La primera vez que árabes y judíos accedieron a invertir en forma conjunta en Medio Oriente, ambos eran optimistas de que la paz entre israelíes y palestinos se convertiría pronto en prosperidad económica.
Los propios empresarios se llamaron a sí mismos Constructores para la Paz. Al principio fueron miles, pero cada vez que se reunían eran menos. Pasaron de cientos a docenas, hasta que dejaron de reunirse.
Las medidas de seguridad impuestas por Israel para evitar atentados suicidas implicaron un freno al tránsito de bienes y personas procedentes de territorio palestino. Eso se sumó a la falta de una estructura legal sólida que permitiera la concreción de proyectos allí.
A mediados de 1997, tres años después de comenzar sus operaciones en medio de una gran fanfarria, Constructores para la Paz dejó de existir. Hoy, algunos de esos inversores continúan trabajando con le misma meta.
Esta vez, los empresarios se dedicaron a crear el Fondo de Tecnología para la Paz, estructurado de modo de evitar las fallas que tenía Constructorez para la Paz, con sus grandilocuentes esquemas de inversión.
Los inversores son aún israelíes y palestinos en su mayoría, pero esta vez trabajan con fondos de inversión establecidos, uno de ellos, Capital Investment Managemente, propiedad de palestinos en Estados Unidos y otro, Evergreeen Canada-Israel Investments, de judíos canadienses.
Otros fondos de inversión operan en áreas palestinas, pero Tecnología para la Paz es el primero que busca atraer tanto capitales israelíes como palestinos.
En lugar de volcar el dinero en nuevas fábricas y negocios, lo cual siempre es riesgoso, y más en un clima tan inestable, los gestadores del fondo planean comprar participaciones minoritarias de empresas ya existentes en Cisjordania y Gaza.
Se evitarán inversiones en productos que dependen de ventas en Israel o el extranjero, como la harina y los textiles.
"No hay dudas de que éste es un lugar muy duro para invertir", dijo Bashar Masri, representante en Cisjordania de Capital Investment Management.
Masri explicó que existen diferencias entre el Fondo de Tecnología para la Paz y la disuelta Constructores para la Paz, al que caracterizó como "algo más parecido a una organización curativa". "Nuestros inversionistas pueden esperar un retorno de 25 por ciento", dijo.
Esas predicciones fueron atendidas por dos docenas de inversores israelíes y palestinos, entre ellos grandes conglomerados económicos, que han dotado de 40 millones de dólares al fondo. Otros 10 millones fueron vertidos por la Corporación Financiera Internacional (CFI), del Banco Mundial.
Los gerentes del fondo confían en que su capital aumentará a 100 millones de dólares, de los cuales un tercio correspondrá a inversores israelíes, otro a inversores palestinos y el resto al CFI y otras organizaciones internacionales.
La acción del fondo se concentrará en su primer año de operaciones en la alta tecnología, el procesamiento de alimentos y el turismo.
El fondo invertirá en empresas existentes más que en negocios que no hayan sido probados, por lo que los administradores se darán el lujo de elegir a las que ya dan beneficios. Aun en una economía golpeada por reiterados cierres de "frontera", algunas compañías se destacan por su desempeño.
Las acciones de la compañía de telecomunicaciones Paltel subieron 300 por ciento desde la apertura de la firma el año pasado. Muchos de los 18 bancos instalados tras el acuerdo de paz palestino-israelí muestran un lucro superior al promedio.
"No hubo aquí tanta inversión privada en mucho tiempo. Por eso, hay muchas oportunidades para aquellos que quieren arriesgarse", dijo Masri.
Al concentrarse en alta tecnología y hotelería, los inversores confían en que eludirán los problemas que generan los reiterados cierres de fronteras, durante los cuales el gobierno de Benjamín Netanyahu suspende los permisos de paso de Cisjordania y Gaza a Israel otorgados a palestinos.
En los períodos de clausura, las pérdidas económicas que sufre Palestina son de entre cuatro y seis millones de dólares al día, según funcionarios del Banco Mundial.
Estas inversiones también evitan muchas de las complicaciones que podrían derivarse de los vacíos legales existentes en territorios controlados por la Autoridad Nacional Palestina desde su insalación en 1994. Aún no se ha aprobado una ley básica y las normas comerciales son confusas, según los empresarios.
De todos modos, los administradores del fondo consideran que la continuidad de las inversiones requiere estabilidad en el frente político. Si no se producen avances en un año, las oportunidades se desvanecerán.
Para que eso suceda, el puerto y el aeropuerto en Gaza y se la ruta desde allí a Cisjordania deberán estar en funcionamiento. "Es imprescindible que que los bienes y las personas puedan trasladarse. El retorno que esperamos del fondo depende de eso", dijo Salem Rohanna, representante de la CFI en Cisjordania.
Con grandes empresas como Koor, uno de los principales conglomerados israelíes, invirtiendo en territorio palestino, Masri cree que las futuras trabas al transporte no serán tan duras. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/mj/if dv/98