PERU: Pobreza lleva a la deserción escolar y al bajo rendimiento

Luis Huaman, un niño de 11 años de una localidad de Huancavelica, en la sierra sudcentral de Perú, no asistirá a la escuela este año porque deberá reemplazar a su padre, que viajará a la costa en busca de trabajo, en el cuidado de la pequeña parcela familiar.

A 900 kilómetros de distancia, en el barrio limeño de San Juan de Miraflores, otro niño de 11 años, Jorge Ríos, tampoco concurrirá a clases porque deberá vender caramelos en la calle que "es más entretenido y se ganan algunas monedas".

Ambos niños conforman el universo de casi cuatro millones de matriculados en las escuelas primarias, pero en realidad deberían figurar en la estadística correspondiente a la creciente deserción escolar.

"Data Social", boletín sobre políticas sociales del instituto independiente Apoyo, reveló que casi 170.000 niños de seis a 11 años -cinco por ciento de la poblacion infantil- no asistieron a la escuela en 1997. Entre 12 y 16 años, los que desertaron suman 350.000.

Lo ocurrido con Luis y Jorge es apenas una muestra que explica el fenómeno que afecta a grandes sectores sociales en el país.

Luis, quien vive en San Pedro de Orcos, no irá a la escuela por decisión paterna, de acuerdo a una costumbre muy difundida en algunas regiones de los Andes peruanas, según la cual sólo los hijos de familias ricas pueden estudiar mientras que los pobres deben comenzar a trabajar lo antes posible.

Como consecuencia, quienes abandonan temprano la escuela, cuando emigran a las ciudades sólo pueden acceder a los trabajos menos calificados y de bajos ingresos, o forman parte de la masa de subempleadas en la venta callejera o en el servicio doméstico.

Los hijos de esos trabajadores informales o marginales tampoco tendrán condiciones apropiadas para aprovechar la educación gratuita que brinda el Estado.

Esa es la situación que vive Jorge. Pese a que su familia quisiera que estudie, el abandono paterno y la escasa presencia de su madre en el hogar permite que "la calle le gane la pulseada a la escuela".

Según una investigacion de Apoyo, de cada 10 niños y adolescentes, seis viven en situación de pobreza, cuatro no tienen acceso a servicios de salud y uno no asiste a la escuela.

El instituto oficial de estadísticas admite la existencia del problema, pero discrepa con los datos de Apoyo y sostiene que la inasistencia escolar es de cinco por ciento de la poblacion infantil.

Admite, sin embargo, que en las áreas urbanas el tres por ciento de los niños y adolescentes dejan sus estudios para trabajar, en tanto que en las zonas rurales la inasistencia escolar alcanza a 70 por ciento, en su mayor parte porque deben colaborar con el sustento familiar.

En la encuesta nacional de hogares efectuada en 1996, el 32 por ciento de la inasistencia y deserción escolar fue atribuida a problemas económicos y el 10 por ciento a cuestiones de enfermedad.

Por su parte, 42 por ciento rehusó proporcionar alguna explicación o dijo no saber la causa, y seis por ciento reveló que no asistía a clases por tener que trabajar.

El diputado Freddy Ghilardi, representante del socialdemócrata partido Aprista y miembro de la Comisión de Economía del Congreso, sostiene que como consecuencia del creciente desempleo 13 por ciento de los adolescentes no estudia ni trabaja, constituyendo una cantera para la futura delicuencia.

La pobreza no origina sólo el abandono escolar en las familias indígenas de la sierra ni la descomposición familiar en las barriadas de las ciudades de la costa, constituidas en su mayor parte por emigrantes de la zona andina, sino que también afecta el rendimiento.

"La pobreza origina desnutrición, que a su vez incide en falta de concentración y energía. Por otro lado, la alimentación deficiente en los primeros cuatro años de vida reduce el coeficiente intelectual", dice la médica Marta Rondon.

Estos factores explican el alto promedio de alumnos de educación primaria que repitieron el año por lo menos una vez, que llega a 21 por ciento en las áreas urbanas y a 26 por ciento en las rurales, según el Ministerio de Educación.

Esos datos son en parte engañosos, como todas las generalizaciones estadísticas que abarcan todo el país sin discriminar las zonas más deprimidas, explica el sociólogo Alberto Panessi.

La educadora Carmela Eyzaguirre sostiene que las cifras de alumnos repitentes crecería mucho más si los programas y profesores fueran más exigentes.

"Otro problema de la educación son los bajos sueldos de los maestros. La capacidad adquisitiva actual de los salarios es la mitad de la que tenía en 1970, lo que origina la emigración de maestros del sistema", afirma Eyzaguirre.

Un factor adicional que afecta la eficiencia de las escuelas públicas, también generado por la pobreza, es la reducción del tiempo escolar efectivo.

"Mientras en Japón los escolares estudian 1.750 horas anuales y en Chile 1.000 horas, en Perú sólo se llega a cumplir 450 horas en las áreas urbanas y 226 en las zonas rurales", señala Eizaguirre. (FIN/IPS/al/dm-ag/ed-pr/98

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