2015 la reducción a la mitad del número de personas que padecen hambre en la Tierra, calculado en 800 millones.
Diouf comienza en Caracas una gira por América Latina que lo conducirá el miércoles a Panamá. Las oficinas de la FAO en Venezuela dijeron este sábado desconocer los otros países que recorrerá el jefe del organismo desde enero de 1994.
Nueve países de América Latina y el Caribe figuran entre los 86 del mundo que sufren déficit alimentario, según la FAO. Se trata de Bolivia, Cuba, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Suriname.
El planteamiento de la FAO para América Latina es que los países dediquen 22 por ciento de su producto interno bruto (PIB) a la agricultura para lograr una plena seguridad alimentaria, indicó a IPS durante una visita a Venezuela el representante regional de la organización, Severino De Melo,.
Diouf, ciudadano de Senegal, tiene entre sus objetivos en Caracas dialogar con el presidente Rafael Caldera y otras autoridades del gobierno y el parlamento sobre la marcha del cumplimiento de los compromisos asumidos por la comunidad mundial en noviembre de 1996, en Roma.
También analizará la expansión de un programa especial de seguridad alimentaria, las estrategias del desarrollo agrícola hasta el 2010, el comercio de productos agrícolas y la conservación de los recursos géneticos y los planes de cooperación Sur-Sur en los que participa el país.
Otro objetivo especial de su visita será la promoción del Programa TeleFood, una red televisiva que procura concienciar sobre el azote del hambre y movilizar recursos financieros para la aplicación de soluciones.
La idea es que esa red se extienda a nivel mundial el 16 de octubre, cuando se celebre el Día Mundial de la Alimentación, bajo el lema de "alimento para todos" y el principio de que sólo un creciente compromiso de los sectores público y privado impedirá que el planeta sea en el futuro un mundo de hambrientos.
En el 2030 habitarán el planeta 8.000 millones de personas, frente a los 5.700 millones actuales, mientras el apoyo a la agricultura no hace sino disminuir, según denuncia la FAO.
Un solo dato ejemplifica el fenómeno. Entre 1982 y 1992 la asistencia bilateral y multilateral al sector cayó de 10.000 a 7.200 millones de dólares.
En América Latina, los gobiernos asumieron en 1997 un compromiso de ir más alla de la meta global de la FAO y erradicar el hambre entre el 2010 y el 2015. De Melo consideró que es un objetivo que podrían asumir la mayoría de los países, pero no por todos.
Quince por ciento de la población padece hambre hoy, frente a 21 por ciento de hace dos décadas, según la FAO.
En el 2010, "la meta cumplible" sería que los hambrientos sean solo seis por ciento de los latinoamericanos.
Pero los países deberían dedicar para ello seis por ciento del PIB al procesamiento agroindustrial (almacenamiento y transporte, entre otros) y 12 por ciento a la producción en sí (adquisición de semillas y plaguicidas, por ejemplo).
Otro cuatro por ciento debería destinarse a infaestructura, distribución de alimentos y aplicación de las redes de mercados.
Entre 20 y 70 por ciento de la población de los distintos países de la región depende de la agricultura, pero el sector rural tiene un impacto social determinante en todos.
Según la FAO, la clave para lograr la seguridad alimentaria y una mayor equidad en la distribución de alimentos no radica en financiar la agricultura, que puede producir y distribuir a los precios de mercado, sino en financiar y subsidiar el acceso del consumidor a alimentos suficientes a precios asequibles.
Ese enfoque se ajusta a las políticas neoliberales dominantes a nivel mundial y a las reglas de la Organización Mundial de Comercio, y coincide con posiciones asumidas por ministros de Agricultura, agroindustriales y campesinos durante una reunión de países iberoamericanos, celebrada en Venezuela en agosto pasado.
Diouf llega a un país cuya economía depende del petróleo, pero en que 14 de sus 22 estados viven de la agricultura y el desarrollo rural. En Venezuela hay 380.000 agricultores y ganaderos, 240.000 de ellos pequeños productores con menos de cinco hectáreas.
Como en el resto de los países latinoamericanos, es en el sector rural, paradójicamente, donde se concentran los mayores déficit alimentarios, lo que junto con el abandono del campo por la bonanza petrolera provocó un megaéxodo a las ciudades, donde ahora viven 80 por ciento de los 23 millones de habitantes.
Por su peso social, la agricultura ha sido una actividad altamente protegida, pero según analistas independientes ese hecho benefició sobre todo a la agroindustria y a los grandes productores.
La protección al sector no se tradujo en alimentos baratos para la población. En esta década se redujo de forma dramática el consumo de nutrientes de los venezolanos, al acentuarse la caída del ingreso real que totalizó 65 por ciento los últimos 20 años, según Edmonde Saade, presidenta de la encuestadora Datos.
El consumo de alimentos por habitante cayó 19 por ciento en 1997, lo que consolidó el problema de "una población subalimentada", añadió. La pobreza creció ese año 10 por ciento, para situarse en 69 por ciento, según cifras oficiales.
Mientras, pese al trato preferencial, la agricultura solo aportó 6,2 por ciento del PIB no petrolero durante los últimos 20 años, de acuerdo al Consejo Bancario nacional.
El sector agropecuario recibió 19.800 millones de dólares del gasto fiscal entre 1970 y 1994, muy superior a lo percibido por el turismo, la vivienda o el desarrollo urbano y equivalente a los aportes a los sectores de salud y defensa. (FIN/IPS/eg/mj/pr dv/98